Los cines dejaron de estar vacíos en Venezuela y se multiplica la apertura de nuevas salas de exhibición, en un fenómeno que sacó al negocio del séptimo arte del letargo en que se encontraba hasta hace un año.
Salas pequeñas y seguras, dentro de las que el espectador puede consumir más que una película, y situadas en medio de los lugares a los que acude su público mayoritario de adolescentes y jóvenes, provocaron el renacimiento del sector.
Desde 1997 se abrieron en el país 42 salas de cine, 22 de ellas en el área metropolitana de Caracas, después que en 1996 se eliminó la regulación de las entradas, impuesta 22 años antes.
La asistencia del público aumentó 50 por ciento en los ocho prmeros meses de este año respecto de igual período de 1997, mientras que la recaudación creció en 33 por ciento, indicó Lorenzo González, presidente de la Asociación de Exhibidores.
Las ganancias de los exhibidores previstas para el año son de 32 millones de dólares, por lo que el costo mínimo de un nuevo cinematógrafo, equivalente a 200.000 dólares, dejó de asustar a los empresarios.
Entre 1974 y 1996 se cerraron 560 cines en Venezuela, en un hecho que los circuitos de exhibición atribuyen fundamentalmente a los bajos precios impuestos para el espectáculo, pero que otros expertos adjudican a varias causas más.
En los años 70 Venezuela recibió el impacto positivo y negativo de los altos precios del petróleo, lo que brindó acceso a nuevas y más costosas formas de entretenimiento.
Después de 1983, cuando el país se sumó a la crisis latinoamericana de la deuda externa, el galopante deterioro del ingreso de la población consolidó a la televisión como la mayor fuente de distracción de las familias venezolanas.
A esa realidad se sumó la creciente inseguridad ciudadana, que ha convertido a Venezuela en uno de los centros de la violencia delictiva en el continente, que tuvo un fuerte impacto en el retiro de la población de las calles en horas de la noche.
Los grandes y deteriorados cinematógrafos tradicionales dejaron de ser atractivos para el público por esta combinación de causas, mientras que la falta de recursos hacía languidecer al negocio de distribución en su conjunto.
González asegura que el "boom" sólo está comenzando y antes de concluir el siglo se habrán inaugurado unas 50 salas más, la casi totalidad bajo el exitoso concepto del multicine.
Las pequeñas y confortables salas, en las que el público puede beber hasta cerveza y en ocasiones fumar, situadas en nuevos y tradicionales centros comerciales, con posibilidad de reservar entradas por teléfono, que incluso pueden ser pagadas con tarjetas de crédito, obligan a modificar el ritmo de exhibición.
El presidente del gremio exhibidor indicó que los filmes que se ofrecen al año no superan los 120, frente a las 400 cintas de antes, debido a que el público actual es mucho más selectivo.
Aunque el carácter selectivo está en discusión: un detallado estudio difundido por el diario El Universal muestra que 27 por ciento de los espectadores ve peliculas de acción y aventura, y las policiales, de suspenso o terror suman otro 15 por ciento, mientras que el drama y la comedia sólo atrae a seis por ciento.
Nada menos que 54 por ciento de los espectadores tienen entre 18 y 30 años, mientras que el público mayor de 40 años no pasa de 10 por ciento. La mayoría, 54 por ciento, va al cine una vez al mes, 20 por ciento dos veces y sólo ocho por ciento cada semana.
La necesidad de exhibir cuatro cintas diferentes en el espacio en el que antes se presentaba una, ha llevado a los empresarios a buscar apoyo en las embajadas y multiplicar los festivales de países europeos y latinoamericanos, en los que los cinéfilos se refugian del dominio estadounidense.
González informó que no pasan de 12 las películas que cada año dejan más de 400.000 dólares de ganancia. Este año, la excepción tuvo lugar con Titanic, una superproducción que dejó en taquilla la cifra record para el país de cuatro millones de dólares.
El precio máximo de una entrada es inferior a 5,5 dólares después de la desregulación, un elemento que representa también un imán para el público, pues el cine sigue siendo la distracción más barata a la que tiene acceso el ciudadano venezolano. (FIN/IPS/eg/ag/cr/98