Un título otorgado hace 215 años por el rey Carlos III de España fue el arma con que la comunidad indígena kariña recuperó sus tierras en Venezuela y obtuvo el reconocimiento oficial de su existencia como etnia.
La Corte Suprema de Justicia, al validar el título colonial, reparó además la usurpación efectuada por un concejo municipal y reconoció el derecho a la propiedad colectiva sobre la tierra, una figura en desuso en la Venezuela contemporánea.
Por añadidura, el máximo tribunal confirmó el reconocimiento de Venezuela como "sociedad pluricultural", y admitió inspirarse en los convenios de la Organización Internacional del Trabajo, en la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y en constituciones de otros países latinoamericanos.
"Es una victoria para el espíritu de lucha y de trabajo de estos pueblos y una reivindicación de los indígenas venezolanos, muchos de ellos sumidos en la miseria y sobreviviendo con limosnas", comentó a IPS Fabián Chacón, abogado de los kariña.
"Me siento feliz, sin riquezas materiales pero con una hermosa familia, y por el rescate de nuestra identidad y nuestras tierras", dijo por su parte Carlos García, gobernador (cacique) de la comunidad kariña "Jesús, María y José".
La sentencia de la Corte restituye a esa comunidad de nombre católico y 600 habitantes la propiedad de 10.364 hectáreas de tierras de labor en el el área de Aguasay, en el petrolero estado de Monagas, unos 500 kilómetros al sureste de Caracas.
Es apenas un pedazo de las tierras ancestrales de los kariña, de los pueblos guerreros llamados caribes por los españoles, y que dominaban en el norte de América del Sur y en las Antillas.
En las tierras al norte del Orinoco, los kariñas ofrecieron una férrea resistencia a los conquistadores hasta entrado el siglo XVIII, cuando quedaron reducidos a comunidades catequizadas y a las que se asignaron espacios en ocasiones muy precisos.
Carlos III (1716-1788, en el trono desde 1759), el monarca de la Ilustración en España y el gran urbanista de Madrid, otorgó el 13 de octubre de 1783 un título de propiedad a los kariñas sobre tierras junto al río Aguasay.
Andando el tiempo se perdió ese documento en Venezuela, mientras la comunidad resistía con reglas propias de convivencia y la figura del gobernador, hasta llegar a este siglo con dos, el legendario José Patete y luego García, que ya tiene 22 nietos.
"Patete me entregó la responsabilidad de luchar por rescatar nuestras tierras e identidad. Lo hemos logrado", dijo García. Los kariña son unos 8.000 individuos, muy integrados a las comunidades campesinas del oriente venezolano.
El antropólogo italiano Manuel Amodio y los venezolanos Filadelfo Morales y Armando Biort investigaron en los años 60 de este siglo sobre los kariña, y en los Archivos de Indias de Sevilla encontraron copia del título otorgado por Carlos III.
"Estaba en castellano antiguo y precisaba distancias en leguas y varas", recordó Chacón, hasta que en 1967 fue traducido y registrado "y recomenzó la lucha por la tierra".
En 1987, el Concejo Municipal de Maturín -capital de Monagas- decretó como ejidos los terrenos reivindicados por la comunidad Jesús, María y José, declaró extinguida la etnia y adjudicó algunos lotes a particulares.
"Fue una burda operación para que colaboradores de partidos políticos se hicieran con tierras desde las cuales reclamar indemnizaciones a las compañías petroleras que exploraban el subsuelo y preparaban el tendido de ductos", según Chacón.
La comunidad indígena reclamó la nulidad de la ordenanza municipal, en un largo juicio que sólo concluyó al aprobar la Corte, por unanimidad de sus 15 jueces en Sala Plena, la ponencia del magistrado José Luis Bonnemaison.
Al anular la ordenanza, la Corte "reconoce la existencia de la comunidad indígena de Aguasay y del grupo étnico kariña", y destacó que tal hecho revela "una memoria histórica, un sentido de pertenencia colectivo, una tradición de valores y una voluntad de no perder su identidad".
La Corte dijo que el ayuntamiento "usurpó la jurisdicción del Poder Judicial al anular un documento registral" para declarar extinguida la etnia. La sentencia invocó adenás el artículo de la Constitución que ordena a los poderes públicos admitir "el régimen de excepción de las comunidades indígenas".
La comunidad se prepara ahora para usar las tierras para el cultivo de cereales, palma, banano y mandioca y para la cría de ganado, actividades propias para esos suelos, según "los agrónomos que ya tenemos entre nuestros jóvenes", dijo García.
En varias de sus asambleas, desde hace años, la comunidad "dio la instrucción de crecer, de tener hijos, de afirmarse y permanecer, con orgullo de ser un pueblo que se redujo, pero que nunca capituló formalmente", señaló Chacón.
El próximo paso será batallar contra algunos ocupantes ilegales, buscar créditos para sus proyectos y demandar del grupo estatal Petróleos de Venezuela compensaciones por el paso de ductos y por algunos daños ecológicos registrados.
La recuperación de la capacidad productiva de los kariña puede ser un espejo para otras comunidades indígenas, especialmente los warao, del delta del Orinoco (oriente), y los barí y yukpa, de la Sierra de Perijá (occidente).
Decenas de familias procedentes de esas comunidades se establecieron en Caracas para sobrevivir como mendigos en las calles. (FIN/IPS/jz/ff/hd/98