El FMI, el Banco Mundial y Estados Unidos, su principal accionista, reconocieron la necesidad de modificar el sistema económico internacional, pero siguen recomendando las mismas políticas tradicionales para hacer frente a la crisis actual.
"Un mercado internacional que no funciona para los ciudadanos comunes no se ganará, ni merecerá su confianza y apoyo", declaró el presidente estadounidense Bill Clinton en Washington, durante la asamblea anual conjunta que celebran esta semana el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Clinton advirtió que "el orden económico mundial se encuentra ante un profundo desafío político" y pidió a los dirigentes financieros que le den "un rostro humano a la economía mundial".
El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, destacó la "creciente sensación de que hay algo malo en un sistema en que incluso los países que aplicaron fuertes políticas económicas durante años son traicionados por los mercados financieros internacionales".
"Los trabajadores de esos países quedarán sin trabajo, la educación de sus hijos será interrumpida, sus esperanzas y sueños destruidos", agregó.
Incluso el director gerente del FMI, Michel Camdessus, considerado por colegas y detractores por igual como un tecnócrata de ley, apaciguó su discurso.
"Seamos claros: hablamos no sólo de países en crisis sino de un sistema en crisis, un sistema que aún no está lo suficientemente adaptado a las oportunidades y los riesgos de la globalización", declaró.
Los tres hicieron hincapié en la necesidad de reaccionar en forma decisiva frente a la crisis mundial, que se desató en julio de 1997, y de asegurar la estabilidad de los mercados mundiales, el crecimiento de las economías y las oportunidades de desarrollo.
"Reconocen que se necesita una reforma radical. Pero no la pueden ofrecer", comentó Angela Wood, analista de la organización no gubernamental Proyecto Bretton Woods, con sede en Londres.
Wood puntualizó que el resto del discurso de Camdessus recurrió a la política habitual de atribuir la crisis a los países afectados, mientras instó a los gobernantes a seguir aplicando los programas de restructura económica del FMI, aunque con ciertas modificaciones técnicas.
"Si mantenemos la calma, si los países buscan la estabilidad, el ajuste estructural y la liberaización ordenada de sus economías, podemos superar esta crisis", dijo Camdessus a los ministros de finanzas y los presidentes de los bancos centrales de todo el mundo reunidos en Washington.
La crisis mundial, exacerbada por el colapso de Rusia, el mal estado de la economía y el sistema bancario de Japón, se desató por los grandes déficit gubernamentales, los débiles sistemas bancarios y financieros y "los vínculos demasiado estrechos" entre los Estados, los bancos y las empresas, según Camdessus.
"Este enfoque de 'desarrollo administrado' sencillamente estaba desfasado frente a las exigencias de la economía globalizada", dijo Camdessus.
Camdessus procuró equilibrar sus recomendaciones. Aunque consideró como una "regla de oro" la apertura que los inversores exigen de los gobiernos a la hora de revelar sus datos financieros, puntualizó que "los participantes del mercado también deben ofrecer mayor transparencia".
El director gerente subrayó la necesidad de minimizar el riesgo de la fuga de capitales y del "riesgo moral", o las reiteradas malas inversiones privadas cuyos inversores se salvan gracias a los rescates financieros de los organismos públicos multilaterales.
Pero Camdessus rechazó los "modelos anticuados de controles" de capital y recordó a los ministros y presidentes de los bancos centrales que, el año pasado en Hong Kong, dieron al FMI la autoridad para modificar su estatuto e incluir la liberalización de los mercados de capital como uno de sus objetivos básicos.
Clinton expresó su respaldo al "enfoque fundamental" del FMI y reiteró el argumento de que "la comunidad internacional no puede salvar a un país que no esté dispuesto a reformar su propia economía. Pero cuando las naciones están dispuestas a actuar responsablemente y dar pasos fuertes, la comunidad internacional debe ayudarlas".
Wolfensohn elogió la labor del FMI, pero solicitó un "nuevo marco para el desarrollo". El plan no incluye nuevas prioridades: buena gestión de gobierno, sistemas impositivos sanos, derechos de propiedad garantizados, programas sociales, infraestructura sólida y la protección del ambiente y la cultura.
Los grupos sociales deben participar más en la planificación para el desarrollo porque "no debemos pensar que el Banco Mundial o la comunidad de donantes pueden ser los cartógrafos" que fijen el curso para el desarrollo sustentable, sostuvo Wolfensohn.
Las propuestas de Wolfensohn parecen reclamar un papel propio para el Banco Mundial, luego de un año en que el FMI y el Tesoro de Estados Unidos lo presionaron para que concediera préstamos para la crisis y ayuda de corto plazo a los países más afectados.
Ese era el papel tradicional del FMI y el Banco Mundial no es un "FMI de segunda clase", señaló Wolfensohn a la prensa la semana pasada. (FIN/IPS/tra-en/aa/mk/aq/if dv/98