Los ensayos con un medicamento llamado hidrobromuro de galantamina buscan demostrar su efectividad para combatir el misterioso síndrome de fatiga crónica, pero esas pruebas son cuestionadas ante indicios de su incompatibilidad con los organofosfatos.
Expertos en contaminación por exposición a organofosfatos argumentan que la galantamina puede agudizar los síntomas de los pacientes, hecho que ya habría causado al menos un fallecimiento.
El síndrome de fatiga crónica presenta síntomas neuropsiquiátricos, debilidad muscular, fácil fatigabilidad, febrícula, sudoración nocturna y dolores musculares o articulares.
El hidrobromuro de galantamina, basado en sustancias vegetales, ya fue utilizado para tratar a pacientes con el mal de Alzheimer.
La sustancia actúa bloqueando la enzima acetilcolinesterasa, destructora de la acetilcolina, que ayuda en la transmisión de señales del sistema nervioso y las apaga cuando ya no son necesarias.
Los pacientes con Alzheimer tienen menos acetilcolina, así que se usa la galantamina para evitar la enzima que destruye esta sustancia. Pero el medicamento tiene un funcionamiento similar al de los gases neurotóxicos, pues al mismo tiempo impide la emisión de "señales de apagado".
Los pesticidas del tipo organofosfórico actúan del mismo modo. Según algunos investigadores, la exposición a estos compuestos podría estar vinculada a la aparición del síndrome de fatiga crónica.
Las personas contaminadas con organofosfatos desarrollan depresión, cansancio continuo, cambios de carácter, dolores en las articulaciones y otra serie de síntomas, que también se hicieron presentes entre algunos veteranos de la guerra del Golfo.
"No tiene sentido tratar a estas personas con galantamina; sería como contaminarlos de nuevo", advirtió la representante de la Red de Información sobre Organofosfatos (OPIN), Elizabeth Sigmund.
Sin embargo, hace más de un año se iniciaron las pruebas de la galantamina para tratar a pacientes con síndrome de fatiga crónica, e incluso se buscaron voluntarios a través de anuncios en los diarios.
A fines del año pasado, Sigmund fue contactada por un forense que investigaba el suicidio de una persona que estaba en la base de datos de OPIN, James Penny, quien se quitó la vida a los 31 años envenenándose con estricnina.
"Era un caso típico de envenenamiento con organofosfatos, pero se las arreglaba para llevar una vida normal. Penny había hablado conmigo varias veces y comentado que era bueno encontrar alguien comprensivo, pues otra gente no entendía lo que le estaba ocurriendo", dijo Sigmund.
Pero entonces fue enviado a un psiquiatra que le diagnosticó síndrome de fatiga crónica a pesar de la evidencia que indicaba envenenamiento con organofosfatos, y le recetó galantamina sin advertirle de qué se trataba.
"Su desesperación y angustia aumentaron hasta el punto de que su familia estaba asustada, y todo terminó con una terrible muerte en los brazos de su hermana mayor", relató Sigmund.
Tras la investigación sobre la muerte de Penny, la empresa Shire Farmacéuticos, que fabrica el medicamento, emitió una advertencia a los médicos participantes en las pruebas para que excluyeran a aquellos pacientes con algún indicio de exposición a los organofosfatos.
"Tanto la galantamina como los organofosfatos son poderosos inhibidores de la colinesterasa. Hay 20 médicos ingleses que realizan pruebas con pacientes presuntamente afectados por el síndrome, pero no sabemos quiénes son, y tampoco sabemos cuántos de esos enfermos en realidad son víctimas de exposición a organofosfatos", planteó Sigmund.
La representante de OPIN destacó que aún no está claro por qué se considera a la galantamina para tratar a personas con fatiga crónica y demandó que quienes hacen las pruebas "publiquen sus resultados y expliquen el motivo para realizar estos experimentos".
Colin Berry, asesor científico del gobierno británico, coincidió en que la administración del medicamento a los afectados con organofosfatos puede ser "extremadamente peligrosa". Pero al mismo tiempo asegura que las pruebas son de vital importancia para comprender mejor a los organofosfatos.
"Parece que sólo le importa descubrir más sobre los efectos tóxicos de los compuestos organofosfóricos, pero esos experimentos deberían realizarse en instalaciones de armamento químico, y con animales", dijo Sigmund.
Pese a que se asegura que los contaminados con organofosfatos están excluidos de las pruebas, no se les informa sobre el peligro. En el papel que reciben con las medicinas sólo hay advertencias sobre el peligro de "depresión".
"Nuestro consejo para todos los enfermos de fatiga crónica o contaminados con organofosfatos es que no acepten tomar parte en ninguna de estas pruebas", añadió Sigmund. (FIN/IPS/tra-en/jmp/lc-ml/he/98