La estrategia del presidente de Iraq, Saddam Hussein, tuvo una rápida recompensa el jueves, cuando el secretario general de la ONU, Kofi Annan, hizo un llamado al organismo mundial a "hacer una reevaluación amplia" de sus relaciones con Bagdad.
Considerando el poderío militar que puede caer sobre los iraquíes, Saddam salió bien parado de la última crisis con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en febrero, la cual fue disuelta sólo con la intervención directa del propio Annan.
Esta semana, a pesar de su rechazo a la demanda iraquí de reorganización de la Comisión Especial de la ONU (UNSCOM), encargada de verificar la eliminación de las armas de destrucción masiva de Bagdad, Annan volvió al frente y Estados Unidos y Gran Bretaña quedaron un paso atrás.
Autoridades de la ONU planifican intensificar las negociaciones directas con Iraq para evitar una nueva crisis tras la decisión de Bagdad esta semana de suspender la cooperación con los inspectores de armas del organismo internacional.
Otro resultado favorable en la línea del acuerdo hecho en febrero para poner fin a la crisis estaría en las cartas de Hussein.
El foco de la estrategia de Hussein era Estados Unidos y los inspectores estadounidenses en los equipos de UNSCOM, por lo que en octubre de 1997 expulsó sólo a seis inspectores, mientras UNSCOM respondió retirando sus 76 inspectores.
Cuando la crisis escaló en febrero, resultó en una confrontación directa entre Bagdad y Washington. Al haber retenido la iniciativa cuatro meses antes, Hussein se aseguró de mantenerla.
Esta situación se mantiene. En sus conversaciones con Butler el lunes, el viceprimer ministro iraquí, Tariq Aziz, demandó que Iraq recibiera una certificación sobre sus armas de destrucción masiva y misiles de mediano alcance.
Cuando Butler se negó sobre la base de que carecía de evidencias, Aziz replicó "entonces ya no podremos hablar".
La dirigencia iraquí decidió "suspender" la cooperación con UNSCOM y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), encargada de poner fin al programa nuclear iraquí.
Hussein mantuvo su no cooperación con las inspecciones de UNSCOM, y eximió las actividades de supervisión de la agencia, asegurando que los sensores y cámaras instaladas en los 120 sitios sospechosos queden intactos.
Bagdad busca una política de reducir la participación de Washington en el trabajo de UNSCOM, y aumentar la participación de otros integrantes permamentes y no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, de 15 miembros.
Pero el plan de Bagdad tiene tiempos: las sanciones de la ONU deben ser levantadas antes de fin de año.
Además, otros parámetros rigen la compleja y multifacética estrategia de la dirigencia iraquí.
Uno de ellos es asegurar que el acuerdo "petróleo por alimentos" del Consejo de Seguridad, aunque ampliado, no termine siendo sustituto del levantamiento total de las sanciones de la ONU. Tampoco quiere Hussein que su nación se habitúe a subsistir de la compasión de países árabes.
Fue por esto que Iraq rechazó la propuesta para la extensión del actual esquema petróleo por alimentos, en vigor hace seis meses y que expirará a fin de año. Este fue el razonamiento por detrás de la decisión del presidente iraquí para dejar de recibir ayuda humanitaria de otros países árabes.
Igualmente significativo es el hecho de que las autoridades iraquíes hicieron circular entre diplomáticos y periodistas extranjeros en Bagdad la idea de que consideran una opción al levantamiento total de las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU: el quiebre bien orquestado del embargo comercial por parte de países aliados.
Esta es una estrategia de alto riesgo, y requiere un trabajo extensivo y doloroso de implementar. Al menos, Iraq necesitaría la cooperación activa de los principales miembros de la Liga Arabe como Egipto y Siria. Actualmente, es difícil visualizar que ese tipo de cooperación provenga de El Cairo o Damasco.
A la vez, la desilusión árabe ante la incapacidad (o falta de voluntad) de Estados Unidos para revivir el proceso de paz en Medio Oriente es tanta que Hussein tiene mayores posibilidades de tender puentes con Egipto y Siria.
Además, Bagdad recibió de buen grado el hecho de que la Liga Arabe y la Organización de la Unidad Africana se pronunciaron contra la continuidad de las sanciones de la ONU contra Libia, insinuando que sus miembros podrían comenzar a ignorarlas si no son levantadas en el futuro próximo.
La otra alternativa para los líderes iraquíes es seguir expandiendo sistemáticamente las lagunas ya existentes en el actual régimen de sanciones.
Además de la exportación autorizada por la ONU de 75.000 barriles de petróleo diario a Jordania, Iraq envió durante varios años a Turquía, clandestinamente, unos 70.000 barriles diarios de petróleo y subproductos por camión.
Cuando el New York Times presentó en la portada una noticia sobre el contrabando de petróleo iraquí a Turquía hace seis semanas, el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos admitió que conocía el hecho.
Además, se realiza la exportación de petróleo en pequeños barcos que lo trasladan de la costa iraquí en el Golfo al puerto de Dubai a Emiratos Arabes Unidos permaneciendo dentro de aguas territoriales de Irán, evitando la revisación de la marina estadounidense que vigila el cumplimiento del embargo en alta mar.
La dirigencia iraquí está tan determinada a poner fin a las restricciones de la ONU que considera seriamente, según informaciones, el retiro de la ONU como último recurso. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/lp/ip/98