Los 106 millones de electores de Brasil escogen gobernantes y legisladores a nivel nacional y estadual este domingo, tras una campaña en que la oposición concentró su esfuerzo en impedir el triunfo del presidente Fernando Henrique Cardoso en la primera vuelta.
El clima tibio y la escasa movilización popular, en comparación con comicios anteriores, se debió a la previsibilidad de la disputa principal entre los mismos candidatos de 1994, el presidente Fernando Henrique Cardoso y el es obrero metalúrgico Luiz Inacio Lula da Silva.
Por primera vez en Brasil los actuales jefes del Poder Ejecutivo pudieron postularse a la reelección, repitiendo también en muchos estados los cotejos anteriores y limitando la posibilidad de renovación.
Además, la crisis financiera internacional atropelló la campaña. Los temas sociales, que aparecieron inicialmente como prioridades en los programas, fueron sustituidos por la discusión económica.
Eso amplió la impresión del ya visto, con Cardoso prometiendo la estabilización y la defensa de la moneda, contra nuevos riesgos inflacionarios, y Lula intentando presentar alternativas y atribuyendo al gobierno la crisis actual.
Lula y el tercero entre los candidatos presidenciales, Ciro Gomes, clausuraron sus campañas pidiendo juntos al electorado que posibiliten una segunda vuelta para obligar al presidente a discutir los problemas nacionales con sus competidores.
El presidente se negó a confrontar sus ideas en debates televisivos, lo cual fue atribuido por Lula a su "cobardía".
El debate directo en la televisión nunca interesa a los favoritos y la ley eletoral lo hace inviable, al exigir la presencia de todos e igual tratamiento. Los actuales candidatos presidenciales son doce en total, la mayoría sin expresión política y en procura de una oportunidad para ganar audiencia.
Una segunda vuelta el 25 de octubre, prevista para cargos ejecutivos si ningún candidato obtiene más de mitad de los votos válidos, permitirá la confrontación entre Cardoso y el opositor mejor votado este domingo. No habría entonces cómo evitar el debate.
Pero las últimas encuestas indican que no habrá tal oportunidad.
Cardoso, apoyado por la coalición "Unión, Trabajo y Progreso", cuenta con 47 por ciento de las intenciones de voto, superando con holgura la suma de los demás candidatos, según el Instituto Brasileño de Opinión Pública.
Esta coalición reúne al Partido de la Socialdemocracia Brasileña, encabezado por Cardoso, el Partido del Frente Liberal y el conservador Partido Progresista Brasileño, además de laboristas y socialdemócratas de pequeños grupos.
La encuesta atribuye a Lula, postulado por la coalición "Unión del Pueblo Cambia Brasil", compuesto de cinco partidos de izquierda, 24 por ciento de los votos. Gomes, del Partido Popular Socialista (ex comunista), lograría nueve por ciento y la suma de los demás a tres por ciento, según el mismo estudio.
Con pequeñas variaciones, los resultados de esta encuesta coinciden con la de DataFolha, publicada por el diario Folha de Sao Paulo, y el Instituto Gerp.
El único temor de la dirección de campaña de Cardoso es que su ventaja disminuya por una abstención elevada, precisamente por la previsibilidad del resultado y el poco interés que despierta la campaña.
Por eso los coordinadores de su campaña anunciaron la movilización de 2,5 millones de personas el domingo, en un último esfuerzo por sacudir al electorado y conquistar votos de indecisos.
Usualmente menos de 15 por ciento de los electores dejan de votar, porque el voto es obligatorio en el país y la abstención impide, por ejemplo, obtener préstamos en bancos estatales o presentarse a concursos para ingresar en el servicio público.
Pero el interés de los comicios no se limita a la presidencia. Serán elegidos los 27 gobernadores estaduales. En los estados de mayor peso político y económico, como Sao Paulo, Minas Gerais y Rio de Janeiro, ocurre una intensa disputa y se prevé el pasaje a una segunda vuelta.
Estn en juego también 27 escaños en el Senado, un tercio del total, y todos los 513 miembros de la Cámara de Diputados. Además, se renovarán todas las 27 asambleas legislativas de los estados, con más de 1.000 diputados.
Los resultados en esas instancias, principalmente en la Cámara y en las gobernaciones estaduales más importantes, determinarán el respaldo político con que contará el presidente elegido para enfrentar las dificultades económicas de los próximos años, probablemente de aguda recesión.
Cardoso ya anunció que en noviembre adoptar un duro programa de ajuste fiscal, indispensable para recuperar la credibilidad brasileña ante los inversionistas internacionales, que sacaron cerca de 30.000 millones de dólares del país desde agosto, amen azando la estabilidad de la moneda nacional.
Lula, que en el inicio de su campaña prometía crear 15 millones de empleos en los cuatro años de gobierno, otorgar cuatro millones de becas para familias pobres que mantengan a sus hijos en la escuela y otros grandes programas sociales, acentuó ahora las respuestas que adoptaría contra la crisis financiera.
El candidato opositor acompaña sus propustas de alivio a la pobreza con control del cambio para defender las reservas que se redujeron de 70.000 a 48.000 millones de dólares y restricciones a las importaciones "depredadoras", medidas polémicas entre economistas.
El programa de Lula incluye duplicar el salario mínimo actualmente de 113 dólares, durante el mandato de cuatro años, además de un plan de combate al hambre y otro para generación de 2,5 millones de empleos de emergencia. (FIN/IPS/mo/mj/ip/98