EE.UU.: Baja participación de electores preocupa a demócratas

La baja participación del cuerpo electoral en los comicios de Estados Unidos es el factor fundamental para comprender las razones políticas de la ofensiva republicana contra el presidente Bill Clinton por sus relaciones con Mónica Lewinsky.

Cinco días después de la televisación del testimonio que brindó Clinton sobre sus relaciones con la ex becaria de la Casa Blanca, dos tercios de los encuestados señalaron que querían que el presidente llevara a término su período presidencial.

Casi 80 por ciento de los encuestados en un sondeo del diario The New York Times y la cadena de noticias CBS News opinaron entonces que eran un desperdicio el tiempo, el esfuerzo y el dinero utilizados por el fiscal independiente Kenneth Starr en sus cuatro años de investigación del presidente.

La encuesta incluso reveló señales de un comienzo de rechazo popular contra los legisladores republicanos del Congreso.

No obstante, los demócratas no se alegraron, porque el sondeo se basó en una muestra representativa de las opiniones del público en general y no en los sectores que piensan votar en las elecciones parciales del 3 de noviembre.

Entre los que sí piensan votar ese día, 50 por ciento está a favor del juicio político contra Clinton y una mayoría reveló su intención de votar por un candidato republicano al Congreso. Si esas cifras se mantienen en noviembre, los republicanos consolidarán su dominio en ambas cámaras legislativas.

Por esa razón, el partido republicano parece decidido a llevar adelante y dar publicidad al escándalo que tiene poco o ningún interés para dos tercios de la población de este país y del resto del mundo.

Aun en los comicios presidenciales, que se celebran cada cuatro años, la participación de los electores en los últimos 30 años nunca superó 56 por ciento del total de habilitados.

La participación en las elecciones parciales, cuando se disputan las 435 bancas de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado, numerosos gobiernos estaduales y otros cargos estatales y locales, nunca superó 38 por ciento.

En 1994, cuando los republicanos lograron dominar la Cámara de Representantes por primera vez en casi 40 años, la participación electoral se limitó a 36 por ciento.

Los republicanos esperan que el porcentaje sea aún menor en las próximas elecciones parciales de noviembre porque, según los analistas políticos, el partido ganador es el que puede "movilizar su base" popular para votar.

Para los republicanos, lo bueno del escándalo Clinton-Lewinsky es la indignación que provocó en la derecha cristiana, los seguidores más organizados y motivados del partido opositor.

El escándalo "desmotivará a los demócratas y hará participar a nuestras bases", opinó Gary Bauer, representante de la derecha cristiana, en una reunión este mes de la organización Coalición Cristiana.

Para estos grupos, Starr y los republicanos de la comisión judicial de la Cámara de Representantes no son los perseguidores implacables y santurrones de un presidente herido pero arrepentido que sólo intenta hacer su trabajo, como lo considera la mayoría del público.

"Son los ángeles vengadores, elegidos por el propio Dios para expulsar a los pecadores y limpiar el santuario del Estado", manifestó un funcionario del Congreso.

Para garantizar que los electores participen en las elecciones dentro de cinco semanas, los republicanos deben seguir provocando su ira, presumiblemente al publicar una corriente interminable de documentos sobre los "pecados" sexuales y las tergiversaciones de Clinton.

La iniciativa podría provocar el rechazo de la gran mayoría de ciudadanos que, sin embargo, probablemente no voten.

En consecuencia, los republicanos, que al principio justificaron su decisión de publicar el informe Starr y otros documentos del escándalo diciendo que "el pueblo debe decidir", cambiaron abruptamente su tono luego de que las encuestas revelaron que la tasa de aprobación de Clinton seguía prácticamente sin cambiar.

"La gente se horrorizaría si el Congreso fuera sólo una institución encuestadora que representó una versión grotesca de la justicia en base a sondeos de opinión o programas de entrevistas", declaró la semana pasada el presidente de la cámara baja y principal estratega republicano, Newt Gingrich.

El mensaje es claro. Los republicanos seguirán adelante con el intento de avergonzar y humillar al presidente mientras crean que el esfuerzo les traerá beneficios en las elecciones de noviembre al mantener baja la participación del electorado demócrata.

"Cuando ocurren cosas que apenan a un sector partidario, este se queda en casa" y no vota, explicó Gingrich.

Para neutralizar esta estrategia, los demócratas deben motivar su propia base, que está constituida principalmente por mujeres, afro-estadounidenses y sindicatos, según los analistas políticos.

Este esfuerzo comenzó la semana pasada cuando dirigentes de estos grupos, refiriéndose al espectro del avance republicano, exhortaron a que se lancen campañas electorales propias.

Si el partido republicano logra consolidar su dominio en el Congreso, podría "anular el progreso alcanzado por las mujeres" durante el gobierno de Clinton, advirtió Tipper Gore, la esposa del vicepresidente Al Gore, en un importante encuentro de mujeres.

De los tres grupos, las mujeres son vistas como las más importantes porque son las más numerosas y desde hace más de una década votan en forma creciente por los demócratas. Pero existe la inquietud de que se sientan desmotivadas por el escándalo Lewinsky y sus explícitos detalles sexuales.

Mientras, los demócratas esperan que los republicanos se pasen de la raya en la campaña contra Clinton, como ocurrió cuando obligaron al gobierno a cesar parte de sus funciones en 1995, durante una disputa presupuestal con el presidente.

Las encuestas revelaron que los electores culparon a Gingrich y sus seguidores por el enfrentamiento de entonces, lo que llevó a Clinton de vuelta a la Casa Blanca en 1996, junto con un leve aumento en el número de legisladores demócratas.

"La extralimitación y la injusticia de la gente que no tiene otra cosa que hacer salvo humillar al presidente hará mucho para motivar a nuestra base", manifestó el presidente del partido democrático de Ohio, David Leland. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/aq-ml/ip/98

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