Las autoridades de Venezuela consumen sus últimos esfuerzos para que el año económico 1998 cierre con sus cifras en negro, dejando al nuevo gobierno, que se instalará en febrero, ajustes con cargas explosivas.
Mientras así se corre la arruga (aplazamiento del problema), la calle es ganada por la pasión del debate político, incluídos rumores y desmentidos sobre ruido de sables, en la recta final para las elecciones regionales y parlamentarias del 8 de noviembre, y las presidenciales del 6 de diciembre.
Venezuela "ha seguido en 1998 una estrategia fiscal sui generis, mezclando ajustes con movilización de recursos para financiar el gasto", observó el economista Omar Bello, "pero deja la solución de fondo del desequilibrio fiscal a la próxima administración".
La "arruga fiscal" que el gobierno de Rafael Caldera dejará a su sucesor para 1999 fue estimada por otro economista, Alexander Guerrero, en siete puntos del producto interno bruto (PIB) o 6.000 millones de dólares. A precios actuales, la mitad de las exportaciones petroleras.
Ambos advirtieron que, además, 1999 llegará con mayores obligaciones para el Estado, en la forma de carga financiera de la deuda laboral y demandas salariales según la inflación, y al mismo tiempo, sin la base de recursos a los que echó mano la actual administración para nivelar sus cuentas.
Estos fueron nuevos endeudamientos en el exterior, pagos de cuentas entre organismos públicos y, sobre todo, la entrega de dividendos extraordinarios por parte del grupo estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Un nuevo dividendo de PDVSA es improbable para 1999, por la sostenida caída de los precios del crudo, con la que los ingresos por exportaciones petroleras cayeron de 18.300 millones de dólares en 1997 a menos de 12.000 millones en 1998.
La capacidad del resto de la economía para generar recursos recaudables mediante impuestos luce agotada, luego de un año de recesión (frente a cinco por ciento de crecimiento en 1997), de inflación pertinaz, e incapacidad para la competencia externa.
Venezuela efectuó en 1997 exportaciones no petroleras por 5.380 millones de dólares, y el conjunto de sus importaciones alcanzó a 12.311 millones. En lo que va de 1998, las primeras disminuyeron 17 por ciento y las segundas crecieron sobre 25 por ciento.
Ese movimiento comercial -sobre todo el incremento de las importaciones- en un clima recesivo, se explica en parte porque el bolívar, que se cambia a unos 570 por dólar, se ha mantenido sobrevaluado hasta en 30 por ciento, según expertos.
Rumores de devaluación llevaron hace dos meses a los agentes financieros a demandar dólares hasta bajar las reservas internacionales a 13.200 millones de dólares (eran de 17.800 millones al cierre de 1997).
Esa búsqueda de dinero para dolarizarlo elevó las tasas de interés hasta impagables niveles cercanos a 100 por ciento. El Banco Central intervino apuntalando al bolívar y las tasas bajaron, hasta su actual promedio de 57 por ciento.
Sin embargo, esos niveles de interés y los movimientos bruscos afectaron a la clase media, endeudada por sus viviendas, automóviles y otros bienes.
El sostén del bolívar y las altas tasas también forzaron un frenazo a la actividad económica, pagado con caída de la inversión y de la producción y con la multiplicación del desempleo desde julio.
El desempleo abierto en Venezuela superaba en junio 11 por ciento de los 9,7 millones de integrantes de la población económicamente activa, mientras cerca de la mitad de quienes trabajan lo hacen en la economía informal, sobre todo como subempleados.
Según sus críticos, el candidato presidencial mejor ubicado en las encuestas, el ex comandante golpista Hugo Chávez, ha hecho aún más negativo el clima, con su propuesta de revisar la política económica aperturista seguida desde hace dos años por Caldera.
Por ejemplo, la caída del desembolso de inversiones previstas – hasta 35 por ciento, de acuerdo con el experto Luis Soto- sería una de las consecuencias del "efecto Chávez", pese al lenguaje contemporizador del candidato al avanzar la campaña.
Pero el presidente del Banco Central, Antonio Casas, afirmó esta semana que "las expectativas negativas que había hace unos meses se han disipado y hemos logrado la estabilidad económica".
"Tenemos unos intereses moderados, positivos desde el punto de vista real", y "en lo que resta del año se mantendrá la política de bandas cambiarias (el instituto emisor interviene frente a los altibajos del dólar) y la restricción monetaria", dijo Casas.
Todo ello porque "a estas alturas, el objetivo del gobierno es tener una inflación ligeramente inferior a la registrada en 1997 (37 por ciento)", resumió Casas.
Pero ese objetivo, señaló por su parte Guerrero, "ha descansado sobre el comodín de la baraja, que es la tasa de cambio, lo que dejará al próximo gobierno sometido a la tentación de una maxidevaluación, para 'generar' los bolívares que cerrarían la brecha fiscal".
"Sólo que para entonces el ingreso real -ahorros- de la población será menor, y ello genera elementos de una explosiva situación social, por la inflación que traerá ese ajuste", dijo Guerrero. Y el desafío del próximo gobierno es precisamente abatir la arruga de la inflación, agregó. (FIN/IPS/jz/ff/if-la/98