La detención en México de un sanguinario secuestrador que al parecer tenía protección de autoridades dio nuevo aire a la policía, acusada con frecuencia de corrupta e ineficiente, y estimuló el debate sobre la pena de muerte.
"Que lo maten", "que le corten la orejas", "que pague sufriendo" fueron algunas de las expresiones de ciudadanos recogidas este miércoles en los medios de comunicación locales.
La Procuraduría General de la República informó el martes la detención en las cercanía de la capital a Daniel Arizmendi, un ex policía que huía desde meses atrás gracias a un red integrada por más de 50 colaboradores.
Responsable de violaciones, torturas, mutilaciones y asesinatos, Arizmendi declaró a la prensa que reconoce todos sus delitos y que no se arrepiente ni pide perdón. Sobre su costumbre de mutilar las orejas con tijeras y sin ningún tipo de anestesia, declaró que era como "cortar pantalones".
Algunos medios de comunicación sensacionalistas pidieron el linchamiento y la pena de muerte para Arizmendi, mientras otros, como el diario La Jornada, llamaron a la población a no dejarse guiar por sentimientos de venganza.
La presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Mireilli Roccatti, lamentó que "ciertos sectores" promuevan la pena de muerte, "cuando está comprobado que esa medida no atenúa la delincuencia".
"Hasta personas como Arizmendi tienen derechos humanos", dijo Roccatti.
Según autoridades policiales, si los jueces actúan de forma correcta deberían acumular varias sentencias que mantendrían a Arizmendi preso de por vida.
El secretario (ministro) de Gobernación (Interior), Francisco Labastida, anunció este miércoles que el gobierno propondrá reformas legales para endurecer las sanciones penales contra los delincuentes y dijo que alentaría la apertura de un debate nacional sobre la pena de muerte.
Esa sanción está contemplada en la Constitución de México para casos de traición a la patria, parricidio, secuestro y homicidio con alevosía, premeditación y ventaja, entre otros. Sin embargo, la pena capital no se aplica hace 61 años, pues en el Código Penal no está reglamentada.
"Para gente como Arizmendi sólo corresponde la pena de muerte. No puede ser que un delincuente de ese calibre permanezca detenido y viviendo a costa de los impuestos de la mayoría", opinó el abogado Manuel Medrano.
Desde la detención en mayo de algunos de los familiares de Arizmendi y de policías que, al parecer, lo protegían, el secuestrador se transformó en uno de los símbolos de la inseguridad y de la corrupción que reina en México.
Diversos estudios indican que en este país se registra un delito cada dos minutos y que solo en la capital los policías cometen cada día más de 100 asaltos.
"La frontera entre los policías y los delincuentes no está clara ahora", declaró Lucio Mendoza, miembro del no gubernamental Instituo Mexicano de Estudios sobre el Crimen Organizado.
La Procuraduría vinculó con Arizmendi al ex comandante del grupo antisecuestros de la Policía Judicial, al ex procurador del estado de Morelos, vecino a la capital, y a otros policías de alto rango. Todos están detenidos.
El arresto del "mochaorejas", apodado así por las mutilaciones que practicaba a sus víctimas, fue presentado por la Procuraduría como producto de la depuración de los cuerpos de seguridad.
La mayoría de medios de comunicación calificaron la detención de Arizmendi, quien sería responsable de más de 20 secuestros en los últimos tres años, como un éxito de la policía contra el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, e hicieron votos para que su trabajo continúe por esa línea.
En sus declaraciones a la prensa, Arizmendi negó haber recibido protección de policías y, desafiante, afirmó que volvería a secuestrar si sale libre. "No siento nada al secuestrar, matar y mutilar, ni placer ni miedo ni nada. Solo es una manera fácil de ganar dinero", expresó.
Cuando los periodistas le preguntaron sobre el castigo que cree merecer, respondió que la pena de muerte.
Arizmendi cometió su último secuestro este mes. La víctima, un empresario, fue asesinada. Sin embargo a sus familiares se les ocultó el hecho e incluso le cortaron las orejas y las enviaron como una forma de presión. (FIN/IPS/dc/mj/hd ip/98