El Casino Oasis parece un espejismo en el desierto, con luces rutilantes y mesas de juego recién estrenadas, pero es real y representa una apuesta de 50 millones de dólares para los palestinos.
Se trata de la primera gran inversión extranjera en su territorio, y los palestinos esperan que tras su apertura el martes las ruletas giren y las máquinas tragamonedas resuenen, con el fin de obtener ingresos económicos en medio de un clima de incertidumbre política.
Si se cumplen esas expectativas, obtendrán jugosas ganancias. La desfinanciada Autoridad Nacional Palestina espera recolectar millones en impuestos pagados por el casino.
Pero las dudas siempre abundan en esta volátil región: hace sólo una semana que las áreas palestinas volvieron a ser "cerradas" tras el asesinato de dos integrantes del grupo Hamas por soldados israelíes y la promesa de esa organización de vengar esas muertes.
Las pérdidas en ingresos de trabajadores palestinos que no pueden cruzar a Israel para cumplir con sus obligaciones suman cinco millones de dólares diarios.
Casinos Austria, que administra la nueva instalación y posee 30 por ciento de las acciones, no se preocupa por estos problemas esporádicos. "Si uno dependiera de que este tipo de cosas no ocurran, no abriría nunca, y así no se pueden hacer los negocios", dijo el director general de Oasis, Alexander Tucek.
Tucek y otros inversionistas consideran que el Casino Oasis es una apuesta segura en medio de un mar de incertidumbres. Tal como lo expresa su nombre: un oasis, rodeado por una reja de metal, vigilado por palestinos y por guardias pertenecientes a una empresa extranjera.
Todos ellos están determinados a mantener alejadas las perturbaciones características de esta zona. El edificio no tiene ventanas, contiene una atmósfera temperada por poderosos aparatos de aire acondicionado, y en el interior uno tiene la sensación de estar en Las Vegas o en Atlantic City.
"La gente viene al casino para olvidar lo que sucede allá afuera", dijo Tucek. El casino está situado frente a un campamento de refugiados palestinos y cerca de Jericó, una conservadora ciudad musulmana de 20.000 habitantes donde los tradicionalistas consideran el juego como un pecado.
"Está en contra de la religión", sentenció Hussein Qabeh, un pastor palestino vestido con la túnica blanca y el turbante rojo que utilizan los tradicionalistas árabes. "Viola la ley islámica y no ayudará a la economía. Por el contrario, dañará la sociedad, contaminará a la juventud y acarreará todo tipo de problemas".
Su opinión es compartida por un amplio sector de palestinos y podría explicar la razón por la cual los capitales de este origen se mantienen al margen de cualquier actividad pública relacionada con el casino. Los nombres de los accionistas palestinos que poseen 30 por ciento de la empresa son confidenciales.
La censura pública también explicaría por qué el propio gobierno prohibió a los palestinos el ingreso a Oasis, salvo para trabajar.
Algunos de ellos fueron entrenados como croupiers para las mesas de juegos, pero habrá centenares de empleos cuando se abran el restaurante y el hotel planificados por los inversionistas.
"Lo mejor que pudo hacer la Autoridad fue prohibir el ingreso de los palestinos, porque si pudieran jugar perderían todo su dinero. Y los palestinos no tenemos dinero para perder porque no somos ricos como los extranjeros", opinó Nasser Barham, dueño de un puesto de verduras en Jericó.
Los palestinos no dejan de hacer notar la ironía de que su conservadora sociedad apruebe la instalación de un casino para que puedan jugar los israelíes liberales, quienes no tienen otra opción pues su gobierno prohíbe este tipo de instalaciones.
El gobierno israelí cedió a las presiones religiosas y declaró ilegal el juego, pero a los israelíes les encanta jugar y para poder hacerlo suelen cruzar a Taba, en el Sinaí egipcio, o realizar largos cruceros por la costa de Eilat.
"¿Acaso los israelíes tienen un casino como éste? La respuesta es no… Entonces, ¿por qué lo pusieron aquí, por qué nosotros debemos aceptar algo que su propio gobierno considera malo?", se preguntó Wisam Waliji, un palestino de Jericó.
Algunos críticos del proyecto sugieren que Israel trata de convertir las áreas de autodeterminación palestina en algo similar a los "bantustanes" creados por el apartheid en Sudáfrica, es decir en pequeños estados "independientes" con gobiernos de estilo tribal donde se encerraba a la población negra.
El caso de Oasis sin duda recuerda a un bantustán de Sudáfrica, Bophuthatswana, famoso por albergar a Sun City, un inmenso parque de diversiones y centro de juegos de azar donde los blancos iban a apostar y buscar placeres sexuales prohibidos fuera de ese territorio.
Pero algunos esperan obtener beneficios de la inversión. Si el casino tiene éxito, el gobierno palestino podría embolsarse mucho dinero.
Mientras los inversionistas recuperan su inversión, el gobierno palestino recibirá entre dos y tres millones de dólares anuales. En el futuro, se embolsará entre 25 y 30 por ciento de las ganancias.
En Jericó, que experimentó una caída del turismo tras ser entregada a control palestino, algunos residentes esperan que el casino tenga un impacto económico positivo. "La gente no debería ir sólo al casino, también tendrían que visitar la ciudad, por favor díganselo", pidió a IPS el verdulero Barham.
Barham, por cierto, invirtió 12.000 dólares en la renovación de su puesto de verduras, a la espera de los clientes del casino. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/lc-ml/if-dv/98