El presidente de Venezuela, Rafael Caldera, llamó hoy a cesar las incitaciones a la desunión de las Fuerzas Armadas como parte de la campaña electoral y aseguró que los militares respaldarán a quien gane los comicios.
Caldera se reunió con el alto mando militar para tratar de poner fin a las denuncias de fracturas en su seno y planes de un golpe de Estado para desconocer el triunfo del teniente coronel retirado Hugo Chávez, si éste gana la presidencia en diciembre como pronostican las encuestas.
El octogenario mandatario dijo que sólo "con muy mala fe y muy mala intención se puede pensar que las Fuerzas Armadas no vayan a cumplir con el respaldo a quien resulte electo presidente", para gobernar el país desde febrero.
"Venezuela tendrá elecciones pacíficas y normales, que representen la voluntad del pueblo y el pueblo tendrá que pensar y pensará y escogerá lo que más convenga para la vida del país", dijo Caldera ante la alta oficialidad militar.
El ruido de sables dentro de la campaña electoral para los comicios regionales y legislativos del 8 de noviembre y los presidenciales del 6 de diciembre recrudeció desde el lunes, cuando Chávez demandó a Caldera la destitución del comandante general del ejército, el general Rubén Rojas.
Chávez y otras figuras y comentaristas políticos afirman que Rojas, yerno de Caldera, ha dicho en diferentes actos en los cuarteles que los militares no pueden admitir que los comande quien atentó contra la democracia y mancilló a la institución castrense.
El ahora candidato de un Polo Patriótico conformado por fuerzas de izquierda, militares retirados, grupos de derecha y empresarios a favor del proteccionismo, protagonizó en febrero de 1992 el primero de los dos fracasados golpes de Estado de ese año contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez.
Caldera calificó de "chismes" insensatos las crispadas versions de fricciones entre el generalato venezolano y llamó a tener en cuenta las repercusiones de involucrar a los militares en el debate político, aunque en una democracia "no hay temas tabúes" y tampoco lo es el sector castrense.
El ministro de Defensa, el vicealmirante Tito Rincón, reveló el miércoles que hay siete oficiales y civiles retenidos por investigaciones sobre comentarios de uno de ellos de la existencia de un plan para atentar contra el general Rojas.
Pérez, detenido preventivamente en su residencia mientras se le sigue un juicio por presunto desvio de fondos públicos, se sumó el jueves a la solicitud de Chávez de que Rojas sea destituido, para evitar que se intente un nuevo golpe.
El ex presidente, acérrimo enemigo de Chávez, aseguró que todavía más grave que un triunfo del ex líder golpista sería cualquier intento de desconocer la voluntad popular, y consideró que Rojas es un factor de tensión y desunión castrense.
Analistas independientes conocedores del ánimo en el estamento militar indican que objetivamente resulta duro para un importante nivel de oficiales que Chávez pase a ser su comandante en jefe, después de que traicionó el juramento de defender la democracia.
Pero en otros amplios sectores del estamento castrense, se indica, se respalda la prédica del oficial retirado en favor de un cambio radical del modelo político del país, para superar las lacras de corrupción y empobrecimiento de la población que han pasado a signar la llamada partidocracia local.
Caldera afirmó que los oficiales en retiro tienen el derecho a opinar de cualquier ciudadano, pero deben ser más responsables en el deber colectivo del liderazgo político de preservar la unidad y la integridad de las Fuerzas Armadas, para que puedan cumplir su papel de garantizar elecciones transparentes.
El presidente no nombró en ningún momento a Chávez, al que liberó cuando llegó al poder en 1994 tras suspender el juicio en su contra y a quien mantuvo todos sus derechos civiles y de oficial retirado, incluido su salario.
El presidente aseguró con enfasis que tiene "plena confianza" en las Fuerzas Armadas y en cada comandante dentro de ellas, aunque no nombró especificamente a su yerno y polémico general, que tuvo a su cargo la apertura del acto, transmitido en directo por algunos canales de televisión, en un gesto inusual.
Añadió que los militares, como cualquier humano, tienen simpatías y antipatías, y admitió que las Fuerzas Armadas todavía "están sufriendo las huellas" de los alzamientos de 1992, en que murieron 67 oficiales y efectivos.
Pero insistió en que todos los intentos por sacar a las Fuerzas Armadas de su papel institucional "están condenados a un rotundo fracaso". (FIN/IPS/eg/ff/ip/98