Los parques de protección ecológica en la frontera entre Ecuador y Perú cuya creación definió el acuerdo de paz firmado el 26 de octubre abarcarán un área de una riqueza biológica difícil de igualar en el mundo, según expertos.
Los parques tendrán un área de 25,4 kilómetros cuadrados del lado ecuatoriano y de 54,4 kilómetros cuadrados del lado peruano, y se sitúan en la parte superior de la cordillera del Cóndor, un área de acceso restringido en el pasado debido al conflicto bélico que permanentemente resucitaba entre ambos países.
Las dos zonas quedarán bajo jurisdicción de cada uno de los países y estarán permanentemente desmilitarizadas. Los miembros de las comunidades nativas transitarán libremente por ellas.
El parque se creará gracias a la propuesta hecha a ambos países, como parte de la solución del conflicto fronterizo que mantenían desde hacía cinco décadas, por los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro, tratado fronterizo firmado en 1942 que sirvió como base para el acuerdo.
Establecer parques fronterizos en territorios antes en disputa es un mecanismo que ha dado resultados exitosos alrededor del mundo, tanto para eliminar tensiones como para ayudar a la conservación de los ecosistemas.
En 1990 existían 70 parques fronterizos en el mundo, informó la Unión de Conservación Mundial (IUCN).
Roberto Troya, representante en Ecuador y en la subregión de la organización The Nature Conservancy, dijo a IPS que la zona en cuestión figura entre las biológicamente más ricas del planeta.
Troya explicó que el pleistoceno del Marañón es una de las zonas megadiversas de la Tierra, pues no se congeló totalmente durante la última glaciación, por lo que innumerables especies encontraron refugio allí.
La más completa descripción de la riquezas de fauna y flora de la región fronteriza de El Cóndor es el informe elaborado por Conservación Internacional (CI) en 1997, sobre la base de misiones de investigación con participación de científicos ecuatorianos y peruanos en 1993 y 1994.
Los hallazgos son calificados de "espectaculares", sobre todo en botánica. Según Robin Foster, experto botánico participante, la cordillera del Cóndor puede tener la flora más rica de cualquier área de similar tamaño en América.
Adrian Forsyth, entomólogo de CI, señaló que los descubrimientos efectuados en esta zona de predominante bosque húmedo permanentemente nublado "son pocos en relación a lo que aún queda por estudiar". "Vimos áreas de prometedora riqueza a las cuales no pudimos llegar", agregó.
Entre los descubrimientos importantes figuran notables comunidades de plantas desconocidas, especialmente nuevos tipos de orquídeas, y otras muy raras y en peligro de extinción, como la planta carnívora Drosera y el helecho rizado Schizaea pusilla.
Entre las especies de utilidad científica y agrícola, se hallaron varias especies antes desconocidas de chinchona, de la que se extrae la quinina, utilizada contra el paludismo, y una especie desconocida de Theobroma (cacao), que podría utilizarse para mejorar la versión comercial.
Frutos comestibles que utilizan los indígenas shuar, como el washique (Gnetum) y el del árbol del maní (Caryodendron orinocence), tienen mucho potencial, así como la planta medicinal silvestre "sangre de drago" (Croton), cuya savia de color rojo oscuro tiene amplia utilización local como cicatrizante.
También se encontraron especies de fauna no registradas y otras poco conocidas y también en peligro de extinción, como el ave Micrastur buckleyi, el perico dorado Lepstosittaca branickii, el lorito de plumas moteadas Touit stictoptera, y el búho enano Glaucidium parkeri, aún no descripto para la ciencia.
Además, el mono araña encuentra en esta región alta un refugio contra los cazadores. Comparte la zona con osos de anteojos, murciélagos pequeños, grandes escarabajos e innumerables reptiles y peces, algunos de éstos desconocidos para la ciencia.
Las comunidades indígenas shuar y aguaruna (shuar peruanos) habitaron tradicionalmente esta zona de la Amazonia. El mundo los conoció en el pasado como los "jíbaros" o "jívaros", aunque hoy los shuar ecuatorianos rechazan ese término por considerarlo peyorativo.
Las comunidades nativas cazan, pescan y ejercen las actividades propias de su cultura en la zona de la cordillera del Cóndor. Su permanencia allí tiene, además, importancia para la conservación de actividades rituales, pues allí encuentran un elemento al que consideran sagrado: las cascadas.
En el informe de CI se cita un canto shuar que alude a la percepción del carácter sagrado de las cascadas: "Camino por donde haya una gran cascada, que nazca donde las montañas se vuelven piedra. Esta cascada me dará fuerza".
El indígena amazónico Carlos Viteri, asesor de comunicación de la líder del movimiento indígena y diputada Nina Pacari, informó a IPS que los indígenas ecuatorianos plantean que sean los shuar quienes administren la reserva natural.
Dijo que los shuar de ambos lados de la frontera deben intervenir en la definición del manejo del área, "para que su actividad no se limite al libre tránsito, y para que los argumentos ecológicos no restrinjan la actividad shuar".
CI considera también que las comunidades nativas que habitan en la base de la cordillera y a lo largo de sus ríos, que han coexistido con la biodiversidad de la región por muchos siglos, son las que más perderían con la destrucción de la región y las que más ganarían con su desarrollo y manejo apropiado.
Por ello, deben tener, en su criterio, participación en la definición de su manejo, agregaron.
Según el estudio de CI, las zonas altas, de poco uso humano, son las más ricas biológicamente, por lo que se podría establecer en ellas protección estricta, manteniendo el acceso tradicional de los indígenas a los recursos naturales.
Para CI, establecer una zona de protección "evitaría la contaminación con mercurio de una inmensa cuenca hidrográfica, causada por la extracción aurífera". También "permitiría la regeneración de las especies de fauna utilizadas por la caza y pesca en las áreas periféricas".
Viteri coincide con que el uso de mercurio debe regularse. "Si para algo debe servir el carácter de reserva, debe ser para controlar y regular las actividades de extracción", dijo.
Reveló que los indígenas ecuatorianos y peruanos han seguido visitándose clandestinamente y encontrándose para hacer sus intercambios en el territorio amazónico en disputa, porque utilizaban senderos abiertos por animales como el jabalí y el tapir.
Las comunidades ecuatorianas han pedido al gobierno que reactive el intercambio local, y para ello se mejore y construya la infraestructura necesaria en los ríos pequeños: puertos, astilleros, y hasta pistas de aterrizaje.
Viteri dijo que confían en una respuesta positiva también en materia de participación, a más tardar en diciembre, cuando se realice el Encuentro Binacional de los Pueblos Shuar-Aguaruna en Lima, reunión en la que ambos pueblos decidirán nuevos planteamientos ante los gobiernos.
"Si no hay un manejo compartido ahora cuando se elimina el conflicto Ecuador-Perú, se creará otro problema: la reserva natural restringiría las actividades de los shuar y las decisiones sobre su vida serían tomadas por la vasta burocracia ambientalista existente", declaró. (FIN/IPS/gm/mj/en/98