La siembra y la comercialización de semillas transgénicas opone por un lado a las firmas multinacionales y, por otro, a la regional latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA) y organizaciones de consumidores del área.
Las primeras aducen que esos productos surgidos de procedimientos biotecnológicos no tienen consecuencias sobre la salud humana y el ambiente, pero la UITA y organismos de consumidores brasileños consideran lo contrario.
Un fallo de un tribunal de Sao Paulo pronunciado a fines de este mes va en el sentido de los postulados sindicales, al prohibir la plantación de semillas transgénicas de soja en todo el territorio brasileño.
La medida afecta directamente a la filial en ese país de la empresa transnacional Monsanto, que proyectaba comenzar la producción local de esas semillas en 1999.
"Las decisiones de la justicia se obedecen y no se discuten", comentó Rodrigo Almeida, encargado de relaciones públicas de Monsanto Brasil.
No obstante, la empresa recurrió ante la Comisión Técnica Nacional para la Seguridad Biológica de Brasil para que se autorice la plantación, multiplicación y venta de semillas transgénicas de soja en ese país.
"Desde 1997 Monsanto ha plantado semillas genéticamente modificadas en suelo brasileño con el fin de cosechar ejemplares e información" y "estamos absolutamente seguros de que el producto no presenta ningún riesgo para la salud humana o el ambiente", dijo Almeida.
La transnacional presentó esas informaciones, "además de la disponible en Estados Unidos, Japón y la Unión Europea", a la Asociación Brasileña de Consumidores, organismo que promovió la querella judicial, agregó.
El ingeniero agrónomo Sebastián Pinheiro, investigador en el Departamento de Extensión Agraria de la Universidad Federal de Porto Alegre y asesor en salud y ambiente de la UITA, se manifestó en sentido contrario al representante de Monsanto.
En declaraciones formuladas en Montevideo, donde la filial latinoamericana del sindicato de trabajadores de alimentación mantuvo un encuentro en septiembre, Pinheiro abundó sobre las consecuencias negativas de las experimentaciones biotecnológicas en este terreno.
"Desde hace 2.000 millones de años las especies vienen evolucionando, se vienen separando. Una papa se desarrolló muy lejos de un lenguado. Cuando se mezclan los dos artificialmente no es posible saber qué ocurrió con la cadena evolutiva", dijo.
Una semilla transgénica es aquella que recibió uno o varios genes de otra especie, explicó. "Hoy hay zanahorias que tienen genes de luciérnaga, y un maíz con genes de escorpión", ejemplificó.
"Las empresas biotecnológicas, los científicos saben que tal invento producirá tal proteína con tales propiedades, pero no qué influencia puede tener eso en la cadena evolutiva. Son nuevos seres vivos injertados en la naturaleza de un día para otro", afirmó.
El especialista y asesor sindical profundizó sobre el sistema de producción y los riesgos que presenta para los seres humanos y el ambiente
"¿Qué pasa cuando el polen de un macho que en principio debe fecundar a una hembra transgénica 'sigue de largo' y no la fecunda a ella sino a una hembra no transgénica, como bien puede suceder? En realidad nadie lo sabe", señaló.
"Se trata de un riesgo ambiental inconmensurable, verdaderamente imposible de calcular y que conduce a la polución biológica", alertó Pinheiro.
Para los participantes en el encuentro de Montevideo de la UITA, la contaminación del ambiente por un ser vivo con capacidad reproductiva es aun más peligrosa que la de los agrotóxicos, que a fin de cuentas puede ser "limpiada".
"Cuando una bacteria o un polen genéticamente manipulados escapen, nunca más se podrán recuperar, el ambiente nunca más volverá a ser el mismo. No es petróleo, que se ve. Esto no se ve y sus efectos son absolutamente incontrolables", resumió Pinheiro.
Tanto la rama ragional del sindicato internacional de la alimentación como los consumidores brasileños sostienen que en América Latina los gobiernos no se han preocupado en promover análisis sobre las consecuencias de estas nuevas tecnologías.
"No se está analizando el problema desde el punto de vista de los Estados nacionales. Simplemente se está consumiendo lo que las empresas descubren y se acepta su discurso seudocientífico que, en realidad, es marketing", observó Pinheiro.
Al igual que este ingeniero agrónomo, la organización de consumidores brasileña cuestiona a los científicos que, trabajando para las firmas transnacionales del sector, se empeñan en negar los peligros de estas tecnologías.
Para Pinheiro, "se trata de un pequeño ejército de tecnócratas alienados, formados como analfabetos políticos y que no están al servicio de la sociedad sino de las empresas que les pagan sus salarios".
"Esto sucede aquí y en todo el mundo, aunque en América Latina tendremos menos oportunidades de defendernos", afirmó. (FIN/IPS/dg/ag/en-sc/98