La relación entre Canadá y América Latina y el Caribe durante esta década dió un gran salto en materia de comercio e inversiones, en un proceso de acercamiento sin mucha publicidad, destacó el SELA en Venezuela.
Las ventas de la región a Canadá subieron 72,6 por ciento entre 1993 y 1997, para situarse en 8.700 millones de dólares, mientras que las compras a la nación norteamericana crecieron 57,4 por ciento, al alcanzar 4.000 millones de dólares.
América Latina se consolidó también como el principal receptor de las inversiones de las empresas canadienses en el mundo en desarrollo, al pasar de 8,5 por ciento en 1990 a 13,7 por ciento en 1996 de las colocaciones totales de esas firmas en el exterior.
Los mayores receptores de inversión canadiense en la región son México, Brasil, Venezuela, Colombia, Chile y Argentina, por ese orden.
El SELA (Sistema Económico Latinoamericano), con sede en Caracas, puntualizó en el informe "El Papel de Canadá en el Hemisferio", divulgado el viernes, que los capitales canadienses se concentraron al sur del río Bravo en minería e hidrocarburos.
Canadá es socia de México en el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte, que opera desde 1994 y está también integrado por Estados Unidos.
Además, fue uno de los países más activos en el trienio preparatorio de las negociaciones para crear el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), matuvo gran cercanía con los intereses de la región y fue factor de equilibrio frente a las discrepancias entre los latinoamericanos y Washington.
Las negociaciones del ALCA fueron lanzadas formalmente en abril por los gobernantes de los 34 países participantes, durante una cumbre en Chile, y Canadá fue encargada de presidir la primera ronda negociadora, que concluyó en Miami el 19 de octubre.
El SELA destaca que las relaciones de Canadá se concentran por ahora en un grupo de países, pero que el gobierno de Jean Chrétien tiene una intensa agenda para ahondar la cooperación y la apertura con la mayoría de los bloques de la región y en forma bilateral con los que no pertenecen a ellos, como Cuba y Chile.
México y Brasil son los países que aglutinan el mayor volumen de exportaciones latinoamericanas a Canadá. México le vendió en 1997 por valor de 5.000 millones de dólares y Brasil, por 1.000 millones.
En 1997, Chile tuvo en Canadá el segundo inversor extranjero, detrás de Estados Unidos, y este año, la afluencia de capitales va a alcanzar los 6.000 millones de dólares. En el caso de Brasil, las inversiones canadienses suman 3.500 millones anuales.
El punto de partida para el radical cambio de orientación de Canadá respecto de la región fue su incorporación en 1989 a la Organización de Estados Americanos (OEA).
En ese cambio tuvo un peso determinante el proceso de apertura y de ajuste neoliberal que se expandió por la región desde fines de la década pasada, a raíz de la llamada crisis de la deuda.
Antes, durante la llamada "década perdida" latinoamericana, Canadá borró a la región de su agenda de prioridades políticas y económicas, para concentrar su mirada en las entonces pujantes economías del sudeste asiático.
El impulso definitivo para la nueva relación de Canadá con la región lo brindó el TLC, que ahondó al mismo tiempo la necesidad de Otawa de "salir de la sombra estadounidense" y consolidar su propia identidad frente al subcontinente.
La relación trenzada con Cuba es un hito en esa toma de distancia respecto de Washington. Canadá es el primer inversionista en la isla antillana y fue uno de los mayores opositores a la ley Helms-Burton, de Estados Unidos, que autoriza sanciones contra otros países que inviertan en Cuba.
En 1997, Canadá y Cuba rubricaron un acuerdo en que por vez primera, el gobierno de Fidel Castro se compromete a trabajar con una nación industrial en el asunto de los derechos humanos.
Y en abril de este año, Chrétien visitó La Habana tras el lanzamiento de las negociaciones del ALCA -Cuba es el único país del continente excluido de ese proceso- y se pronunció a favor de la presencia de Castro en la próxima cumbre americana, que se realizará en Canadá.
En el periódo analizado por el SELA de 1993 a 1997, las ventas canadienses a Cuba subieron 112 por ciento y las compras, 92 por ciento.
Con México, además de su sociedad en el TLC, Canadá ha establecido más de 35 acuerdos bilaterales, que van desde la eliminación de la doble tributación a la cooperación ambiental.
Al fracasar la tentativa de ingreso de Chile al TLC, Ottawa suscribió con ese país un acuerdo bilateral de libre comercio en noviembre de 1997, a fin de impulsar el intercambio. Las ventas de Canadá a Chile crecieron 76 por ciento entre 1993 y 1997, y sus compras en el mismo mercado 44,7 por ciento.
Con el Mercado Común del Sur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, existe una negociación avanzada para un ambicioso acuerdo de liberalización, que incluirá los servicios y establece reglas novedosas en varios aspectos.
La relación canadiense con el Caribe anglohablante se basa en un acuerdo asimétrico de 1986, que ha generado lazos especiales entre las dos partes, si bien no produjo un incremento del comercio tan notable como en el caso del área continental.
Pero aún así, las ventas caribeñas a Canadá subieron 15,6 por ciento entre 1993 y 1997, mientras que las compras lo hicieron 7,5 por ciento.
El análisis del SELA, un foro integrado por 28 países, establece que el "nuevo foco" de interés canadiense en la región es América Central, con la que negocia otra zona de libre comercio.
En el periodo estudiado, Canadá aumentó 85 por ciento sus compras a esa zona, y 30,6 por ciento sus ventas.
El documento no cita la relación entre Canadá y la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), pero las partes alcanzaron un acuerdo formal para avanzar hacia la desgravación comercial y promover nexos preferenciales en materia de inversión. (FIN/IPS/eg/ff/if/98
