Los hombres con traje de camuflaje se abrieron paso a tiros para entrar en una casa y secuestrar a cuatro británicos contratados para instalar el servicio de teléfono celular de la república autónoma rusa de Chechenia, donde la violencia florece al amparo de las aspiraciones independentistas.
El hecho volvió a colocar este mes a la república separatista en los titulares de las noticias internacionales, que también habían sido impactados en julio cuando el objeto del ataque fue el propio presidente de Chechenia, Aslan Masjadov, quien se salvó sólo gracias al blindaje de su Chevrolet.
"Chechenia podría degenerar hasta convertirse en una guarida de piratas o quizás en una especie de reino oscuro, patriarcal, dominado por clanes", advirtió el especialista en historia chechena Georgi Derluguian, profesor de la Universidad Noroccidental de Chicago.
"La infraestructura de Chechenia está en ruinas y la gente común vive mucho peor que durante la guerra", afirmó por su parte Chris Hunter, quien trabaja en el Centro por la Paz y el Desarrollo Comunitario, una organización de caridad británica con sede en la capital chechena, Grozny.
Después de una guerra de 21 meses, Rusia y Chechenia suscribieron un complejo acuerdo de tregua. Las autoridades de Grozny demandan la independencia de la república, pero en Moscú se rehusan a reconocer ese territorio como un Estado separado.
Chechenia es un enclave musulmán ubicado en el norte del Cáucaso. Rusia se lo anexó en 1867 después de las guerras caucásicas libradas entre 1817 y 1864.
Cuando se produjo la revolución bolchevique de 1917, quedaron prohibidas algunas tradiciones regionales como la práctica del Islam, y por esa razón los chechenos mantuvieron bajo control sus aspiraciones independentistas.
Pero la estrategia separatista resurgió junto con el colapso del comunismo, y en 1991 el ex general de la fuerza aérea Dzhokar Dudayev proclamó a Chechenia como un estado soberano.
El presidente ruso Boris Yeltsin envió tropas en 1994, después de acusar a Chechenia de proteger a terroristas que protagonizaron una serie de secuestros en la zona limítrofe. Entonces empezó una guerra que causó la muerte de decenas de miles de civiles.
Dudayev fue asesinado en abril de 1996 con un misil rastreador. Su sustituto, Zelimkhan Yandarbiyev, asumió el cargo y cuatro meses después firmó la tregua con Yeltsin.
"Sería un gravísimo error suponer que un ejército con mejores sueldos y armas más sofisticadas habría podido barrer con los chechenos. La guerra de guerrillas en zonas urbanas es cada vez más común en el mundo actual, y deja poco espacio para grandes despliegues militares", comentó Derluguian.
Algunos analistas políticos argumentan que la debacle de los militares soviéticos en Chechenia acabó con el sueño de restaurar los viejos límites de la Unión Soviética.
Los luchadores chechenos brindaron un importante respaldo al proyecto democrático, sin darse cuenta. El conflicto sirvió de argumento para avanzar hacia la independencia de otras repúblicas, mientras parecía quedar en el pasado la posibilidad de un régimen militar represivo.
"El pueblo checheno defendió la libertad de toda Rusia", aseguró María Kiribasova, presidenta del Comité Ruso de Madres de Soldados.
Masjadov, quien había sido comandante de un grupo guerrillero, fue elegido presidente de Chechenia en enero de 1997. Moscú lo consideraba un moderado, y en mayo de ese año firmó un acuerdo de paz con Yeltsin, pero el convenio en ningún momento precisó el estatuto político de la república separatista.
Masjadov apoya el reclamo de independencia, pero ha dicho que estaría dispuesto a negociar un acuerdo de unidad económica, defensa, desarrollo aeroespacial y transporte con Rusia, y acusa al Kremlin de contribuir a la inestabilidad chechena al no liberar fondos comprometidos para la reconstrucción.
Y la verdad es que Rusia hizo una oferta económica. En septiembre de 1997, autoridades de Moscú y Grozny firmaron un acuerdo para que el petróleo proveniente de las plataformas del mar Caspio en Arzebaiján atravesara Chechenia en su tránsito hacia el mercado de exportaciones.
Pero hasta ahora no se materializó ningún aporte de Rusia para ese proyecto, que aún está lejos de hacerse realidad.
Algunos analistas dudan que ese proyecto pueda beneficiar a la población. "Las ganancias por el tránsito del petróleo sólo beneficiarán a quienes cambian el dinero por armas, mientras el resto del país seguirá sufriendo carencias urbanas, marginación y prácticas de subsistencia", comentó Derluguian.
Después del intento de asesinato de Masjadov, Yeltsin reafirmó su apoyo a este mandatario y envió a su primer ministro de entonces, Sergei Kiriyenko, quien reconoció los difíciles problemas económicos de Chechenia.
Kiriyenko ofreció a Chechenia la condición de "territorio libre económico", similar al que tiene Kaliningrado, un área libre de impuestos en la zona del Báltico. Pero una oferta de este tipo es inaceptable para los chechenos comprometidos con la independencia.
Chechenia continúa sometida a la violencia y la impunidad. Grupos paramilitares que escapan a todo control toman rehenes y luego piden jugosos rescates.
El secuestro más estrepitoso fue el del enviado personal de Yeltsin, Valentin Vlasov, que compitió con el del jefe de la misión del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en el norte del Cáucaso, Vincent Cochetel.
La semana pasada, dos británicos que trabajan para una organización de asistencia internacional fueron liberados tras 15 meses de cautiverio, justo antes de que los cuatro especialistas en teléfonos celulares pasaran a engrosar la lista de secuestrados.
Entre junio y julio, Masjadov ordenó ofensivas contra bandas armadas de delincuentes y contra la secta puritana de los wahhabistas, de la escuela Hanbali del Islam, a los cuales considera "criminales".
En ese momento declaró el estado de emergencia, y la situación sigue tensa desde entonces.
El 15 de julio, un comando de paramilitares islámicos se enfrentó con tropas chechenas en la segunda ciudad de esa república, Gudermes, con un saldo de nueve muertos. El ataque contra Masjadov fue interpretado como una represalia de estos grupos.
"Los wahhabistas representan una nueva fórmula de oposición y protesta social, que encuentra terreno fértil en medio del caos generalizado de la posguerra y de la falta de oportunidad para los jóvenes", comentó Derluguian.
Entre tanto, las relaciones entre Moscú y Grozny siguen trabadas por la diferencia fundamental en torno a la independencia de Chechenia, que Masjadov califica como algo no negociable. Pero hay quienes ven luz al final del túnel.
"Es posible que debido a su peculiar ubicación geográfica y a los fuertes nexos socioeconómicos con Moscú, Chechenia acepte reintegrarse con una fórmula que considere algún tipo de independencia política, con autonomía y un ejército, pero sin una moneda nacional ni control de la economía", especuló Derluguian. (FIN/IPS/tra-en/sb/rkp/lc-ml/ip/98