BOSNIA-HERZEGOVINA: Reconstruyen iglesias y mezquitas

La fe religiosa en Bosnia-Herzegovina ocupa un lugar más importante que el que tenía antes de la guerra (1992- 1995), pues ahora define la identidad de las personas, según expertos, sacerdotes y feligreses.

Pero la explosión de fe que surgió tras la disolución de la Yugoslavia comunista era, en realidad, manifestación de un nacionalismo recién adquirido, agregan.

Las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) despejan el terreno para construir una iglesia católica en el barrio Alipasino Polje, en Sarajevo, mientras a 200 metros se construye una mezquita.

"Quizá esto confirme nuestra capacidad de coexistir. Me gustaría que se construyera incluso una iglesia ortodoxa aquí", dijo el sacerdote Marian Marianovic, párroco de la iglesia San Lucas Evangelista, que servirá a unos 4.000 católicos del oeste de Sarajevo, la capital.

La parroquia de Marianovic funciona hoy en el sótano de un edificio de apartamentos que durante la guerra se usó de refugio. Los cuadros religiosos de fabricación casera colgados en las paredes, más unas sillas y un altar de madera, lo convirtieron en una capilla.

"Antes de la guerra no había iglesias ni mezquitas en Alipasino, pues casi todos eran ateos. Pero durante el conflicto muchos decidieron si querían o no ser religiosos. Ahora la gente quiere ser algo", dijo el sacerdote.

Pero culpar a la religión de ser un factor de división de la comunidad es un "engaño político", afirma Marianovic, notando que organizaciones de socorro como Caritas, de inspiración católica, no distinguieron a los necesitados según su credo.

"Mientras los croatas, musulmanes y serbios se disparaban unos a otros, nosotros teníamos aquí filas de croatas católicos, musulmanes y serbios ortodoxos esperando para recibir comida. Entre la gente común no hay odio", aseguró.

"El problema no son los religiosos o la gente común sino las autoridades. Los políticos a veces dicen actuar en nombre del pueblo, y las autoridades religiosas en nombre de Dios", observó Resid Hafizovic, profesor de Teología Comparada en la Universidad Islámica de Sarajevo.

"Las culturas estaban interconectadas y la gente vivía normalmente. La guerra vino de afuera. Había una ideología que buscaba crear conflicto entre la gente, las religiones y las culturas", opinó Luka Markesic, profesor de Teología en el seminario franciscano de Sarajevo.

"Se vio que en esa situación la conexión entre religión y cultura puede ser trágica, pero en circunstancias normales es algo bueno", agregó.

El centro de la capital bosnia es famoso por albergar una iglesia ortodoxa, una mezquita, una sinagoga y una catedral.

La iglesia ortodoxa de San Miguel y San Gabriel fue restaurada después de la guerra, y exhibe una galería de madera y paredes de piedra con íconos religiosos esculpidos.

"En estos días nuestros feligreses son mayormente ancianos e inválidos. No es fácil ser ortodoxo aquí, porque quienes son vistos en esta iglesia son identificados como nacionalistas serbios, no como creyentes, por lo que la gente está un poco asustada", dijo Dusan Jovanovic, párroco de la iglesia.

"Con la guerra y el quiebre de la ideología comunista mucha gente recurre a la iglesia. Unos buscan a Dios, otros una nueva identidad, y se hace difícil ver quiénes buscan a Dios y quiénes quieren presentarse como personas religiosas cuando en realidad no lo son", agregó.

Jovanovic indicó que, durante la guerra, los líderes políticos vincularon la religión con el nacionalismo propio de su bando, y "prepararon a la gente para la guerra a través de la propaganda en la televisión y los periódicos". "A nosotros nos dejaron de lado", se lamentó.

"La guerra de Bosnia-Herzegovina se presenta al mundo como un conflicto religioso, pero no es así. Los verdaderos creyentes no se odiaban unos a otros, sino que se ayudaban. Los que cometieron actos malvados en nombre de la religión no son verdaderos creyentes", enfatizó el religioso.

Markesic, del seminario franciscano, dijo que durante la guerra hubo una explosión de la fe, y que "gente que nunca había ido a la iglesia o a la mezquita comenzó a hacerlo", pues "en toda Bosnia-Herzegovina había necesidad de una experiencia de Dios en medio de la tragedia".

Esto podría explicarse por el miedo imperante, admitió Markesic, pero recordó que si uno deseaba asistir a un templo debía tener suficiente coraje para exponerse a las bombas y las balas de los francotiradores.

Hafizovic, de la Universidad islámica, indicó que en medio de la violencia "uno a veces sentía que nada tenía sentido, que era mejor morir que vivir". "Yo mismo lo sentí a pesar de mi trabajo religioso, y hablando con otros me dí cuenta que sentían de la misma manera", recordó.

Para él, muchos de los que durante la guerra expresaron sentimientos religiosos los perdieron luego, pues en las mezquitas hay mucho menos gente, dijo.

"Yo pondría un signo de interrogación a todos los sentimientos religiosos en situaciones extremas", afirmó. (FIN/IPS/tra- en/ks/di-mj/cr ip/98

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