/BOLETIN-AMBIENTE/ INDONESIA: El lado oscuro del reciclaje de plástico

El pequeño y maloliente canal que bordea el pueblo de Cikuya, en Java occidental, Indonesia, es esencial para la supervivencia económica de una comunidad que utiliza las densas aguas para lavar bolsas de plástico usadas.

Luego, esas bolsas son vendidas a intermediarios que obtienen jugosas ganancias al vendérselas a las plantas recicladoras.

Esta podría ser una historia de éxito ambiental dado el componente del reciclaje, pero tiene un lado siniestro: con las mismas aguas en que lavan el plástico, orinan y defecan, los habitantes de Cikuya deben bañarse y calmar su sed.

Los horizontes de su mundo están demarcados por pilas de basura de plástico comprimida. No hay un solo espacio libre del pueblo donde no se reúnan desechos, que luego son acarreados en procesión interminable hacia el canal. Algunas familias incluso duermen encima de esas bolsas.

La actividad a orillas del canal comienza cada mañana con la participación de las niñas encargadas de clasificar las bolsas para facilitar el trabajo.

"La mayoría de los niños de la aldea abandonaron la escuela porque sus padres no pueden afrontar el costo de mantenerlos estudiando", explicó el jefe del pueblo, Maman.

Los lavanderos de plástico trabajan para uno o dos patrones, quienes por cada kilo ya limpiado les pagan 500 rupias, equivalentes a unos cinco centavos de dólar.

Ujang, un niño de 12 años, lava 15 kilos de bolsas diarias en cinco horas de trabajo, durante las cuales se interna descalzo en el canal. Esa es la carga promedio de cada lavandero, y por ella obtienen unas 7.500 rupias al día, equivalentes a 70 centavos de dólar.

Las bolsas son provistas por los mismos intermediarios que luego las compran lavadas. Previamente, las adquieren a recolectores de basura, muchos de ellos niños, quienes obtienen dos centavos de dólar por kilo.

Se trata de un negocio redondo para estos intermediarios, que luego venden el plástico a las plantas recicladoras a 11 centavos de dólar el kilo.

"Ellos son ricos, y hay algunos recién llegados que se hacen ricos en poco tiempo", dijo Dita, una residente que considera que el negocio es una ganga para empresarios e intermediarios. Los recolectores y los lavanderos nunca reciben aumentos, ni siquiera cuando sube el precio del plástico.

Pero los comerciantes que actúan como intermediarios en el negocio del plástico usado niegan las versiones sobre sus inmensas ganancias calificándolas como una exageración, argumentando que ellos corren con costos de transporte y con las pérdidas por el material de baja calidad.

"En las fábricas son muy selectivos, y al final sólo ganamos unos 250 dólares por cada tonelada", dijo Agus, uno de los comerciantes de plástico usado. "Lo rechazan incluso si tiene una pequeña mancha, así que pierdo todo ese material por cuyo lavado ya pagué".

Pero no es sorprendente que suceda eso, dado que el plástico es lavado con agua sucia. "Se usa agua con desechos de fábricas textiles", precisó Dita.

La mayor parte de los residentes de Cikuya saben que el agua está sucia, pero no parecen perturbados por trabajar en medio de los desperdicios que flotan en el oscurecido canal mientras ellos lavan las bolsas.

"¿Y por qué deberíamos preocuparnos si nosotros tenemos eso mismo adentro de nuestros estómagos?", preguntó Ujang a IPS, mientras cepillaba su cuota de bolsas.

Mientras los habitantes de Cikuya lavan plástico como única forma de sustento, el reciclaje de ese producto es cada día más popular a raíz de la crisis económica que encareció las importaciones, incluso las de materias primas.

Ahora, los fabricantes prefieren utilizar materias primas locales, entre ellas el plástico reciclado, lo cual ha provocado un auge de esta actividad que genera altas ganancias.

"Ahora sí descubrieron los beneficios de la conservación ambiental. Si no fuera por la crisis, nunca se habrían preocupado por recurrir a los materiales reciclados", dijo Maenunah, representante de una organización no gubernamental de esta localidad.

El reciclaje es bueno. Pero eso no basta para resolver el dilema que enfrenta la comunidad de lavanderos de Cikuya, que le saca dinero a la basura a costa de su salud. (FIN/IPS/tra-en/ky/js/lc-ml/en-he/98

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