El plan de recuperación económica de Bosnia habrá insumido 5.000 millones de dólares cuando concluya el próximo año, pero todo parece indicar que este país no logra despegar y seguirá dependiendo de la ayuda financiera internacional.
El objetivo de esta asistencia, distribuida bajo supervisión del Banco Mundial y la Unión Europea, consiste en generar una economía de mercado capaz de estimular la reconciliación étnica y sostener una democracia parlamentaria.
Sin embargo, ya pasaron tres años y aún no despega el proyecto de privatización sobre el cual se basa esta estrategia.
"En algunos casos, la privatización avanza con mucha lentitud, en otros casos va demasiado rápido", comentó el Alto Representante de la comunidad internacional para Bosnia, Carlos Westendorp.
"Estamos preocupados porque si no hay un proceso de privatización bien concebido será muy difícil que las empresas alcancen buenos niveles de eficiencia", añadió.
A comienzos de mes, un representante del gobierno de Estados Unidos comentó en Washington que los desembolsos podrían congelarse si los gobiernos de la federación musulmano-croata y la entidad serbia de Bosnia no logran avanzar en el proyecto de privatización.
Hasta 1991, la economía bosnia estaba caracterizada por un control estatal ineficiente y una propiedad privada restringida, similar a la del resto de Yugoslavia. En 1992, justo cuando empezaban las reformas, comenzó la guerra.
Los bienes del estado de la federación musulmano-croata de Bosnia valen entre 9.000 y 15.600 millones de dólares, y en la entidad serbia de Bosnia el monto es mucho menor. La cifra se obtiene del valor antes de la guerra menos el costo de los daños causados por el conflicto.
Hay discrepancias en torno al valor de los bienes estatales, en particular cuando se considera el daño a la infraestructura y el impacto sobre el comercio.
Otro tema polémico es la entrega de certificados de propiedad a cada uno de los ciudadanos de la federación musulmano-croata. Todo el proceso está trancado por las demandas de los veteranos de guerra.
La Oficina del Alto Representante aceptó la propuesta del ministerio de Defensa para destinar 4.200 millones de dólares al sector militar, pero la disputa continúa, alimentada por la rivalidad existente entre el ejército bosnio y las HVO, milicias croatas que forman parte de las fuerzas armadas del país.
"Si esto no se soluciona, la Oficina de todas maneras procederá con la entrega de certificados. La privatización se realizará, y los militares serán excluidos de este proceso mientras no estén de acuerdo", dijo la portavoz de la Oficina del Alto Representante, Alexandra Stiglmayer.
Pero la entrega de certificados también se ha visto afectada por la carencia de información demográfica después de la guerra. Los ciudadanos recibirán el documento por correo, y eso plantea el desafío de llegar hasta un millón de bosnios desplazados de sus hogares por el conflicto bélico.
La realización de un proyecto de privatización exitoso también requiere de la reestructuración del sector bancario. Sin embargo, los planes de privatización de bancos generaron denuncias sobre falta de transparencia, mientras el Ministerio de Hacienda parecía incapaz de garantizar la rectitud de estas operaciones.
Mientras no se privaticen los bancos, será imposible desmantelar el viejo sistema comunista de controles comerciales, mediante el cual un vendedor que desea comprar al por mayor debe registrar la transacción ante una agencia estatal antes de acceder a la mercadería.
Las opciones para estos comerciantes son ignorar las regulaciones y pasar al mercado negro, o aceptarlas y resignarse a hacer todo el papeleo necesario. "Es una dictadura financiera", afirmó Stiglmayer.
"Siguen viendo las cosas con la óptica del comunismo: la idea de perder control de las transacciones monetarias preocupa a las autoridades. Ahora los bancos deberían asumir el control, pero el sector bancario es un desastre", añadió.
Sin embargo, la mayor parte de los problemas para la reconstrucción y las reformas de libre mercado no se originan en el legado de viejos esquemas socialistas, sino en el estado caótico en que quedó sumida la economía bosnia a raíz de la guerra.
En 1995, la actividad industrial equivalía a cinco por ciento de la que existía antes del conflicto. El desempleo llegaba a 70 por ciento, y aunque bajó en la actualidad aún se mantiene alto en 40 por ciento.
En este momento, cerca de 40 por ciento de las entidades comerciales de Sarajevo están en manos privadas, y muchas de ellas operan en forma ilícita, en el marco de una economía clandestina surgida durante la guerra cuando los servicios colapsaron y la gente debió encontrar mecanismos para sobrevivir.
Los bosnios ven con molestia la imagen que se les atribuye de voraces receptores de ayuda, y argumentan que cuando hay capital y son eliminados los controles, la iniciativa privada florece.
La ayuda internacional contribuyó a restaurar los servicios esenciales, pero aún no logra traducirse en una mejor calidad de vida para los bosnios. El salario promedio de un oficinista en la federación musulmano-croata es de 120 dólares mensuales, el doble de lo que gana el mismo trabajador en la entidad serbia de Bosnia.
"Los empleadores no pagan seguridad social y los trabajadores deben soportar largas jornadas de trabajo, sin días libres. Están obligados a aceptar las reglas", comentó Merina Besirovic, de la oficina en Sarajevo de la Federación Internacional de Empleados Comerciales, Oficinistas, Profesionales y Técnicos.
Besirovic destacó que en este escenario el estado debe hacerse cargo de los desempleados, "y las propuestas de privatización no consideran este hecho". (FIN/IPS/tra-en/ks/ss/lc-ml/dv/98