El gobierno de Brasil reconoció la derrota en su batalla con el mercado y reaccionó con un alza de intereses a 49,75 por ciento, en una última jugada de riesgo al borde del abismo.
El Banco Central aplicó ese freno de emergencia la noche del jueves, tras una fuga de casi 2.000 millones de dólares y caídas de más de 15 por ciento en la jornada bursátil, durante la cual las autoridades, incluso el presidente Fernando Henrique Cardoso, negaron reiteradamente cualquier nueva medida.
El martes la autoridad monetaria ya habia elevado sus tasas de 19 a 29,75 por ciento y el gobierno anunció un recorte de 3.400 millones de dólares en sus gastos de este año, en un intento frustrado por estancar la hemorragia de dólares.
La fuga de capitales, al revés, recrudeció, duplicando el promedio de 1.000 millones de dólares que se había registrado en las tres últimas semanas. En el mercado ya se estima que las reservas cambiarias del país están debajo de los 50.000 millones de dólares, el límite de seguridad.
Para este segundo golpe, el Banco Central prefirió equivocarse por exceso, superando las expectativas de los bancos que sugerían una elevación a 39 por ciento e incluso aceptaron adquirir títulos a 31,50 por ciento de interés para refinanciar la deuda pública.
El alza de ahora supera el 43,5 por ciento adoptado en octubre de 1997 para contener la fuga de dólares ocurrida en la turbulencia anterior, desatada por Hong Kong.
El objetivo de tranquilizar el mercado y convencerlo de que está descartada una devaluación del real parece haberse alcanzado. Al comienzo de la jornada bursátil del viernes hubo señales de interrupción de la salida de divisas y de control del pánico.
Pero el arma utilizada tiene también un efecto bumerán. Una prolongada recesión debe seguirse al estancamiento económico del primer semestre.
La Caja Económica Federal, institución estatal que financia la construcción y el área social, suspendió este viernes las operaciones de crédito a la vivienda, hasta que las tasas de interés vuelvan a un nivel razonable.
La intención es proteger los propios usuarios del costo excesivo que tendría una financiación a largo plazo. Los intereses anteriores, ya muy elevados, provocaban un elevado índice de insolvencia entre los que recurrieron al crédito.
El crédito se hizo muy difícil en todos los bancos, que desde el inicio de la semana pasaron a concederlo solo a clientes excepcionales, por temor a no recuperar el dinero prestado. Está previsto que la tendencia se acentúe a partir de ahora, agravando la recesión y el desempleo.
Pero lo más grave es que los intereses en las nubes afectan principalmente las cuentas del Estado, el mayor deudor del país, con más de 250.000 millones de dólares.
Por eso el alza aplicada en octubre pasado sólo provocó un aumento del déficit fiscal, el talón de Aquiles de la economía brasileña, fuente de su vulnerabilidad a las crisis que ocurran en cualquier parte del mundo.
El déficit, que fue de 6,1 por ciento del producto interno bruto en el año pasado, subió a 7,27 por ciento en el primer semestre. El anuncio de este resultado contribuyó al pánico financiero del jueves.
El costo adicional para el sector público este año sería de 18.000 millones de dólares, según el director de Política Monetaria del Banco Central, Francisco Lopes. Pero su estimación se basaba en tasas anteriores, sin contemplar el agravamiento que provoca el alza a 49,75 por ciento.
El Banco Central previó que el año termina con un déficit público de 7,3 por ciento o 56.000 millones de dólares. El temor del mercado es que supere ocho por ciento, que se considera el punto donde se pierde el control de la economía. Los altos intereses soplan en ese sentido.
Para neutralizar ese efecto, es indispensable nuevos aprietos fiscales, con alza de tributos o recorte de gastos. Y según el presidente Cardoso ya se había llegado "al límite" con las medidas del martes.
Pese a todo, la brutal elevación era la "única alternativa" para contener el ataque a la moneda nacional, según Eliana Cardoso, consultora del Banco Mundial que participó en el equipo económico del gobierno brasileño hasta el año pasado.
Una devaluación cambiaria "sería un desastre total", opinó el ex ministro de Hacienda Mailson da Nóbrega. La mayoría de los economistas también consideran que restricciones o control de las operaciones cambiarias ahuyentaría más aun los capitales externos.
Pero en los últimos dias creció entre banqueros y empresarios la convicción que una devaluación del real es cuestión de tiempo.
La incertidumbre tiende así a prolongarse, a menos que las potencias económicas ayuden a Brasil o intervengan para estabilizar las finanzas mundiales, como pidió el presidente brasileño. (FIN/IPS/mo/mj/if/98