A medida que se aceleró el repliegue del Estado en los años 90, la sociedad civil ganó protagonismo. En Iberoamérica, las ONG van cercando a los gobiernos, con una agenda que reivindica valores de justicia, igualdad y solidaridad.
El IV Encuentro Iberoamericano del Tercer Sector convocó a mediados de este mes en Buenos Aires a casi un millar de miembros de ONG (organizaciones no gubernamentales), fundaciones y empresas de 14 países. Sus conclusiones serán presentadas en la Cumbre Iberoamericana de Noviembre en Oporto, Portugal.
Juan Carr, fundador de una Red Solidaria en Argentina, dijo a IPS que América Latina vive "una verdadera explosión solidaria" que algunos con optimismo denominan como la "última revolución del siglo XX o la primera del siglo XXI".
"Si hay globalización económica, que haya globalización solidaria", es el lema del movimiento.
"Las ideologías no desaparecen del todo, pero se borraron un poco y hay un acercamiento entre ricos que quieren ayudar y pobres con necesidades", afirmó.
"Nosotros creemos que hay cosas de la sociedad que se pueden transformar, aún cuando hay que ser realistas y aceptar que el mercado marca el ritmo y que la globalización es un fenómeno inescrutable", añadió.
Carr, un veterinario que vive de su trabajo, consideró que mucha gente que en otra época hubiera militado en un partido político hoy tiene ganas de acercarse más directamente al otro. "Para la red, si podemos salvar a una sola persona, entonces tenemos éxito", afirmó.
La Red Solidaria se compone de un nutrido grupo de voluntarios telefónicos que donan su tiempo para conectar a donadores de órganos, alimentos, medicinas o muebles con las personas, hogares o instituciones necesitadas.
En el encuentro del tercer sector hubo organizaciones religiosas, de derechos humanos, fundaciones financiadas por empresas y otras organizaciones que trabajan con personas enfermas de sida, discapacitadas, desempleados, pobres, mujeres o ancianos, de América Latina, España y Portugal.
Los delegados que llegaron a Buenos Aires tienen en común su experiencia en acción social y reafirmaron sus valores mediante un documento en el que dejaron en claro su rechazo a la exclusión social y a la injusticia, la reivindicación de la solidaridad, la democracia y ética, y el compromiso con la igualdad y la equidad.
En base al trabajo de las distintas comisiones y de las conclusiones de expositores sobre su experiencia, un grupo de miembros del movimiento redactará un documento específico que, por primera vez, será presentado a los jefes de Estado iberoamericanos en la próxima cumbre.
"Hemos dicho aquí que una comunidad es algo más que el Estado y el Mercado", sostiene el documento final, elaborado con la idea de confeccionar "un nuevo contrato social para el siglo XXI".
"Ningún contrato para el siglo que viene puede desconocer las deudas de derechos que tenemos con amplios sectores de la sociedad. Debemos recoger lo mejor de nuestra tradición iberoamericana para modelar un contrato social que de preferencia a la integración social", dice.
"En la era de la globalización, la tendencia a crear redes es un imperativo, no hay condiciones de encontrar salidas nacionales, salvo limitadamente", añade.
En Argentina, una encuesta de la empresa Gallup reveló que en los últimos años creció la solidaridad. Los voluntarios aumentaron de 20 a 36 por ciento de la sociedad entre 1996 y 1997, y su edad promedio bajó de la franja de 50-64 años a la de 35-49.
En 1997, 46 por ciento de las personas hizo alguna donación, frente a 40 por ciento en 1996. Y este año -signado por las innundaciones que arrojaron miles de damnificados- los donantes llegaron a 55 por ciento de los consultados por Gallup.
Los encuestados apoyaron la necesidad de apuntalar el trabajo de las ONG (81 por ciento) y colocaron a estos grupos como los más creíbles detrás de la Iglesia Católica y la escuela pública, dos instituciones que hoy, forzadas por las circunstancias de repliegue del Estado, forman parte del movimiento solidario.
Mediante la aplicación coincidente de políticas económicas neoliberales, los estados latinoamericanos renunciaron a la responsabilidad de amplios sectores excluidos del modelo de desarrollo, según indicaron muchos de los participantes en el encuentro de la capital argentina.
Ese espacio vacante fue ocupado en forma creciente por estas organizaciones sin fines de lucro que creen que las personas con necesidades no pueden esperar una transformacion radical de la sociedad, ni un cambio de gobierno.
Una de las fundaciones que participó en el encuentro fue "La Lechería". Dos mujeres, asistentes sociales, consiguieron fondos para sostener un verdadero "oasis" en un barrio marginal del Gran Buenos Aires, que se propone apoyar a niños y adolescentes para que no dejen de estudiar.
Hasta allí llegan profesores, psicólogos, fonoaudiólogos y otros especialistas que toman contacto con un mundo alejado de su experiencia en sectores medios y altos.
Adictos a las drogas recuperados, ex delincuentes y menores que hacen equilibrio en la cuerda floja de la marginalidad son tentados a estudiar a cambio de una beca, alimento, techo y contención. (FIN/IPS/mv/ag/dv-hd/98