La prioridad otorgada a la lucha contra la contaminación obstaculiza en Estados Unidos la solución de los problemas de los pobres y de minorías étnicas, asegura un libro publicado por un instituto de investigación.
"La pobreza, el desempleo, la mala dieta y el cigarrillo son más peligrosos para estas personas que los posibles riesgos de la contaminación industrial", afirma Christopher H. Foreman, del Instituto Brookings, en el libro "The Promise and Peril of Environmental Justice" (La Promesa y el Peligro de la Justicia Ambiental).
Las conclusiones de Foreman no fueron bien recibidas por organizaciones ecologistas y sociales empeñadas en lucha desde hace años contra el "racismo ambiental", que discrimina a los pobres y las minorías, entre ellos los negros, los indígenas y los inmigrantes latinoamericanos.
Las zonas en que habitan esas minorías son con frecuencia asiento de depósitos de residuos tóxicos o de fábricas que desprenden emanaciones nocivas.
Centenares de comunidades de ese tipo aseguran ser víctimas del "racismo ambiental", porque no tienen poder político o económico para combatir a la industria contaminante.
"La cuestión es qué problemas define el movimiento de justicia ambiental como los más apremiantes de esas comunidades", dice Foreman.
La campaña contra un objetivo visible y fácil, como una fábrica contaminante, relega a segundo plano los riesgos más concretos para una comunidad, como el desempleo y la pobreza, agrega.
Aunque Foreman reconoce que los defensores de la justicia ambiental impidieron la instalación de muchas industrias peligrosas en numerosas localidades, argumenta que esa energía militante podría utilizarse de manera más eficaz.