La izquierda se unió en Brasil para las elecciones de hoy, pero no obtuvo el éxito esperado, como tampoco prosperó el intento de crear una "tercera vía" entre el actual gobierno y la oposición encabezada por el Partido de los Trabajadores (PT).
La coalición Cambia Brasil, del PT y otros grupos de izquierda, como el Partido Democrático Laborista y el Socialista, siguió estancada en 30 por ciento de los votos, la barrera que encontró el ex obrero Luiz Inacio Lula da Silva en tres elecciones presidenciales.
También se frustraron los sueños inmediatos de Ciro Gomes, que finalizó tercero. Gomes, de 40 años y ex ministro de Hacienda y ex gobernador del nororiental estado de Ceará, fue postulado por el Partido Popular Socialista (PPS, ex comunista).
Gomes se basó en el análisis de expertos políticos para promover una alianza de centro-izquierda, única altermativa a su juicio para impedir la reelección del presidente Fernando Henrique Cardoso.
El centro decide siempre las elecciones en Brasil, según Wanderley Guilherme dos Santos, profesor en varias universidades de Río de Janeiro.
Los gobiernos democráticos brasileños históricamente fueron alianzas del centro con la izquierda o con la derecha. Cuando se suprimió esa corriente de moderación, las instituciones se resintieron o se hundieron, como en el caso de la dictadura militar de 1964 a 1985, explicó Dos Santos.
Su colega de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, Alberto Almeida, corrobora la tesis, recordando que de 1950 a 1960 Brasil tuvo gobiernos de alianza entre la izquierda laborista con el centro representado por el Partido Socialdemócrata.
Cuando la izquierda se aisló en el poder en los primeros años 60, con el presidente laborista Joao Goulart, se crearon las condiciones para el golpe y el largo período dictatorial de los militares y la derecha, advirtió Almeida.
Cardoso triunfó en 1994 al frente de una amplia coalición de centroderecha, conformada por su Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), los liberales y los conservadores del Partido Progresista Brasileño.
Estos últimos dieron base política al régimen militar desmantelado en 1985 y resultaron aliados incómodos para los socialdemócratas, que habían resistido la dictadura, al punto de que muchos de ellos debieron exiliarse y otros fueron encarcelados.
Con la popularidad del plan de estabilización monetaria que impulsó como ministro de Hacienda en 1994, Cardoso se habría impuesto aquel año sin necesidad de unirse a la derecha, según creen muchos de sus ex aliados y admiradores de sus ideas como sociólogo.
Pero sin esa coalición no habría sido posible gobernar ni lograr la aprobación de las numerosas reformas necesarias, replica el presidente. Los cambios económicos liberalizantes, dispuestos por el gobierno de Cardoso, tuvieron siempre el apoyo de la alianza oficial y el rechazo de la izquierda.
La crisis financiera internacional y la necesidad de profundizar reformas en algunas áreas, como la previsión social, no permitían una composición centroizquierdista, por lo menos en la óptica de la mayoria del electorado y de los partidos.
Gomes fracasó en todos sus intentos por poner de pie una coalición adecuada a sus propuestas. Fue rechazado por la izquierda y por partidos medianos de centro, como el Laborista Brasileño.
Terminó acorralado en el pequeño PPS, con el apoyo de grupos menos conocidos aún, el Partido Liberal y el de los Jubilados.
La geometría electoral identificada por los académicos y por Gomes no contempla la variedad de factores y situaciones presentes en las elecciones brasileñas.
La oposición obtuvo más votos que Cardoso, por ejemplo, en estados como Río de Janeiro y Río Grande del Sur, netamente dominados por las capas medias, que teóricamente estarían inclinadas a votar por el centro.
El presidente también fue superado en el estado de Ceará, donde Gomes resultó el más votado, por haber realizado una buena gobernación de 1990 a 1994.
Cardoso fue el más votado entre los electores de menor escolaridad y en las áreas rurales, mientras los opositores obtuvieron mejor desempeño entre los graduados universitarios y en las grandes metrópolis.
La izquierda vivirá a partir de ahora un proceso de renovación. Es dudoso que Lula intente por cuarta vez llegar a la presidencia. En estas elecciones resistió el llamado de su partido, el PT, solo aceptó la candidatura a la presidencia al consolidarse la coalición Cambia Brasil.
Su compañero de fórmula, Leonel Brizola, histórico líder laborista, aceptó la candidatura a la vicepresidencia como una especie de jubilación.
De todas formas, la perspectiva de muchas dificultades para el nuevo gobierno de Cardoso, con la inevitable recesión económica y el aumento del desempleo, dos resultados aguardados de la crisis financiera, alienta la esperanza de la oposición de que su hora llegará en el 2002. (FIN/IPS/mo/ff/ip/98