Un capítulo de la historia de Italia se cerró con la liberación del fundador de la organización subversiva izquierdista Brigadas Rojas, Renato Curcio.
Curcio obtuvo el miércoles la libertad después de 24 años de cárcel. La condena a 30 años dispuesta por la justicia finalizaba en el 2002.
El "padre" de las Brigadas Rojas, principal movimiento armado de Italia en los años 60 y 70, había sido hallado culpable de constitución de banda armada, ultraje a la Corte y reivindicación del secuestro y asesinato en 1978 del entonces líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro.
Curcio, de 57 años y casado en segundas nupcias, vivía desde 1993 en un régimen de semilibertad. Su primera esposa murió en un enfrentamiento con la policía. Tiene una hija que reside en Tívoli y trabaja en una cooperativa de asistencia a pobres.
El ex jefe subversivo se negó, al llegar el miércoles por la noche a su casa, a formular declaraciones a los periodistas que lo esperaban.
Su abogada, Titta Madia, dijo que la liberación de Curcio "cierra una época historica", la de los "años de plomo", como se titulaba una película que narraba los principales hechos de violencia política del período.
"Renato Curcio es el símbolo de una generación guiada por ideales nobles que se equivocó", expresó.
Nunca se declaró un "arrepentido", lo cual le habría valido una salida más temprana de la cárcel. Los jueces destacaron, al conceder la libertad, su "empeño social, interpretado como una sincera forma de poner en discusión las decisiones que dieron origen a los delitos por los cuales fue condenado".
Vio la libertad con canas en el pelo y la barba, en contraste con el negro de su pelo cuando en septiembre de 1970 dio vida a las Brigadas Rojas.
Fue después de 1968, el año de la revuelta estudiantil europea, en particular en Francia, Alemania e Italia. Los sueños de "prohibido prohibir", estampados en los antiguos muros de Europa, tomaron entonces otro camino. Una parte de la juventud tomó las armas para tratar de cambiar el mundo.
Ahora terminó un período sangriento difícil de repetir.
Las víctimas atribuidas a organizaciones terroristas de izquierda de Italia suman 128. Sus familiares reaccionaron con críticas, aunque resignados, a la libertad concedida a Curcio.
"No buscamos 'vendetta' (venganza). Solo queremos justicia", dijo Ileana Lattanzi, viuda del asesinado jefe de guardaespaldas de Moro, Oreste Leonardi.
"Nuestro luto y nuestro dolor se olvidaron. El Estado protege sólo a aquellos que provocaron ese luto", manifestó Mariella Magi, presidenta de la asociación Memoria, que representa a los familiares de los caídos por el terrorismo.
El presidente de la Comisión Antimafia del parlamento, Ottaviano Del Turco, sostuvo, por el contrario que "se debe y se puede" cerrar este capítulo sangriento de la historia de Italia.
"Al fin el país está dando vuelta una página de su historia, la del terrorisimo", dijo.
Giuliano Pisapia, presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados, comentó que Curcio estuvo, incluso, demasiado en la cárcel, pues que no había participado de forma directa en ningún hecho de sangre.
Aún permanecen en las cárceles italianas por delitos vinculados con la violencia política 207 personas, 189 pertenecientes a organizaciones de izquierda y 18 de grupos derechistas.
El mismo día que Curcio salió en libertad, uno de los principales exponentes del grupo terrorista de derecha Núcleos Armados Revolucionarios (NAR), Valerio Fioravanti, obtuvo un permiso de salida por 96 horas.
Fioravanti fue condenado a cadena perpetua por una serie de atentados, el más grave de los cuales consistió en la detonación de una bomba en la estación de ferrocarril de Bolonia, al norte de Italia, el 2 de agosto de 1980. En ese atentado murieron 85 personas y dos centenares sufrieron heridas.
A diferencia de las organizaciones de izquierda, que jamás colocaron bombas y siempre atentaron contra personas previamente identificadas, los grupos de derecha cometieron matanzas indiscriminadas.
Después de 17 años de cárcel, Fioravanti, de 40 años y conocido actor de televisión en su niñez, obtuvo sus primeros cuatro días de libertad, los que pasará con su esposa, Francesca Mambro, condenada también a cadena perpetua por los mismos delitos, quien goza de un régimen de semilibertad.
Mambro negó, como los NAR han hecho siempre, su responsabilidad en el atentado a la estación de Bolonia, aunque no los otros delitos que también se purgan con cadena perpetua.
"Por los otros muertos asumimos con claridad nuestra responsabilidad y por eso estamos aún pagando", afirmó. (FIN/IPS/jp/mj/ip hd/98