El Jardín Botánico Tropical e Instituto de Investigación (TBGRI), con sede en esta ciudad de India, recibió un premio internacional por su aporte al uso de plantas en la medicina, pero una tribu local asegura que el instituto se apropió de sus conocimientos.
Los indígenas kani acusan al TBGRI de Thiruvananthapuram, que este año recibió el premio Borlaug de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de engañarlos en el reparto de ganancias por la producción de un fármaco basado en una planta cultivada por ellos.
Además, grupos de ambientalistas criticaron a la ONU por elogiar al TBGRI por su apego a la Convención de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica.
La Convención establece que los beneficios generados por el uso de la riqueza biológica también deben alcanzar a quienes adquirieron y desarrollaron el conocimiento sobre las plantas desde hace siglos.
La controversia gira en torno a lo que el TBGRI califica como "descubrimiento accidental" de una planta que supuestamente tiene extraordinarias propiedades terapéuticas, conocida como arogyappacha, conocida desde hace generaciones por miembros de la empobrecida tribu kani.
El instituto declaró que durante un estudio a los kani en 1987, un equipo de etnobiólogos indios comenzó a quejarse de cansancio mientras marchaba por la zona montañosa de los Ghats occidentales, una región de gran riqueza natural.
Pero los dos guías kani, que consumían un fruto pequeño y negruzco, no estaban abatidos por la expedición. Los científicos decidieron probar el fruto y experimentaron "una súbita descarga de energía y fortaleza".
La planta fue investigada por siete años antes de que el instituto anunciara el Jeevani, un tónico para la salud fabricado con cuatro componentes, pero principalmente con arogyappacha.
"El Jeevani está plenamente documentado. Se trata de una preparación de hierbas para combatir el estrés y la fatiga, así como para recuperar el apetito, que puede ser consumido por personas de cualquier edad", explicó Vinod Kumar, científico del TBGRI.
"A diferencia del Ginseng de Corea, no posee rastros de esteroides ni ninguna otra sustancia adictiva", destacó Kumar.
En 1994, el instituto transfirió por siete años la tecnología del Jeevani a la empresa Coimbatore Arya Vaidya (CAP), especializada en la fabricación de medicinas nativas.
El acuerdo establece que el TBGRI debe compartir a partes iguales con los kani el pago inicial de 25.000 dólares por la transferencia de tecnología, y lo que genere el pago de derechos equivalente a dos por ciento de las ventas.
El instituto desarrolló un plan para dedicar unas 810 hectáreas al cultivo de la planta, que debería producir casi 6.200 dólares por hectárea en dos años, dinero que según el TBGRI irá a parar a manos de unas 2.500 familias kani, encargadas de la plantación y de entregar el producto a la CAP.
"Nuestra decisión refleja el interés por reconocer los derechos de propiedad intelectual de los indígenas", dijo el jefe del departamento de etnomedicina del TBGRI, Dr. Rajasekharan.
Sin embargo, los kani cuentan una historia diferente. "Hay unas 300 personas que trabajan con el TBGRI, pero ninguna de ellas es de la tribu", aseguró Shaji Kani, de la aldea de Vithura.
El encargado del gobierno local de la aldea, Appukuttan Kani, dijo que el instituto utiliza gente de la tribu para recolectar plantas y hierbas "con un salario inferior a un dólar diario". Añadió que "no se les paga por el valor de las plantas y hierbas, y no sabemos qué hacen con ellas".
La controversia ha generado interrogantes sobre el modo en que se realiza la explotación comercial de las plantas, en especial cuando poderosas empresas de naciones industrializadas apuntan hacia la riqueza biológica del mundo en desarrollo en busca de materias primas.
En este caso no está claro si el TBGRI cumplió con una disposición clave de la Convención sobre Diversidad Biológica al registrar la patente del Jeevani, que requiere el consentimiento previo de quienes entregan su conocimiento sobre recursos genéticos.
Algunas organizaciones no gubernamentales destacaron la necesidad de que los países aprueben leyes de propiedad intelectual para garantizar los derechos de las comunidades indígenas, algo aplicable a tribus como la de los kani, con una tradición en la práctica de la medicina tradicional.
Los kani aseguraron que el TBGRI no les entregó nada de lo pagado por la empresa CAP, pues optó por crear un Fondo Tribal dirigido por los dos guías que participaron en el "descubrimiento" de la planta, quienes tendrían a su cargo la distribución.
"El fondo debería ser manejado solamente por los kanis, y los médicos tradicionales de nuestra tribu deberían tener prioridad", planteó Appukuttan Kani. (FIN/PANOS/tra-en/jj-sm/dds/lc-ml/dv/98) ____ (*) IPS pone a disposición de sus suscriptores este material por un acuerdo de distribución con la institución internacional de comunicación Panos Features, de Londres