LIBANO: Población rechaza cada vez más el "apoyo" de Siria

El obispo de la iglesia griega ortodoxa Georges Khoder acepta la presencia siria en Líbano, pero la mayor parte de la población de este país tiene una posición muy diferente y considera que llegó la hora de liberarse de esa poderosa influencia.

"Tenemos una cultura y una historia con Siria", argumentó el patriarca religioso de 75 años mientras miraba por su ventana las aldeas drusas y cristianas de Broumanna, unos 30 kilómetros al norte de Beirut.

"Hay una alianza verdadera y creo que incluso si los sirios se fueran, los consultaríamos en temas de política exterior. Nunca adoptaríamos una posición agresiva hacia Siria", aseguró Khoder, en un pronunciamiento que refleja la manera de pensar de unos 350.000 fieles de la iglesia griega ortodoxa en Líbano.

Pero las otras denominaciones cristianas, e incluso sectores importantes de los musulmanes chiítas y sunitas, han declarado que preferirían ahorrarse el control ejercido por Siria sobre el Líbano desde 1976.

Fue en ese año cuando llegaron las primeras tropas sirias al valle del Beka'a, atendiendo a un llamado del entonces presidente Suleiman Franjieh. Y desde ese momento inició su injerencia en los asuntos del pequeño vecino, Líbano.

Siria participó activamente en los 17 años de la guerra civil libanesa, a veces con las armas, en ocasiones como promotora de acuerdos de paz.

La presencia siria es motivo de constantes disputas entre quienes aseguran que contribuye a fortalecer al debilitado Líbano y quienes desean verse libres de los que consideran como intrusos.

En 1989 se firmó el acuerdo de Taif, que otorgó a Siria el control de la política exterior, la economía y otros aspectos de Líbano.

El tratado fue reforzado en 1991 con un Acuerdo de Cooperación que aumentó el control sirio sobre el ejército, la seguridad, la economía y la política exterior libanesa, suscrito después de feroces combates contra facciones cristianas opositoras al convenio de Taif.

En la actualidad, las tropas sirias pueden verse en cualquier lugar de Líbano, con excepción del centro de la capital y de la franja de 15 kilómetros ocupada por Israel en el sur del país. Y los agentes de civil sirios operan con total libertad.

Murales prosirios adornan las paredes con mensajes donde se lee que la relación entre los dos países obedece "a la voluntad de Dios".

El gobierno libanés argumenta que la presencia siria mantiene a raya a las diferentes facciones que han combatido en este país, y refuerza la posición frente a futuras negociaciones con Israel.

Sin embargo, la gente de la calle sabe que hay algo más detrás de la presencia amistosa de Siria, que se beneficia de su control sobre el ejército libanés y la economía mucho más abierta de este país. Sus trabajadores tienen vía libre para cruzar la frontera en busca de empleo en Beirut.

Por otra parte, los acuerdos de cooperación le permiten retener territorios que siempre consideraron como parte de la "Gran Siria", hasta que los franceses los incorporaron al "Gran Líbano" a la caída del imperio otomano.

"Todos esos argumentos de que la presencia siria es un seguro contra la agresión de Israel son pura basura. No necesitamos su ayuda", afirmó la líder del partido maronita Ahrar, Dory Chamoun.

Estos libaneses se sienten abandonados por Occidente, y consideran que las grandes potencias prefirieron taparse los ojos frente a la ocupación siria por considerar que la estabilidad era más importante que su soberanía.

"Se nos pide que elijamos entre una guerra generalizada o la soberanía", confirmó Farid el-Khazen, analista político de la Universidad Americana de Beirut.

Los críticos de la presencia siria recuerdan con más claridad su papel como instigadora de la guerra que como promotora de la paz. Ese país rompió numerosas treguas acordadas entre las facciones durante la guerra, y trajo al Líbano a los guardias revolucionarios iraníes, los Hizbollah.

Los miembros de Hizbollah (Partido de Dios), combaten a los israelíes en el sur, pero su presencia en este país contribuyó a enrarecer la situación interna y consagró la influencia de Irán sobre algunas aldeas de la región donde se establecieron.

El obispo Khoder, líder de una pequeña comunidad que prefirió permanecer neutral durante la guerra, parece interesado en apoyar a Siria para conservar su iglesia. Pero es posible que tenga motivaciones más profundas.

A diferencia de otros cristianos, y en especial de los maronitas, se siente tranquilo formando parte de una minoría en un país predominantemente musulmán. Y de esta forma envía un mensaje importante: "no debemos sentirnos como señores de un territorio, sino como parte de un país". (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/lc-ml/ip/98

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