Las repercusiones de la prueba de un misil balístico de mediano alcance por parte de Corea del Norte llegaron hasta Nueva York, donde tiene lugar una nueva ronda de conversaciones entre Seúl, Pyongyang, Beijing y Washington.
Tras la primera prueba el lunes del misil norcoreano Taepo Dong I, con un alcance de 2.000 kilómetros, la ronda de conversaciones cuatripartitas en curso en Nueva York se encontró estancada.
Corea del Norte sembró el pánico en el Pacífico septentrional con el lanzamiento de prueba de un misil balístico que cayó en el mar de Japón después de un vuelo de más de tres horas, sobre el cual había advertido a Rusia.
Funcionarios de Estados Unidos transmitieron rápidamente su disgusto a sus contrapartes norcoreanas, quienes respondieron ausentándose de las sesiones de negociación del martes, mientras esperaban instrucciones de Pyongyang.
Entre tanto, el Congreso de Estados Unidos aumentó sus ataques a la nación comunista, siempre desconfiado del acuerdo marco por el cual Corea del Norte prometió poner fin a su programa de armas nucleares a cambio de ayuda para la construcción de reactores atómicos de uso civil y el fin del embargo estadounidense.
"La prueba daña claramente la atmósfera política entre nuestros dos países y las perspectivas de paz y seguridad en la región", declaró el martes el representante Benjamin Gilman de Nueva York, presidente del Comité de Relaciones Exteriores de su cámara, tras el desaire de los norcoreanos.
"Si Corea del Norte intentó usar esto como un instrumento de negociación, creo que le salió el tiro por la culata", declaró.
Gilman opinó que el Congreso, que en los últimos cuatro años otorgó ayuda a Pyongyang por 200 millones de dólares para paliar la hambruna, debería suspender cualquier discusión sobre una nueva ayuda.
Advirtió que, a menos que Corea del Norte cumpla más estrictamente el acuerdo marco, el Congreso, de mayoría republicana, no permitirá destinar más ayuda a Pyongyang el próximo año fiscal.
Funcionarios del Departamento de Estado intentan aún mantener el acuerdo, que disipó en parte las preocupaciones sobre el programa nuclear norcoreano y ofreció las primeras esperanzas de fin al estancamiento de 45 años en la península de Corea.
Sin embargo, admitió el portavoz del Departamento de Estado Lee McClenny, la prueba misilística "constituye un asunto de profunda preocupación para Estados Unidos, por su potencial impacto desestabilizador en el noreste de Asia y más allá".
Gilman arguyó que Corea del Norte podría exportar su tecnología de misiles, como lo hizo en el pasado hacia Irán. Funcionarios de Washington afirmaron que Pakistán, que realizó pruebas nucleares en mayo, aumentó el alcance de sus misiles gracias a tecnología norcoreana.
Hasta la prueba del lunes, en la que el misil Taepo Dong I aterrizó cerca de la isla japonesa de Honshu, los funcionarios del gobierno de Estados Unidos en Nueva York se mostraban optimistas sobre las perspectivas de un acuerdo con Pyongyang.
Aunque Washington sostiene que hay señales de una reanudación del programa nuclear de Corea del Norte, ambas naciones están ansiosas por avanzar en varios temas pendientes, y Pyongyang necesita con urgencia ayuda alimenticia.
Sin embargo, es harto improbable que el Congreso apruebe más ayuda en un momento en que, según Gilman, el gobierno norcoreano incumple sus compromisos de desarme nuclear.
Selig Harrison, un analista norcoreano del Centro de Académicos Woodrow Wilson, señaló que Washington también debe cumplir su parte. Estados Unidos admitió que está retrasado en el suministro de tecnología para dos reactores nucleares que Pyongyang quiere construir para satisfacer sus necesidades de energía.
Pero el lento ritmo de las conversaciones y el rezago en el cumplimiento de los compromisos no son los únicos factores que obstaculizan la normalización de las relaciones.
Se prevé que la semana próxima, Kim Jong-il será formalmente nombrado presidente, aunque en realidad conduce al país desde hace cuatro años, cuando falleció su padre, Kim il-Sung.
La prueba podría ser un esfuerzo por aumentar su autoridad antes del anuncio de la demorada designación.
Las demoras coinciden con un intento de acercamiento a Pyongyang del nuevo gobierno de Corea del Sur, encabezado por el presidente Kim Dae Jung.
El actual gobierno surcoreano ha sido mucho más extrovertido que sus predecesores, sumamente desconfiados de los vecinos del norte, acerca de la necesidad de normalizar las relaciones en la península de Corea.
Sin embargo, entre el estancamiento de las conversaciones de Nueva York y la prueba de misiles, el reciente optimismo de Seúl también comienza a resentirse. (FIN/IPS/tra-en/fah/kb/ml/ip/98