La globalización y el libre mercado que rigen en la mayoría de las capitales de América Latina no parece resolver el abismo entre la ciudad imaginada y deseable con la que sueñan millones de personas y la ciudad real y conflictiva en la que viven.
Grandes manchas urbanas que se extendieron a partir de los núcleos capitalinos desbordaron sus límites hasta convertirse en ciudades-región, donde se concentran los mayores avances industriales y tecnológicos y también los mayores índices de marginalidad.
Los planes para promocionar las ciudades en busca de inversión extranjera incluyen retoques estéticos que no logran esconder la pobreza, afirmaron urbanistas de América Latina y Europa que se congregaron en Santafé de Bogotá.
Los expertos se reunieron bajo el lema "la ciudad no es la selva, la ciudad es la gente", en el marco de la I Feria Internacional de Ciudades que concluyó el 26 de octubre en la capital colombiana.
La conferencia fue convocada por la Fundación Hábitat de Colombia y combinó una agenda académica que abordó las tendencias de las ciudades en la transición del siglo XX al XXI y una muestra en la que participaron Madrid, Bilbao, Málaga, Budapest, La Habana y 15 ciudades colombianas.
La incertidumbre es el sello de la sociedad actual. "La globalización y la informática no han traído certeza ni siquiera a los grandes capitales financieros y corporativos, sus beneficiarios fundamentales", afirmó Emilio Pradilla, doctor en urbanismo y en desarrollo económico y social.
Pradilla, quien disertó sobre las megalópolis latinoamericanas en la globalización y expuso el caso de la Zona Metropolitana de Ciudad de México, tiene, sin embargo algunos sombríos pronósticos.
"La metrópolis y la megalópolis que nuclea avanzan en medio de la crisis hacia una agudización creciente de sus problemas y contradicciones. El futuro de ese gigantesco núcleo urbano parece social y técnicamente crítico", dijo.
Pradilla, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, dijo que en las sociedades urbanas actuales "no basta democratizar la política y la economía", pues "hace falta construir proyectos alternativos de territorios democráticos, equitativos, sustentables".
El urbanista habló con la experiencia de su trabajo en la Zona Metropolitana de México, la concentración urbana más grande de la región y una de las mayores del mundo, donde habitaban en 1995, último dato disponible, 17,1 millones de personas.
Conformada por la capital y 58 municipios integrados aunque diferenciados política y administrativamente, la Zona Metropolitana tiene un crecimiento promedio anual de 1,9 por ciento, resultado de una tasa baja, de 0,5 por ciento en el Distrito Federal, y una intensa, de 3,3 por ciento, en el resto.
A su vez, la zona metroplitana conecta su trama urbana con 515 localidades de seis estados federados, conformando la llamada megalópolis del centro de México, que hace tres años albergaba a 24 millones de personas.
Carlos Mattos, del Instituto de Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, expuso el caso del Area Metropolitana de Santiago, una de las primeras en experimentar los cambios radicales provocados por las políticas de liberalización económica en los años 70.
El especialista recordó cifras del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo según las cuales entre 1987 y 1996 la población chilena en situación de pobreza e indigencia disminuyó de 45 por ciento al 23 por ciento.
De todos modos, sostuvo, se mantiene una "fuerte desigualdad social" en el Area Metropolitana de Santiago, que se expresa "en una estructura metropolitana caracterizada por una fuerte segregación que se materializa en verdaderos guetos urbanos, unos para ricos, otros para pobres".
Como ejemplo, Mattos citó los bajos índices de pobreza (entre 0,8 y 1,2 por ciento) en Providencia, Las Condes y Vitacura, las tres comunas más ricas de la ciudad, frente a los de las zonas más pobres, Huechuraba, Renca y Pedro Aguirre, donde esa tasa oscila entre 38,4 y 32,7 por ciento.
Según Mattos, la liberalización económica, la desregulación y la gestión urbana conducen "a un urbanismo basado en acciones fragmentarias", lo que se observa tanto en Santiago como en otras ciudades que aplican modelos destinados a ubicar a las capitales como parte de la red de ciudades globales.
Las acciones se focalizan en ciertas partes de la ciudad donde también se concentran las inversiones en función de su mayor rentabilidad, dijo el experto.
También en función de la competitividad las administraciones capitalinas diseñan proyectos para "mejorar la imagen de sus partes más visibles" que el experto llama "lavados de cara", que "por lo general no pueden y ni siquiera pretenden enfrentar las raíces de los problemas que aquejan a la vida urbana".
Sergio Boisier, del Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), explicó que "la globalización puede ser para muchas regiones lo que la llama de la lámpara es para la mariposa nocturna: una atracción fatal".
El analista estima que al recuento de fracasos latinoamericanos en modelos de desarrollo regional hay que anteponer modelos mentales adecuados que respalden intervenciones territoriales exitosas.
Esas políticas de Estado que no solo deben lograr mejores niveles de desarrollo para algunas de sus regiones sino contemplar el conjunto del país.
¿Qué individuo querría quedarse residiendo en un lugar rezagado si puede libremente emigrar dentro de su país a otro lugar exitoso?, se preguntó Boisier.
La reflexión sobre los problemas de las grandes urbes en la transición del milenio se retomará en octubre del 2001 en Madrid, sede de la Segunda Feria de Ciudades.
Si no agudizan entonces la crisis fiscal, los problemas electorales y las imprevisiones burocráticas que adujeron la mayoría de los municipios latinoamericanos para no participar en Santafé de Bogotá, los españoles podrán ver cómo se desarrollaron las ciudades fundadas por sus antepasados 510 años atrás. (FIN/IPS/mig/mj/dv/98