La juventud de México presencia sin intervenir a un renovado debate en torno a la matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco, en esta capital, que conmocionó hace 30 años a una generación del país y del mundo y que aún continúa impune.
Los medios de comunicación mexicanos, otrora sometidos a la línea del Estado, recuerdan la matanza con amplios espacios. El afán por la audiencia llevó a una televisora a tratar el asunto en horas de telenovela.
Mientras, se realizan debates, exposiciones, lanzamiento de libros y la alcaldía de la capital declaró la fecha día de luto.
La actividad para los analistas y los políticos es intensa en estos días. La mayoría intercambia recriminaciones y habla, al igual que en el pasado, de castigos, reconciliación o perdón por la matanza del 2 de octubre de 1968.
En esa fecha, que algunos consideran una división de aguas en la historia mexicana, el ejército abrió fuego sobre una masiva concentración estudiantil en la plaza Tlatelolco, dejando un saldo que, según sea la fuente escogida, oscila entre 24 y 300 muertos.
La apertura democrática que aquellos jóvenes reclamaban sólo llegó en los años 90.
"A modo de recibimiento a un caudillo se han celebrado los días y las semanas, los gestos y la actitud del movimiento estudiantil de 1968 (…). Sea lo que sea, el 68 no ha conocido el ninguneo y la generación del 68 puede reflexionar a sus anchas", señaló el escritor Carlos Monsiváis.
Pero los jóvenes de hoy, que son la mayoría de los mexicanos, poco o nada entienden de la matanza.
Quizá muchos se enteraron del asunto por el alboroto en los partidos políticos y la fuerte competencia en los medios de comunicación, que llegaron incluso a difundir fotos del hoy presidente Ernesto Zedillo cuando era golpeado por militares en aquellos años de revuelta.
Entrevistas y encuestas realizadas por los medios de comunicación e instituciones especalizadas indican que para los estudiantes de las escuelas y universidades el 2 de octubre es una fecha más. La matanza ni siquiera aparece en sus manuales de estudio.
Sin embargo, para muchos de sus padres, todo es diferente. La matanza marcó su generación y trascendió como un hito en la historia del país y del mundo.
Una comisión del Congreso legislativo creada para investigar la matanza entregará el 6 de octubre su informe luego de varios meses de hurgar en archivos antes secretos y entrevistarse con protagonistas.
No habrá revelaciones importantes. Documentos militares clave no se entregaron, el gobierno aportó los suyos incompletos, otros desaparecieron y algunos de los protagonistas de la época, como el entonces secretario de Gobernación Luis Echeverría, culparon de todo al fallecido presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970).
Bautizado como el "rojo amanecer" por diversos escritores, aunque se registró a las seis de la tarde, la matanza ocurrió el 2 de octubre de 1968, cuando los militares ametrallaron a los estudiantes, calificados entonces de revoltosos, comunistas, melenudos, marihuaneros o subversivos.
Según la versión oficial, el ejército se limitó a responder disparos que salieron de la concentración estudiantil.
Algunos de los manifestantes, organizados en brigadas, reconocieron en los últimos años que hicieron disparos con armas de bajo calibre. Trascendió también que policías vestidos de civil comenzaron a disparar contra los jóvenes al recibir una señal: el lanzamiento de un fuego artificial.
El número de estudiantes caídos no superaron los 30, según el gobierno de la época, pero algunos reporteros presentes hablaron de más de 300. Ninguna de las cifras fue corroborada. La segunda no tiene mayor sustento, pues nunca se presentaron familiares o amigos de tantas víctimas a reclamar sus cadáveres.
Las escasas fotos o filmaciones que se pudieron rescatar, pues los militares se incautaron del material de muchos periodistas, muestran que sí hubo una sanguinaria represión.
El presidente Díaz Ordaz asumió en su tiempo toda la responsabilidad de la matanza, perpetrada 10 días antes de la inauguración en la capital de los XIX Juego Olímpicos. Fue una consecuencia del terrorismo, dijo.
El 2 de octubre se considera el corolario de varias semanas de movilizaciones estudiantiles y huelgas para reclamar justicia y democracia. En las banderas de lucha de aquellos años se confundían tanto el rock como el guerrillero Ernesto "Che" Guevara y el líder revolucionario Emiliano Zapata.
Alfonso Martínez, presidente en 1968 del Partido Revolucionario Institucional (PRI, en el poder desde 1929), dijo que al expediente de Tlatelolco "lo pretenden abrir quienes con sus bajos instintos pretenden una venganza política".
El 2 de octubre ha sido transformado "en algo ideológico, en algo político, cuando en realidad fue un incidente, un accidente a nivel de policía, no al nivel del carácter que se le dio después y se le sigue dando ahora", declaró Martínez.
La mayoría de analistas y los políticos de oposición discrepan con la postura del dirigente. Tlatelolco es una huella de sangre sobre un país y una generación, sostienen.
Los remanentes del sanguinario hecho, del que la mayoría de jóvenes se sienten ahora ajenos, son el proceso de democratización de los últimos años y el avance de los partidos de oposición, opinan los observadores.
Solo cuando se aclaren responsabilidades por la matanza de estudiantes, México pondrá un alto a la impunidad, estado que siguió marcando otras matanzas, como las cometidas los últimos años por policías y paramilitares contra indígenas de los estados de Guerrero y Chiapas, en el sur, dicen los partidos de oposición. (FIN/IPS/dc/mj/ip hd/98