MONGOLIA: Desencanto por la política en medio de la crisis

T. Jambal, padre de tres hijos y sordomudo, de 34 años, decidió manifestar públicamente su desilusión prendiéndose fuego durante un acto público en el que estaban presentes autoridades de Mongolia.

Fue salvado por otras personas que se encontraban en el lugar y terminó con quemaduras superficiales en las piernas. "No quiero seguir viviendo en estas condiciones", escribió Jambal en un papel.

"En la época del comunismo teníamos esperanza y trabajábamos con orgullo porque sabíamos cuál era nuestro objetivo como sociedad", comentó Jaya, una pensionista de 80 años que ahora se dedica a vender cigarrillos.

"Ahora no queda nada. No hay esperanza. No hay confianza. El gobierno nos engaña y nunca sabremos la verdad. Son unos mentirosos", añadió Jaya.

Jambal y Jaya son parte de la creciente franja de mongoles cada vez más frustrados por la calidad de vida en este país de 2,4 millones de habitantes, que en este momento paga el costo de su transición hacia una economía de libre mercado.

El régimen comunista fue derrocado hace ocho años, pero en todo este tiempo el país no ha dejado de pagar el costo de la transición. Los niños que viven y trabajan en la calle se ven con frecuencia y miles de personas sin hogar buscan refugio en los recovecos de la ciudad.

De acuerdo con el Banco Mundial, 36 por ciento de la población es pobre, mucho más que el 14,5 por ciento de 1991, tras la caída del comunismo. Los desempleados, los pastores, los inválidos y las mujeres jefas de hogar encabezan las listas de pobres.

Aunque en los últimos años se registraron algunos progresos económicos, la actual preocupación de las autoridades es detener el desaceleramiento del crecimiento, revertir el desequilibrio de la balanza comercial y el bajo precio de las exportaciones como consecuencia de la crisis asiática.

Los problemas de Mongolia, sin embargo, se ven exacerbados por conflictos políticos que llevan a mucha gente a cuestionar el elevado precio de la democracia y el libre mercado para este país, que tiene apenas 2,5 millones de habitantes repartidos en 1,5 millones de kilómetros cuadrados entre China y Rusia.

Las tensiones políticas se relacionan con el debate sobre la rapidez y la profundidad de las reformas, una discusión similar a la que se ha producido en otros países que tuvieron economía centralizada.

En los últimos ocho años, Mongolia tuvo tres elecciones presidenciales y el mismo número de comicios parlamentarios. El último cambio se detonó en julio, cuando renunció el primer ministro Ts. Elbegdorj tras apenas tres meses en el cargo.

El primer gobierno no comunista elegido tomó posesión en 1996 después de unos comicios que contaron con la participación de 90 por ciento del electorado.

Pero desde enero de 1998 los mongoles han sido testigos de los conflictos internos en la gobernante Coalición Unión Democrática, y entre el parlamento y el presidente, que pertenece a la oposición.

El 23 de abril, Elbegdorj, que a la sazón era parlamentario, se hizo cargo del puesto de primer ministro en reemplazo de Mendsayhany Enkhsaikhan, quien, según los legisladores, no atacó de forma adecuada los problemas económicos.

Apenas tres meses después, el propio Elbegdorj abandonaba el puesto tras aprobar una fusión entre el estatal Banco de Reconstrucción y el privado Banco Golomt, una operación que, según sus adversarios, amenaza la seguridad económica del país.

Desde su renuncia no ha sido posible un acuerdo para nombrar un nuevo primer ministro. El presidente N. Babagandi, ex comunista del opositor Partido Revolucionario del Pueblo, ya rechazó cuatro veces el candidato propuesto por la Coalición Unión Democrática.

Sin embargo, la coalición insistió y designó por quinta vez a Daadorjin Ganbold. Mientras tanto, el premier renunciante se ve imposibilitado de abandonar el cargo al que renunció.

Un sondeo de opiniones realizado por el diario independiente Unuudur detectó descontentos con el extenuante proceso de cambio de gobierno. Algunos entrevistados se mostraban partidarios de disolver el parlamento.

Por otro lado, esta situación afecta la capacidad del gobierno para enfrentar problemas económicos. El ministro de Economía, Batbayar, dijo que el crecimiento económico está amenazado por factores externos como la caída de los precios del cobre, principal exportación del país.

La Coalición había planificado introducir reformas adicionales después del crecimiento económico de tres por ciento registrado en 1997. Mientras tanto, la inflación bajó de 325 por ciento en 1992 a 17 por ciento el año pasado.

Aunque estos indicadores aún son precarios, representan un tremendo avance frente al hundimiento que sufrió Mongolia cuando dejó de percibir el subsidio anual de 900 millones de dólares que aportaba la Unión Soviética.

En este momento, las autoridades tratan de convencer a la población sobre la conveniencia de continuar con un crecimiento moderado bajo el sistema de libre mercado.

"Aun si todo el gobierno renuncia, o si se convoca a una nueva elección, Mongolia seguirá el mismo rumbo que ya se ha trazado. El pueblo ya hizo su elección", advirtió Elbegdorj antes de su renuncia.

Pero en medio de un creciente desencanto con la política y de un aumento de las dificultades económicas, muchos mongoles de mayor edad dicen que extrañan los viejos tiempos, cuando el gobierno costeaba granjas colectivas, escuelas y fábricas.

Y Jaya, la vendedora de cigarrillos, lo confirma cada vez que puede. "Es tan difícil sobrevivir ahora… extraño aquellos tiempos", dijo. (FIN/IPS/tra-en/cm-js/js/lc-mj/ip/98

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