La división imperante entre los países industrializados ante el conflicto que enfrenta al gobierno de Yugoslavia con la separatista provincia de Kosovo limitó la intermediación de la ONU en el enfrentamiento.
El secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Kofi Annan, denunció esta semana la política de "arrasamiento" que Belgrado aplica en Kosovo.
Annan presiona para que la ONU tenga un papel más activo en la supervisión del conflicto entre la República Federal de Yugoslavia y el insurgente Ejército de Liberación Kosovar (ELK).
Annan advirtió al Consejo de Seguridad esta semana que la autoridad de la ONU en Kosovo sigue siendo limitada, mientras "parecen ganar terreno las tendencias centrífugas".
"La fuerte escalada de la violencia y las denuncias de uso excesivo de la fuerza por las fuerzas de seguridad contra los civiles, como parte de las operaciones del gobierno contra el ELK, son causa de aflicción y alarma", dijo Annan.
La represión cada vez más violenta del gobierno yugoslavo en Kosovo, provincia del norte de Serbia con una población 90 por ciento musulmana de origen étnico albanés, podría afectar a la región, agregaron funcionarios de la ONU.
Entre 1991 y 1995, la región padeció la guerra en Croacia, Bosnia-Herzegovina y Yugoslavia, y en 1997 soportó la inestabilidad de la vecina Albania
A pesar de los temores de la ONU, el Consejo de Seguridad no tiene planes de otorgar al foro mundial la autoridad para intervenir en Kosovo, como lo demuestra la débil respuesta del organismo a la advertencia que realizara Annan el martes sobre las tácticas de arrasamiento de las fuerzas yugoslavas.
En lugar de actuar, el Consejo, después de reunirse el martes con el subsecretario general Kieran Prendergast, declaró su "seria preocupación" por los combates y deploró el "uso excesivo de la fuerza" de las tropas de Belgrado.
El liderazgo de la crisis, como lo reconoció el propio Annan, está en manos del Grupo de Contacto -integrado por Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia- que se muestra reacio a que la ONU tenga un papel más importante en la mediación del conflicto.
En consecuencia, el Consejo de Seguridad, donde todos los miembros del Grupo de Contacto, salvo Alemania, gozan del poder de veto, mantuvo a la ONU en gran medida fuera de la crisis y sus miembros no adoptaron resolución alguna sobre Kosovo.
La falta de acción irritó incluso a algunos de los integrantes del Consejo, que reconocieron la ineficacia de la labor del Grupo de Contacto.
Las gestiones del Grupo de Contacto para manejar la crisis de Kosovo "degeneraron en una serie de iniciativas mal coordinadas", sostuvo el presidente del Consejo, embajador Danilo Turk, de Eslovaquia.
"El Grupo de Contacto fracasó. Sólo logró mantener el problema fuera del alcance de la ONU", agregó.
Algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad bloquearon los esfuerzos del organismo para tener un papel más activo en el asunto.
Aunque a Estados Unidos le preocupa que la situación en Kosovo quede fuera de control, Rusia, el principal aliado de Belgrado, y China, que critica constantemente la interferencia de la ONU en los asuntos internos de las naciones, se oponen a una mayor participación del foro mundial.
Por tanto, Annan se encuentra en un aprieto. El secretario general sabe que la crisis de Kosovo está vinculada a las tensas relaciones que existen entre Yugoslavia, Albania, Bosnia, Croacia y Hungría.
Annan también puso énfasis en reiteradas ocasiones en que una de las lecciones derivadas de la crisis de Bosnia es que la ONU debe participar en las misiones de paz sólo cuando tiene los recursos y el respaldo político para hacerlo.
En consecuencia, las agencias de la ONU incrementaron sus advertencias sobre la gravedad del conflicto. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados denunció que, hasta fines de julio, más de 100.000 personas fueron expulsadas de sus viviendas en Kosovo.
"Al secretario general le preocupa que, si no se actúa, la crisis en curso podría conducir a un desastre humanitario de gran escala en el próximo invierno" boreal, dijo el portavoz de la ONU Juan Carlos Brandt.
A Annan le "preocupan profundamente las informaciones sobre el gran número de personas desplazadas sin alimentos ni abrigo, y las crecientes violaciones a los derechos humanos", declaró el portavoz.
El problema es que, como ocurrió con la disolución de Yugoslavia al comienzo de esta década, los temores sobre el costo humano de los combates resultan opacados por las inquietudes geopolíticas.
Rusia, irritada por lo que políticos de Moscú consideran el precio injusto que Belgrado tuvo que pagar por las sanciones impuestas tras las guerras de Bosnia y Croacia, no está dispuesta a que su aliada sea castigada nuevamente por lo que aún es una provincia yugoslava.
Los países de Europa occidental tampoco están dispuestos a repetir los amargos debates ocurridos durante la guerra en Bosnia, mientras algunos de sus gobiernos consideran que el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic es un baluarte de estabilidad regional.
Incluso Washington quizá no tenga interés en hacer frente a la crisis de Kosovo.
Informes de fuentes de la inteligencia estadounidense indican que los atentados de la semana pasada contra las embajadas de Estados Unidos en Dar es Salaam y Nairobi, que mataron a más de 250 personas, podrían haberse cometido en venganza por la detención el mes pasado de cuatro supuestos terroristas en Albania.
Según estas fuentes, el financista saudita y declarado opositor de Estados Unidos Osama bin Laden habría utilizado la inestabilidad en Bosnia y Albania para establecer redes con sus partidarios fundamentalistas islámicos en esos países.
Si esas versiones se comprueban, Washington no estaría dispuesto a dar pasos para fomentar movimientos separatistas o islamistas en los Balcanes, incluso en Kosovo. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/aq/ip/98