La sensibilidad del mercado de capitales ante los dichos y desmentidas de gobernantes y autoridades financieras aumentó en América Latina esta semana, que finalizó con la quiebra de un fondo de inversiones de Estados Unidos.
La Bolsa de Sao Paulo, cuyo movimiento estuvo casi siempre acompañado de otras plazas de América Latina, empezó y terminó la semana en baja: 3,87 por ciento el lunes y 1,94 el viernes.
Pero tuvo un alza espectacular de 10,98 por ciento el miércoles, impulsada por los discursos del mandatario brasileño Fernando Henrique Cardoso y del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan.
Cardoso anunció para después de las elecciones del 4 de octubre, en las que logrará probablemente un segundo mandato, un ajuste vigoroso y "definitivo" de las cuentas públicas, en cuyo desequilibrio tiene origen la vulnerabilidad de Brasil ante el huracán financiero internacional.
Greenspan insinuó una reducción de los intereses en Estados Unidos, una medida reclamada por muchos gobernantes, analistas y empresarios como forma de reducir la tensión y los desequilibrios que ya afectan la economía mundial.
La semana había empezado bajo los aires negativos del caso Monica Lewinsky. La exhibición televisiva del testimonio de Bill Clinton ante el la justicia perturbó las bolsas de Occidente el lunes pasado.
La bolsa de Nueva York se recuperó al final del día, al evaluar los operadores que la humillación sufrida por Clinton no agravó su situación política.
Esa reacción impidió un desastre mayor en las bolsas brasileñas y latinoamericanas, que también fueron ayudadas por declaraciones de preocupación y apoyo en la apertura de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En contrapartida, los mercados de América Latina resultaron perjudicados por los obstáculos políticos a la reforma bancaria en Japón, un país clave en la crisis mundial en curso.
Un martes más tranquilo, con expectativas generadas por negociaciones internacionales para la ayuda financiera y medidas fiscales en Brasil, permitió el comienzo de una recuperación que cobró vigor el miércoles, debido a los discursos de Cardoso y Greenspan.
El entusiasmo se apagó el jueves, al conocerse la quiebra del fondo de inversiones Long-Term Capital Management (LTCM), de Estados Unidos.
La Reserva Federal organizó una ayuda de 3.500 millones de dólares para apuntalar el LTCM, con recursos aportados por grandes bancos internacionales.
Ese golpe en el corazón financiero del mundo esparció pesimismo. La Bolsa de Sao Paulo acusó el impacto con una caída de 5,99 por ciento el jueves, y hubo bajas menores, por su orden, en México, Buenos Aires, Caracas y Santiago.
La incertidumbre redujo el viernes los negocios en Sao Paulo, la mayor bolsa latinoamericana, a menos de dos tercios del monto normal.
La semana termina también con signo negativo porque Brasil, cuyo futuro parece determinante para América del Sur, no logró frenar la salida de capitales, que fue en promedio de 500 millones de dólares diarios. La sangría disminuyó el jueves a 300 millones, pero debido a pagos por la privatización de una empresa pública.
La compañía Electricidad de Portugal transfirió 300 millones de dólares como parte del pago por la distribuidora de energía Bandeirante, privatizada una semana antes por el gobierno del estado de Sao Paulo.
El efecto positivo del discurso de Cardoso, que sorprendió a observadores y público al anunciar medidas impopulares sólo 11 dias antes de las elecciones, perdió fuerza amte el debate sobre las dificultades que tendrá su gobierno para salir de la "trampa" en que se halla la economía brasileña.
Las tasas de interés, situadas en el alto nivel de 49,75 por ciento para contener la fuga de capitales, agravan el déficit fiscal, que se acerca a ocho por ciento del producto interno bruto. Se trata, en términos absolutos de más de 60.000 millones de dólares.
Los elevados intereses condenan al país a una dura recesión económica el próximo año, con la consiguiente reducción de la recaudación fiscal. Y no se puede bajarlos, ya que Brasil necesita capitales extranjeros para cubrir un saldo negativo de su cuenta corriente de más de 30.000 millones de dólares.
Para salir del atolladero, el país necesita obtener unos 17.000 millones de dólares anuales de superávit fiscal primario, es decir, de recaudación menos gastos, sin contar el costo financiero de la deuda pública, advirtió Raúl Velloso, un conocido analista.
Ese esfuerzo fiscal tiene que combinarse con una fuerte ayuda financiera externa, para permitir la reducción de los intereses internos, opinó Velloso. (FIN/IPS/mo/ff/if/98