La violencia y el sensacionalismo en la televisión despertaron en Brasil una reacción que puede conducir a algún mecanismo de control que imponga límites y mayor respeto de los derechos humanos en la programación.
Peleas callejeras y familiares, sexo, adulterio y mutilaciones físicas, todo presentado en programas que se multiplican con pretensiones de periodismo "crudo y en vivo", fueron la gota que derramó el vaso.
El secretario Nacional de Derechos, José Gregori, inició esta semana un diálogo con las emisoras buscando elevar la calidad de la programación y reducir la exhibición de violencia.
No habrá censura, lo que se busca es alguna forma de autorregulación por cada emisora y no por sus asociaciones o códigos generales, siguiendo la exitosa experiencia italiana, según Gregori. El objetivo es evitar abusos y el recurso a la truculencia en la disputa por la audiencia.
El secretario busca estimular a las emisoras a adoptar un "manual de calidad" para control interno, o un "ombudsman". Su iniciativa responde a las diarias quejas que recibe contra la degeneración televisiva.
Las protestas se intensificaron tras la gran audiencia lograda por "Ratinho" (Ratoncito), apodo de Carlos Massa, con un programa en el que predominan casos explícitos de violencia, como imágenes de una mujer degollada, y personas deformes.
El éxito comercial del presentador produjo imitadores y fuerte disputa por su contrato. Trascendió que su pase de la red Record al Sistema Brasileño de Televisión (SBT) costó unos 36 millones de dólares.
La reacción a su sensacionalismo ganó fuerza cuando se descubrió en octubre que contrató a desempleados para representar encuentros adúlteros sorprendidos en el acto por el marido traicionado, presentanto las escenas como reportaje de casos reales.
El fiscal Clilton Guimaraes dos Santos pidió la intervención judicial en el "Programa de Ratinho", con aplicación de una multa de casi 29 millones de dólares.
Como pena alternativa sugirió que 30 minutos del programa de dos horas sean destinados a informaciones educativas sobre derechos humanos, ambiente, defensa del consumidor y prevención de las drogas.
El Ministerio de Justicia adoptó una medida inicial, calificando el programa como impropio para niños menores de 14 años, obligando de esa forma a atrasar su inicio de las 20:30 a las 21 horas locales (23:00 GMT).
Además, la Asociación Brasileña de Emisoras de Radio y Televisión amenazó con expulsar el SBT si se confirma la violación a su código de ética, con la exhibición de reportajes fraguados.
Por último, el senador Artur da Távola, presidente de la Comisión de Educación del Senado, propuso no renovar la concesión de emisoras al SBT, si éste sigue incumpliendo "los valores éticos y sociales de las personas y de la familia".
Pero los problemas no se limitan a Ratinho y sus imitadores. La televisión abierta pasa por un proceso de vulgarización, por la creencia de que sus emisoras se disputan principalmente las capas pobres de la población, ante la migración de los ricos a la televisión por cable, de introducción reciente en Brasil.
La violencia es generalizada. Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas reveló que en 71 horas de dibujos animados, exhibidos en agosto por seis emisoras brasileñas, se mostraron 1.432 crímenes, 20 por hora, 30 por ciento de los cuales fueron homicidios y 57 por ciento con heridos.
Tanta violencia no necesariamente lleva a los niños a ser violentos. "Ellos saben distinguir entre ficción y realidad", aseguró Elza Dias Pacheco, quien coordinó un estudio sobre el tema realizado por el Laboratorio de Investigaciones sobre Niñez y Comunicación de la Universidad de Sao Paulo.
Gregori reconoce que la televisión no fomenta la violencia de forma directa, pero lamentó que esté contribuyendo menos aún a reducirla. Como concesión de servicio público, y por norma constitucional, las emisoras tienen responsabilidades en promover el civismo, la cultura y los derechos humanos, observó.
El diálogo no es fácil. "Imágenes fuertes, que tocan los sentimientos", son indispensables incluso para movilizar la asistencia a los pobres, sostuvo Eduardo Lafón, director artístico del SBT.
Una mujer con los ojos perforados por el marido celoso propició a Ratinho una audiencia record y su aparición en las pantallas de televisión le permitió obtener donaciones inimaginables por otras vías, arguyó Lafón, impulsor de los programas de Ratinho. (FIN/IPS/mo/ag/hd-cr/98