El aumento de la pobreza en Perú agrava la desnutrición y la mortalidad infantil, provoca el rebrote de enfermedades infecciosas casi extinguidas como la tuberculosis e incide también en la salud mental de la población.
Los índices de depresión, ansiedad, alcoholismo y drogadicción aumentan en una curva casi paralela a la del incremento de la desocupación y la pobreza, concluye una investigación realizada en la Universidad de San Marcos, de Lima, la principal del país.
El estudio compara las demandas de atención en los centros hospitalarios especializados en salud mental para pacientes de bajos ingresos con los indicadores económicos y sociales.
"Cerca del tres por ciento de la población presenta problemas de trastorno psicológico debidos a la pobreza, la violencia urbana y el consumo de pasta básica de cocaína", señala Cecilia Costa Esparza, responsable de la Dirección de Salud de Lima, dependiente del Ministerio de Salud.
Varios estudios coinciden en señalar que la violencia urbana y la adicción a las drogas afecta en mayor medida a la población de las áreas más pobres y marginales de la Lima.
El gobierno impulsa una reforma social basada en la economía de mercado, con la que logró controlar la inflación y reducir el déficit fiscal, pero a costa del aumento del desempleo y el número de pobres, y de una fuerte reducción de la clase media.
Entre 1989 y 1997, el sector de extrema pobreza, creció de 28 a 40 por ciento, el bajo superior subió de 36 a 39 por ciento, y el medio se redujo de 35 a 20 por ciento.
Funcionarios del gobierno sostienen que el crecimiento del producto interno bruto conseguido por el programa económico promueve la creación de empleos y que el efecto alcanzará en algún momento a los sectores periféricos de la sociedad, eliminando la pobreza extrema y la marginalidad.
"La pobreza extrema se asocia a un círculo de desesperanza, disfunción familiar y sufrimiento psíquico que provocan o agudizan los trastornos psicológicos", señala Elard Sánchez, director del Hospital de Salud Mental Hermilio Valdizán, centro docente de la Universidad de San Marcos.
"Las condiciones económicas y sociales que atraviesa el país generan una serie de problemas estructurales que afectan directa o indirectamente a la salud mental de las personas y su propia calidad de vida", añade.
El Hospital Hermilio Valdizán, uno de los tres grandes centros estatales especializados en salud mental de Lima, atiende al sector de la población más pobre y sin respaldo de programas de previsión social en la capital, de siete millones de habitantes.
Hector León Castro, coordinador académico y de investigación del Hospital, dice que en este año la demanda de atención se incrementó en 20 por ciento respecto de 1997. El año pasado fueron internadas 1.532 personas por problemas graves de salud mental y se efectuaron 23.137 consultas en régimen ambulatorio.
El informe detalla que en 1997 se ofrecieron en el Hospital Hermilio Valdizán 11.056 consultas a pacientes adultos y geriátricos, 2.072 a niños y adolescentes, 5.214 fueron terapias de modificación del comportamiento y 1.175 terapias familiares.
"Los criterios de atención en los hospitales psiquiátricos, antes llamados manicomios, han variado mucho en todo el mundo, ya no son depósitos de locos, en los que se encierra a los pacientes aislándolos del mundo, se les trata con fármacos, procurando mantenerlos en su entorno social y familiar", comenta León.
"Los internamientos sólo se realizan durante la fase crítica, superada la cual los pacientes deben retornar, hasta donde sea posible, a sus actividades habituales", concluye el médico.
En el informe estadístico de atención en el Hospital se advierte el incremento de uno de los problemas actuales de salud mental: la adicción a las drogas.
"Seis de cada cien personas consumen pasta básica de cocaína en Perú, con riesgo de sufrir múltiples consecuencias biopsicosociales negativas, como dependencia química, aumento de los niveles de agresividad, psicosis tóxica y desestructuración familiar", señala Sánchez.
El médico destaca que la adicción a las drogas ya no es un fenómeno casi exclusivamente masculino. Ahora, de cada 10 personas que recurren por este problema al Hospital Hermilio Valdizán procedentes de las zonas urbanas marginales, entre tres y cuatro son mujeres. (FIN/IPS/al/ag/he/98