"Escarmientos" como rociar alcohol a una persona en estado de ebriedad y prenderle fuego, o abusos, como golpear a periodistas durante la cobertura de alguna noticia, colocaron a la policía boliviana bajo una tormenta de críticas.
Los hombres llamados a impedir la violación de la ley en Bolivia son, en varios casos, los primeros en ignorar los derechos humanos.
Este país aún no sale de su asombro por el caso de los policías "pirómanos", como bautizaron los periodistas a dos miembros de la Patrulla de Auxilio y Cooperación al Ciudadano, que recogieron a un hombre alcoholizado en una calle de La Paz y lo llevaron a un solitario bosquecillo.
Allí lo golpearon, lo rociaron con alcohol y le prendieron fuego. La víctima se revolcó en el suelo y se quitó la ropa para apagar la hoguera de su propio cuerpo.
Sólo los gritos de un grupo de jóvenes que cerca de allí jugaban fútbol evitó que continuara la tortura policial, pero el afectado quedó con serias quemaduras en la piel.
La acción de los dos subtenientes de la policía fue calificada más tarde por el comandante departamental de esa institución de "cosita aislada", un "ejemplito" contra los "borrachitos".
Más tarde, y gracias a una fuerte presión periodística, los dos subtenientes "pirómanos" fueron dados de baja de la policía, están detenidos en la cárcel de San Pedro, de La Paz y procesados por los delitos de lesiones graves e incumplimiento de deberes.
Pero no se les acusa de tentativa de homicidio, por desistimiento de la víctima.
Así mismo, la policía hirió de bala la semana última a cinco reclusos del penal de Palmasola, de la ciudad de Santa Cruz, 900 kilómetros al este de La Paz, y golpeó a cinco periodistas. Los hechos se produjeron en una jornada de violencia en aquel recinto penitenciario.
Las organizaciones sindicales de periodistas de Santa Cruz pidieron la renuncia de los jefes de policía de ese distrito, por entender que los agentes violaron los derechos humanos y la libertad de información.
La policía boliviana es blanco de las críticas de las organizaciones defensoras de los derechos ciudadanos por esos casos, mientras las autoridades ensayan todo tipo de explicaciones y aclaran que la actitud de unos cuantos agentes no debe afectar la imagen de toda la policía.
"Los infractores de la ley y de la función policial son casos aislados. No se puede generalizar. Hemos cambiado las cosas. Ya no existen castigos físicos", aseguró el director de la Academia Nacional de Policías, Fernando Tarifa.
El presidente de la Asamblea de Derechos Humanos, Waldo Albarracín, señaló que la institución policial fue creada con moldes militares y no de seguridad ciudadana, que implica una vocación de servicio social.
"La policía debe dejar de ser un instrumento político de represión", dijo Albarracín.
Para corregir esos defectos heredados de un pasado no democrático, se ha incorporado este año en la Academia de Policías la enseñanza del conocimiento y respeto de los derechos humanos.
Freddy Hurtado, profesor de Derechos Humanos on una sentencia que parece postergar para más adelante la plena vigencia de esos derechos, porque los policías actuales fueron formados con otros códigos.
Pier Carlo Perotto, un psicopedagogo paceño, puntualizó que la mayoría de los agentes de orden público tienen buen criterio y realizan un servicio a la comunidad, pero hay también otros, que no deberían ser policías.
"La policía ejerce una atracción inconsciente hacia personas conflictivas que encuentran en esta institución la oportunidad de descargar sus conflictos. Esas personas no deben entrar" en el servicio, advirtió el experto.
Cada año, unos 1.000 jóvenes bolivianos ingresan en la Academia de Policías, pero sólo poco más de la mitad concluyen sus estudios. (FIN/IPS/ac/ff/hd/98