Estados Unidos y Venezuela examinarán el lunes próximo mecanismos que atenúen el impacto de la actual crisis económica internacional sobre el principal negocio que comparten: el petróleo.
Bill Richardson y Erwin Arrieta, ministros de Energía de los dos países -respectivamente el mayor consumidor y el primer exportador de petróleo en el hemisferio- se reunirán en Caracas y tras esa jornada el funcionario estadounidense viajará a México con similar propósito.
Washington "nos propuso almacenar crudo venezolano en los depósitos de sus reservas estratégicas", adelantó Arrieta, quien agregó que una propuesta similar se presentó a Arabia Saudita, Canadá y México.
Para Venezuela tendría sentido poque en los programas de apertura a capitales extranjeros de su industria, nacionalizada desde 1976, destacan proyectos de adquisiones en Estados Unidos y asociaciones estratégicas con corporaciones estadounidenses.
El petróleo colocado entre las reservas estadounidenses se usaría como parte de pago en negocios del grupo estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) dentro de Estados Unidos.
PDVSA ya es dueña de Citgo, la séptima corporación petrolera en Estados Unidos, con refinerías que consumen 700.000 barriles diarios de crudo venezolano y vende más de 10.000 millones de dólares al abastecer unas 15.000 estaciones de servicio.
Venezuela exportó durante 1997 a Estados Unidos 1,6 millones de barriles diarios de crudos y productos, pero este año ese suministro, producto de la contracción de mercado y de recortes pactados entre países exportadores, disminuyó en 200.000 barriles por día, reveló el presidente de PDVSA, Luis Giusti.
Su lugar de primer proveedor petrolero de Estados Unidos fue ocupado por los sauditas, en una lucha por mercados que Arrieta ilustró como "una casi hípica competencia cabeza a cabeza entre Arabia Saudita, Canadá, México" y Venezuela.
"Venezuela posee capacidad para rescatar el primer lugar, y esperamos lograrlo", dijo Giusti sin revelar detalles. "Tenemos trazada una estrategia en consonancia con la internacionalización", como llama Caracas a su apertura.
Caracas está obligada a reaccionar para que su industria siga atrayendo a socios extranjeros y para que no se repitan caídas drásticas en el ingreso petrolero, como la de este año, cuando llegarán unos 12.000 millones de dólares por ventas de petróleo, en vez de los 17.000 millones presupuestados en diciembre.
Venezuela y Estados Unidos comparten además la conducción del "ALCA energético", o búsqueda de acuerdos para liberalizar el comercio, los servicios y las inversiones a través de las fronteras del continente en el marco del Area de Libre Comercio de las Américas, proyectada para establecerse en el 2005.
Reuniones continentales de ministros del ramo y el Plan de Acción adoptado por los gobernantes del hemisferio hace meses en Santiago de Chile alimentan la perspectiva de que el "ALCA energético" progrese incluso con mayor velocidad que los acuerdos sobre otros sectores.
Estados Unidos quiere pisar el acelerador en ese campo, reconoció Federico Peña, antecesor de Richardson en el cargo. México encbeza a los que ponen un freno y Venezuela ha actuado como tercero, en busca de una posición de equilibrio.
También Washington y Caracas, al igual que otros grandes productores y consumidores, han alimentado las discusiones de largo aliento sobre la energía como motor de desarrollo económico del planeta, el llamado "Foro de Puerto La Cruz", cuya próxima reunión tendrá lugar en Sudáfrica.
Esos temas de largo aliento sin embargo quedan debajo de la carpeta de urgencias: el ciclo de crisis económica internacional que nació el año pasado en Asia ha afectado a todos los negociantes de petróleo y de otros energéticos.
A comienzos de este mes, los ministros de Energía de Arabia Saudita, México y Venezuela debatieron la crisis en el balneario mexicano de Cancún, en tanto representantes de las grandes transnacionales lo hicieron en Venecia.
Las compañías otrora encabezadas por el club de las "siete hermanas" han debido encarar, como los estados exportadores, caídas en los precios y en los ingresos, más pérdidas de valor de sus acciones, despidos masivos y adquisiciones o fusiones forzadas por la necesidad de sobrevivir.
La doble faz de ese panorama gravita especialmente sobre Estados Unidos, cuyos consumidores disfrutan de combustible barato gracias a una oferta excedentaria, de 20 millones de barriles diarios, en tanto la demanda sólo llega a 18 millones.
Pero, por otra parte, las empressas productoras de Estados Unidos, base de su seguridad energética, tampoco pueden caer en picada al punto de hacer vulnerable la primera economía del mundo, que importa 60 por ciento del petróleo que consume.
Por ello, los dirigentes del sector examinan fórmulas de contingencia, como la que asomó Arrieta mientras aguardaba a su par estadounidense, en previsión de que la crisis sobre el negocio se prolongue por varios años. (FIN/IPS/jz/ag/if/98