Japón inició una campaña para frenar su voraz demanda de atún con el fin de reducir la sobrepesca mundial, pero para lograr esa meta tomó medidas que agudizan la competencia y desagradan a los pescadores de este país.
El asunto es de gran relevancia para el principal consumidor de atún del mundo. Los "sushi bar" lo sirven crudo y es una de sus especialidades más requeridas. Estos restaurantes adquieren la tercera parte de las capturas mundiales de esta especie.
La demanda japonesa estimula la competencia entre proveedores de este país y también entre los del resto del mundo.
"El auge económico japonés que se registró después de la segunda guerra mundial estimuló la demanda del costoso atún, y las presiones aumentaron con el surgimiento de una clase media próspera", dijo Shigeki Komori, de la oficina de la Fundación Mundial para la Naturaleza (WWF) en este país.
Pero la situación comenzó a cambiar, ya que Tokio tomó medidas para reducir la sobrepesca, ante la disminución de las reservas de atún y las críticas contra Japón que lo acusan de ser un consumidor irresponsable y egoísta.
Hace poco tiempo el gobierno reconoció que este país contribuye a la sobrepesca, un cambio de actitud después que su imagen se deterioró severamente hace unos años cuando se opuso a disminuir las cuotas de capturas de ballenas.
"Japón quiere demostrarle al mundo que actúa con responsabilidad", dijo Moriya Kaneko, de la Agencia Pesquera.
A partir de enero, y por primera vez, los pescadores japoneses deberán contar con un permiso especial del Ministerio de Agricultura, Bosques y Pesca antes de trabajar con barcos que no pertenecen a la Convención Internacional para la Conservación del Atún Atlántico.
Quienes no cumplan con este requerimiento se verán obligados a pagar una multa de hasta 4.200 dólares.
Las autoridades esperan que esta restricción mejore el control sobre el comercio de atún, ya que los pescadores japoneses tienen conocimientos de alta tecnología y capacitación, y frente a las dificultades buscan trabajo en otro tipo de operaciones.
Muchos de ellos se enrolan en flotas extranjeras para mantenerse dentro del negocio.
Y lo hacen porque la pesca de atún continúa siendo muy rentable. Los ambientalistas aseguran que los países no quieren perder el mercado japonés, pues el precio del atún crudo en ese país es 30 veces superior al del atún enlatado.
Las importaciones, de hecho, abastecen 90 por ciento de la demanda de atún crudo del mercado mayorista japonés. El producto proviene principalmente de Taiwán, Indonesia, Corea del Sur y Estados Unidos.
En 1997 Japón importó 250.000 toneladas de atún, un poco menos que el año anterior. Las capturas locales sumaron 300.000 toneladas. Esas cantidades están dentro de las cuotas asignadas a Japón, de acuerdo a regulaciones pesqueras internacionales.
En medio de las nuevas restricciones, las flotas de los países compiten intensamente entre ellos y con sus pares japoneses para mantener su cuota de acceso a este lucrativo mercado asiático.
Los países que no son miembros de la Convención del atún atlántico, y que por lo tanto no están sometidos a las cuotas, también exportan a Japón.
La alta demanda de atún y la dura competencia contribuyeron a que las reservas mundiales de esta especie disminuyeran en una quinta parte, de acuerdo con lo informado por organizaciones ambientalistas.
El atún de aleta azul, el más requerido en los restaurantes de sushi, alcanza precios meteóricos, aunque ha sido depredado hasta tal punto que sólo representa dos por ciento de las capturas. Hace poco la prensa informó que un ejemplar de 238 kilos se vendió en Tokio en 80.000 dólares.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dictaminó que las capturas de atún deben bajar 30 por ciento para proteger las reservas del futuro. Japón considera que 20 por ciento sería suficiente.
"Japón considera que es necesario proteger las reservas de atún, y nuestra estimación está basada en una estrategia sustentable para lograr esa meta", argumentó Kaneko.
Hay quienes consideran que la meta japonesa de reducir 20 por ciento sus capturas e imponer algunas restricciones para sus pescadores que trabajan en el extranjero es bastante modesta.
Pero también se trata de un gran avance frente a la posición de hace algunos años, cuando las autoridades japonesas se oponían a las demandas de los conservacionistas y consideraban como exagerados y poco científicos los informes sobre reducción en las reservas.
Debido a que Japón es miembro de la Convención que restringe sus capturas, la industria tuvo que adaptarse. Y esto provocó que muchos pescadores optaran por trabajar en barcos con banderas de conveniencia de países como Honduras, Belice y Panamá.
La perspectiva de que su fuente de trabajo sea restringida debido a la ley que entra en vigencia en enero, genera protestas de los pescadores ante el peligro de quedar desempleados en medio de los rigores de la recesión.
Pero Tokio no cede. "Las autoridades parecen estar comprometidas con la meta de conservación ambiental", dijo Komori.
"No se trata de una simple respuesta a las críticas. Ahora las autoridades parecen convencidas de que si no toman medidas con responsabilidad, estarán comprometiendo los beneficios a largo plazo".
"Es un paso muy importante hacia la conservación de los recursos marinos que tienen mercado en Japón", agregó el representante del WWF. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/lc-lp/en/98