La salida de capitales extranjeros prosigue en Brasil y se prevé que sumará otros 12.000 millones de dólares hasta el final del año, pero el ingreso de inversiones ayuda a mantener las reservas cambiarias y alejar el pánico.
Más de 1.100 millones de dólares salieron del país en los dos últimos días, en gran parte debido al pago de intereses de la deuda externa.
En lo que va de este mes, sin embargo, el flujo está equilibrado, porque ingresaron recursos de grupos extranjeros que adquirieron empresas privatizadas en los últimos meses. En estos días se esperan 2.000 millones de dólares más de la venta del Banco Real al holandés ABN Amro.
Pero en lo que falta del año el país tiene compromisos de pagos por 12.000 millones de dólares, admitió el director de Asuntos Internacionales del Banco Central, Demósthenes Pinho Neto.
Corresponden principalmente a préstamos contraídos por el sector privado y empresas estatales, que vencen ahora sin posibilidades de refinanciación, ante la crisis financiera internacional que redujo los capitales disponibles y la confianza en los países llamados emergentes, como Brasil.
Los ingresos por la compra de empresas y bancos, estatales o privados, por extranjeros "no compensan totalmente las salidas", pero disminuyen su impacto, según Pinho Neto. El pánico del mes pasado fue superado, evaluó.
Se prevé que las reservas cambiarias se mantengan por encima de 47.000 millones de dólares este mes, previó Maria do Socorro de Carvalho, encargada de esa área en el Banco Central.
Las autoridades económicas fijaron en 40.000 millones de dólares el piso a que pueden caer las reservas sin que la situación deje de ser manejable.
Ante la evasión de capitales extranjeros indispensables para cumplir las abultadas obligaciones que vencen este año y el próximo, el gobierno espera concluir en las próximas semanas un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que aportaría unos 30.000 millones de dólares al país.
Para eso el viceministro de Hacienda, Pedro Parente, y un director del Banco Central viajan este fin de semana a Washington, donde presentarán al FMI los lineamientos preliminares del programa de ajuste fiscal que el presidente Fernando Henrique Cardoso prometió divulgar la próxima semana.
Un compromiso ya firmado con el Fondo establece que Brasil hará un esfuerzo fiscal, de reducción del gasto público y de aumento de la recaudación, por 2,5 a 3 por ciento del producto interno bruto (PIB), lo que equivale a por lo menos 20.000 millones de dólares al año.
El envío de las medidas al Congreso se prevé para los días 26 o 27, anunció el presidente del senado, Antonio Carlos Magalhaes.
La meta es estabilizar la deuda pública en los próximos tres años, poniendo fin al crecimiento explosivo registrado que la llevó a 38 por ciento del PIB, 305.000 millones de dólares, más del doble que hace cuatro años.
El brutal ajuste fiscal busca restablecer la confianza en la economía del país y permitir su recuperación en el futuro, aunque contribuya a agravar una recesión prevista para el próximo año.
Pero hay economistas que consideran indispensable una devaluación cambiaria, porque el esfuerzo fiscal no elimina la necesidad de reducir la dependencia de capitales foráneos.
Con un déficit anual en cuentas corrientes externas de unos 32.000 millones de dólares, el país necesita 65.000 millones de dólares hasta fines de 1999 para mantenerse solvente, según el propio ministro de Hacienda, Pedro Malán.
Dos tercios serán financiados por inversiones directas, favorecidas por la privatización de grandes estatales generadoras de electricidad, programada para el próximo año.
El gobierno está tratando de adelantar los ingresos de las privatizaciones, para enfrentar la emergencia. Telefónica y otras empresas españolas que adquirieron la empresa telefónica de Sao Paulo ya anticiparon el pago del próximo año.
Por las estatales eléctricas se espera obtener un adelanto de hasta 10.000 millones de dólares.
Estos esfuerzos recuerdan la crisis de la deuda externa de 1982. Brasil volvió a la caza de divisas fuertes y para eso recurre nuevamente al FMI, cuya intervención había descartado en el proceso de estabilización económica iniciado en 1994. (FIN/IPS/mo/mj/if/98