Activistas de Gran Bretaña critican un proyecto de ley antiterrorista por considerar que apunta en forma indiscriminada contra los musulmanes, pero algunos países árabes seguramente aplaudirán si la propuesta es aprobada este miércoles.
El primer ministro Tony Blair dijo que algunos países, a los cuales no mencionó, le habían pedido una legislación más estricta. Para nadie es un secreto que durante años gobiernos de Medio Oriente y del Golfo Pérsico solicitaron medidas contra grupos opositores que establecieron su sede en Londres.
En una rara convocatoria a sesión de emergencia, el Parlamento británico debe decidir este miércoles sobre la ley antiterrorista diseñada para actuar contra los republicanos irlandeses, pero que abarcará a todos los grupos 'terroristas' establecidos en Londres, en especial los islámicos.
Una gran cantidad de árabes escogieron a Gran Bretaña para vivir. Algunos de ellos son militantes islámicos, pero la gran mayoría llegaron para trabajar, levantar nuevos hogares o encontrar un lugar donde poder expresar sus puntos de vista sin temor a represalias.
El establecimiento de estas personas fue favorecido por una ley del gobierno de Margaret Thatcher que garantiza residencia legal a quien invierta al menos 320.000 dólares en este país, una suma que muchos consiguen con ahorros, con el apoyo de la familia o con respaldo de un partido político.
Por otra parte, Gran Bretaña tiene una gran reputación como lugar de acogida para disidentes políticos de todo el mundo, incluyendo al más famoso de todos, el alemán Karl Marx, quien llegó a este país en 1843 y vivió aquí 40 años, durante los cuales escribió una obra ampliamente conocida en todo el mundo.
Además, el gobierno británico no requiere de licencias especiales para publicar revistas o periódicos, así que cualquier persona puede editarlos siempre y cuando no viole leyes sobre calumnia y promoción del odio racial.
Finalmente, Gran Bretaña es signataria de la Convención sobre los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, lo cual la obliga a otorgar el asilo político a quienes son objeto de persecución en sus países, entre ellos los militantes islámicos.
El caso más conocido de los últimos tiempos involucró al profesor Muhammad Masa'ari, fundador del Comité Para la Defensa de los Derechos Legítimos en Arabia Saudita, que demandaba la instauración de una serie de derechos básicos y la salida de las tropas de Estados Unidos de ese país.
Debido a su actividad política fue encarcelado, y apenas salió libre bajo fianza viajó a Gran Bretaña, donde se le otorgó asilo. En 1995, el gobierno saudita pidió a las autoridades británicas su expulsión de este país. Cuando trataron de hacerlo, Masa'ari peleó en los tribunales y ganó su derecho a quedarse.
Masa'ari rechaza la posibilidad de un complot islámico en Londres. "Aquí nadie está conspirando y, si hubiera algún tipo de actividad militar, terrorista o una jihad, o como quieran llamarla, ésta no se realiza en Gran Bretaña", dijo en una reciente entrevista por televisión.
Aunque no hay duda de que los servicios de inteligencia británicos vigilan a los activistas islámicos, Gran Bretaña no ha sido dura con ellos.
En 1995, varios países árabes solicitaron al entonces primer ministro John Major que expulsara a algunos dirigentes musulmanes "problemáticos", pero la respuesta fue que podían quedarse si no violaban leyes locales.
Pero ahora la ley está cambiando y muchos dirigentes liberales ya anunciaron que se oponen al nuevo proyecto. Según argumentan, si hubiera sido aplicado a un caso como el de Nelson Mandela, el dirigente sudafricano habría terminado sus días en prisión.
En Londres hay varios grupos islámicos opositores a los gobiernos de sus países, que han sido vinculados con operaciones violentas. Uno de ellos es Ali Salman, quien demanda reinstaurar el parlamento y la Constitución de Bahrain, suspendidos desde 1975.
Salman fue protagonista en 1994-95 de una serie de protestas en Bahrain -un protectorado británico entre 1961 y 1971- que dejaron un saldo de 16 muertos.
También operan en esta ciudad el Frente Islámico de Salvación (FIS) de Argelia y el partido Islamista de Túnez, cuyo líder Hamd Ghanoushi es considerado un terrorista en su país, aunque en Londres aparece como defensor de la democracia y de su compatibilidad con el Islam.
Otros grupos relacionados con actividad armada poseen medios de comunicación en esta capital. Uno de ellos es la publicación "Filistin al-Musilim", del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) de Palestina.
Hay disidentes cuya estadía en este país le interesa a Occidente. Un ejemplo es el del extremista islámico iraquí Majid al-Hakim, cuya prédica religiosa es tolerada en vista de su posición contraria al régimen del presidente Saddam Hussein.
Otros enfrentan rechazo cuando emiten opiniones que afectan intereses británicos, como el dirigente del grupo Islámico al- Muhajiroun, Omar Bakri Mohammed.
Mohammed comentó en la radio que lamentaba las bajas civiles por los atentados en Kenia y Tanzania, aunque consideraba "blancos legítimos" a las representaciones de Estados Unidos.
En cuanto a los bombardeos contra Sudán y Afganistán, los consideró "una acción propia de gangsters que atacan dos países y ponen en peligro la vida de sus ciudadanos".
Esos comentarios ya generaron algunas reacciones. "Me pregunto cuál es su condición migratoria, y si acaso puede permitirse ese tipo de fanatismo", dijo el presidente laborista del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento, Donald Anderson.
Las actividades de este tipo de grupos volverán a colocarse en la mira antes de fin de año, pues se espera una nueva ley que prohíba la conspiración para cometer actos de violencia en otros países y condene la recolección de fondos destinados a grupos armados. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/lc-ml/ip/98