El movimiento ambientalista de Puerto Rico celebró como una importante victoria la decisión del gobierno de proteger una de las últimas áreas verdes de la capital.
"Esta es la primera vez en la historia de la explosión urbana de Puerto Rico que el verde predomina sobre el cemento", comentó el profesor José Molinelli, experto ambiental de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
El área, conocida como el Bosque Urbano, abarca 161 hectáreas sobre una colina que domina el borde meridional del barrio Río Piedras de San Juan. Al norte se encuentra el jardín botánico de la UPR y su estación agrícola experimental.
Las tres áreas contiguas suman casi la misma superficie que el Parque Central de Nueva York.
"El Bosque Urbano es la última montaña verde que queda en San Juan", señaló Molinelli. "Lo necesitamos, porque los árboles purifican el aire y desplazan los gases nocivos y el polvo de la atmósfera. Es un sistema natural de aire acondicionado", definió.
"También atenúa los efectos de inundaciones y sequías, y reduce el calor urbano. Por esa razón, el bosque es esencial para la infraestructura de San Juan", afirmó Molinelli.
El área contiene una vasta variedad de especies arbóreas y sirve de refugio a mariposas, aves y anfibios. El Bosque Urbano es, también, la fuente que alimenta algunas de las vías de agua s más importantes de la ciudad, como el río Piedras y el torrente de Juan Méndez.
Molinelli señaló que los espacios verdes ocupan 46 por ciento de la superficie de la ciudad de Los Angeles, que es el mayor ejemplo de expansión urbana para muchos ambientalistas. Por contraste, las zonas verdes que perduran en San Juan represemtan apenas 17 por ciento de su extensión.
El experto propuso que el Bosque Urbano fuera provisto de instalaciones recreativas, como sendas peatonales y zonas destinadas a acampar y a conciertos al aire libre.
"Este bosque debe ser utilizado para diversiones pacíficas y gratuitas, porque en Puerto Rico hay muchas formas violentas de entretenimiento y demasiados lugares en que no se entra sin pagar", dijo Wanda Colón, una residente local cuya casa está justo en el Bosque Urbano.
"La conservación de este bosque es un paso gigantesco en la dirección correcta, pero espero que el proyecto no se convierta en una excusa para justificar la destrucción de ecosistemas en otras partes", advirtió Juan Rosario, de Misión Industrial, una organización no gubernamental ambientalista.
Rosario teme que el gobierno pueda utilizar el Bosque Urbano para mostrar que se preocupa por la protección del ambiente y, al mismo tiempo, permitir que la explosión edilicia continúe en otros sitios.
"El movimiento ambientalista no debe olvidar los bosques de mangos de San Juan y los humedales de Piñones, al este, que también están amenazados por el desborde urbanístico", observó Rosario.
Los ambientalistas se opusieron al rápido crecimiento de las zonas suburbanas, con centros comerciales y autopistas que interrumpieron el cauce natural de ríos, destruyeron arrecifes de coral y favorecieron la erosión.
Algunos residentes de la septentrional ciudad costera de Arecibo demandaron judicialmente al gobierno y solicitaron compensaciones por la destrucción de sus propiedades cuando el huracán George se abatió sobre la isla hace dos meses.
Aparte de los daños a estructuras fabricadas por el hombre, los demandantes denunciaron el deterioro de los ecosistemas como resultado de la política oficial, que dio vía libre al crecimiento urbano descontrolado.
Los denunciantes entienden que edificaciones impulsadas por el gobierno interfirieron el curso natural de las aguas y favorecieron inundaciones que dañaron a sus propiedades en forma aún más severa. (FIN/IPS/trad-en/cr/cb/ego-nc-ff/en/98