El acuerdo comercial entre Argentina y México acentuó las discrepancias acumuladas entre los dos principales socios del Mercosur, temporalmente opacadas por la crisis financiera en Brasil que también amenaza y perjudica la integración.
Al fijar un período de vigencia hasta el final del 2001, el acuerdo atropella la unión aduanera del Mercosur, cuyo arancel externo común se aplicará plenamente a partir de enero del 2001 a todos los rubros, a excepción de telecomunicaciones e informática.
El gobierno e industriales de Brasil temen que Argentina se convierta en punto de reexportación para los demás miembros del Mercosur de productos mexicanos, que, en la práctica, son estadounidenses y "maquilados" en México.
Las negociaciones del Mercosur tanto con México como con la Comunidad Andina se prolongan sin perspectivas de una conclusión positiva. En el primer caso la dilación se debe principalmente a discrepancias con Brasil.
Las señales de impaciencia no se limitan a Argentina. La Confederación Nacional de la Industria (CNI) decidió discutir por su cuenta cuestiones comerciales con sus congéneres mexicanas. Una primera reunión está fijada para el día 16 en Rio de Janeiro.
La CNI también criticó en un documento enviado el 28 de octubre a distintos órganos del gobierno la forma como se realiza la negociación oficial con la Comunidad Andina, que, afirmó, no contempla los intereses de la industria nacional ni abre posibilidades de entendimiento.
La crisis financiera actual convierte en "prioridad absoluta ampliar el acceso de los productos brasileños a otros mercados", urgió el presidente de la CNI, senador Fernando Bezerra.
Para presionar a México a concurrir a negociaciones efectivas con el Mercosur, el gobierno brasileño dejó de prorrogar sus acuerdos bilaterales con ese país en el ámbito de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI).
La iniciativa argentina afecta la intención de sellar un acuerdo Mercosur-México similar a los firmados con Bolivia y Chile, al romper la unidad negociadora. "Es preocupante", reaccionó Renato Marques, responsable de Integración Latinoamericana de la cancillería brasileña.
Industriales brasileños creen, sin embargo, en la posibilidad de sacar las negociaciones de la apatía. La confianza se basa en las pérdidas mexicanas por la suspensión de las preferencias comerciales.
De enero a agosto de este año, Brasil solo importó 686 millones de dólares desde México, 17,7 por ciento menos que en igual período de 1997, según estadísticas oficiales brasileñas.
Mientras, el flujo inverso registró un alza de 37,9 por ciento, alcanzando 699 millones de dólares, permitiendo a Brasil pasar de un déficit de 327 millones de dólares en enero-agosto de 1997 a un superávit de 13 millones este año.
La divergencia, en ese caso, acentúa conflictos en el Mercosur. Argentina ofreció, por ejemplo, facilidades a productos siderúrgicos mexicanos, mientras amenaza con acciones antidumping a empresas brasileñas del mismo sector.
Por otra parte se comprometió a no incluir azúcar brasileño en los dulces y chocolates que podrá colocar con preferencias en el mercado mexicano.
El azúcar es el único producto totalmente excluido del Mercosur y sin perspectivas de inclusión, pese a protestas de Brasil. La mayor competitividad brasileña se debe a los subsidios, acusan los argentinos.
Los efectos de la crisis financiera internacional, que amenazan principalmente a Brasil, también contribuyen a deteriorar las relaciones comerciales entre los socios por las dificultades que enfrentan todas las economías.
Obligado a mejorar sus cuentas externas, Brasil impuso restricciones a importaciones de productos agrícolas y medicamentos, exigiendo licencias previas para numerosos rubros. Argentina se ve particularmente afectada por esas medidas.
Las represalias se suceden. La Feria Internacional de Calzados, en Buenos Aires, vetó la participación de la industria brasileña.
Por ahora, el surgimiento de la crisis en Brasil hace menos visibles tales discordias entre socios. Para Argentina, que depende del gran mercado vecino para más de un tercio de sus exportaciones, una devaluación de la moneda brasileña sería el desastre mayor. La solidaridad interesada silencia las quejas. (FIN/IPS/mo/mj/if/98