LIBANO: El populismo de Hezbollah da resultados

El grupo islámico Hezbollah dejó de ser percibido en el sur de Líbano como una tenebrosa banda de extremistas para convertirse en un movimiento populista apoyado por amplios sectores de la población.

Fueron guerrilleros de Hezbollah (Partido de Dios), por ejemplo, los que limpiaron los escombros y reconstruyeron la vivienda de Zahra Fahas, de 35 años y madre de cinco niños, en esta aldea del sur de Líbano, cuando un ataque aéreo israelí la destruyó en 1993.

Durante el día, los hombres trabajaban en la construcción. Por la noche, tomaban sus ametralladoras y marchaban hacia los cerros cercanos a atacar las instalaciones israelíes que ocupan territorio libanés.

Fahas vio a los integrantes de Hezbollah, que en su mayoría son jóvenes chiítas, descender desde los cerros a reconstruir las casas demolidas de muchos de sus vecinos.

Israel ocupó en 1983 una franja en el sur de Líbano, con la intención de protegerse de los ataques guerrilleros a las localidades del norte de su territorio. Desde entonces, Hezbollah, un movimiento islámico chiíta apoyado por Irán, lucha contra la ocupación israelí.

Guerrilleros y aldeanos, incluidas las mujeres, comparten el objetivo de desplazar a los israelíes del territorio libanés y contribuyen activamente con la resistencia.

Las tácticas guerrilleras cada vez más afinadas de Hezbollah debilitaron la moral del ejército de Israel, que busca ahora una salida a esta guerra.

Algunos observadores compararon este conflicto con el de Estados Unidos en Vietnam en los 60 y 70, pues resulta imposible de ganar.

"Somos Hezbollah. Defenderemos nuestra tierra y nuestras familias. Lucharemos hasta que se vayan los israelíes", afirmó Fahas, reunida con sus familiares en la puerta de su casa.

Israel aceptó en abril una resolución de Naciones Unidas urgiéndole a retirarse de Líbano, pero puso como condición que el ejército libanés, y no Hezbollah, controlara el sur.

Beirut no aceptó tal condición. "No es tarea del ejército libanés proteger a Israel", expresó Abdel Satar al Laz, portavoz del primer ministro de Líbano, Rafiq Hariri.

Este estancamiento dio como resultado una costosa guerra de pequeños incidentes, a pesar del acuerdo de cese del fuego y la presencia de supervisores internacionales en la zona.

Tal acuerdo rige desde 1996, cuando ataques israelíes mataron a unos 200 civiles libaneses, casi todos ellos refugiados en un campamento de las Naciones Unidas.

Los controladores supervisan el cumplimiento del acuerdo, que prohibe a ambos bandos atacar pueblos y aldeas de su adversario. La prohibición no incluye blancos militares.

"Es un experimento internacional de manejo de conflictos, no de solución de conflictos. Nuestro trabajo es prevenir la muerte de civiles", dijo un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores e integrante del grupo de supervisores, quien, como es costumbre, pidió no ser identificado.

Mientras la cantidad de muertes civiles descendió, Hezbollah, con unos 1.000 hombres y armamento limitado, le hace pagar un alto precio al mucho mejor equipado ejército israelí, aliado a la milicia libanesa cristiana.

En lo que va del año, 11 soldados israelíes y 19 milicianos cristianos fueron muertos, según el ejército de Israel. Este éxito levantó la moral de Hezbollah y cambió la imagen de fanáticos indisciplinados que se tenía de sus integrantes.

Los guerrilleros ya no aplican los códicos islámicos ni irrumpen en los clubes nocturnos de Beirut arrojando el alcohol al suelo, pero siguen recibiendo asistencia de Irán, unos 20 millones de dólares por mes, según observadores occidentales.

Y tampoco proponen abiertamente un estado islámico. En cambio, concentran su fervor religioso en alcanzar el ideal islámico de justicia social, indican algunos analistas.

"No consideran que su función sea representar solo a los chiítas. Quieren un sistema político y social justo para todos los libaneses. Ese es, para ellos, el estado islámico ideal, el zenit de todo lo bueno", dijo Radwan al-Sayyad, profesor de estudios islámicos en la Universidad Libanesa.

Hezbollah aún figura en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado de Estados Unidos, que lo vincula a los atentados con bombas contra embajadas e instalaciones militares estadounidenses y a los secuestros de occidentales en los años 80.

Israel acusa a este grupo de la desaparición del piloto militar Ron Arad, a quien no se volvió a ver desde que su avión cayó en el sur de Líbano en 1986.

Inicialmente capturado por la milicia Amal, otro grupo armado en el sur, el piloto israelí habría sido entregado más tarde a La Fiel Resistencia, un pequeño grupo vinculado con Hezbollah.

También se dijo que, para financiar parte de sus operaciones, miembros del Hezbollah participan en la venta de drogas en el valle de Bekaa.

Los dirigentes de Hezbollah rechazan el calificativo de terroristas. "Somos un movimiento de liberación que lucha por la libertad de nuestro país. No nos importa qué etiquetas nos pongan. Sabemos cuál es nuestro papel y sabemos que lo que hacemos está bien", dijo Irahim Musawi, portavoz del grupo.

En el pueblo de Nabatiyeh, a tres millas de Jibsheet, la presencia de Hezbollah se percibe con claridad. Banderas amarillas y negras de la resistencia flamean junto a murales del imán Musa Sadr, el clérigo iraní desaparecido en Libia en 1978.

Adolescentes de pantalones y camisetas negras dirigen a la multitud a una manifestación recordando el secuestro del jeque Abdel Karim Obeid, capturado por Israel en los 80.

Amhed, un panadero de 37 años, afirmó que en estas villas todos colaboran con la liberación de Líbano.

Unos les dan casa y comida a los combatientes, otros recaudan fondos y otros, como él , son la "reserva" de voluntarios para las operaciones guerrilleras, explicó.

"De noche ayudo a Hezbollah a liberarnos de la ocupación. Sin mi apoyo y el de otros aldeanos, la resistencia no existiría", sostuvo Ahmed. (FIN/IPS/tra-en/dh/di-mj/ip/98

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