Un alto tribunal de Gran Bretaña analizará este martes el caso de cinco mujeres activistas detenidas en julio por arrancar plantas modificadas genéticamente de un campo propiedad de la transnacional Monsanto, como parte de una protesta nacional denominada "Bola de nieve genética".
Las plantas eran sometidas a ingeniería genética en un campo experimental de la firma en Oxfordshire, y las activistas sostienen que la transferencia de genes de los predios de experimentación mediante la polinización constituye un delito contra las plantas "normales".
Las mujeres afirman que su acción tuvo la finalidad de impedir ese daño. Las leyes británicas permiten el uso de la "fuerza razonable" para impedir un delito.
Monsanto es uno de los blancos preferidos de los activistas de la "bola de nieve genética", y la firma espera que la Corte Suprema impida este tipo de ataques en el futuro.
Por otra parte, los activistas advierten que seguirán defendiendo la vida normal de las plantas frente a los ingenieros genéticos.
La campaña requiere que cada activista arranque hasta 100 plantas modificadas genéticamente, donde sea que se encuentren, y que recluten a dos personas para que hagan lo mismo.
"Esta es una situación del tipo David y Goliat. Monsanto utiliza tácticas intimidatorias para distraer la atención de sus errados métodos científicos", opinó una de las cinco activistas, Melanie Jarman.
La corte considerará si tiene competencia en el caso. Monsanto quiere que el juicio se dirima fuera de los tribunales penales, y pretende que la Corte Suprema se limite a expedir un mandato judicial que impida a las activistas dañar sus plantas.
Además, la empresa desea que la Corte le otorgue el derecho de exigir "daños sin límites" en compensación monetaria si se viola el mandato judicial.
Las opiniones sobre los beneficios de la ingeniería genética aplicada a los alimentos están divididas, mientras científicos de Canadá intentan insertar genes de peces en helados para impedir la formación de cristales de hielo e investigadores belgas crean bananos resistentes a las enfermedades.
En Europa crece la preocupación de ambientalistas, políticos y legisladores por los posibles riesgos a la salud que encierran estas prácticas a largo plazo.
Este mes, el organismo asesor del gobierno británico sobre la naturaleza, English Nature, pidió que se prohíba durante tres años el cultivo comercial de plantas genéticamente modificadas y advirtió sobre los graves riesgos implícitos para la vida salvaje.
Los efectos de este tipo de plantas sobre insectos y pájaros exigen mayor investigación, así como la posibilidad de polinización de otros cultivos, advirtió el organismo.
En Gran Bretaña existen unos 300 predios de experimentación donde se cultivan plantas genéticamente modificadas. Hasta el momento, los activistas del ambiente atacaron a unos 30.
"Se necesita más investigación y las actuales deben concluirse antes de que tengamos un panorama más claro sobre los efectos posibles que tienen los organismos modificados genéticamente sobre nuestra vida silvestre", dijo el portavoz de English Nature, Brian Johnson.
A otros les preocupan los posibles peligros para la salud que representan las plantas manipuladas genéticamente. "Existe una enorme zona de incertidumbre científica con respecto al impacto de estas cosas", dijo Ian Taylor, asesor científico de la organización ecológica Greenpeace.
"A nadie ni siquiera se le ocurren preguntas sobre las consecuencias que tendrá la incorporación, por primera vez, de genes a la dieta humana", agregó.
Taylor comentó sobre un tipo de maíz genéticamente modificado, producido por la compañía suiza Novartis, que contiene un gen que puede generar resistencia a los antibióticos. El gubernamental Comité Asesor de Nuevos Alimentos y Procesos advirtió que el gen puede neutralizar los efectos de los fármacos.
"La industria se maneja por el interés comercial. A los científicos les pagan para analizar las posibilidades, no los problemas, y el sistema regulatorio no está al día", dijo Taylor.
Hasta el momento fracasaron las gestiones para que la comunidad internacional regule las plantas genéticamente manipuladas.
La comisión del Codex de la Organización de las Naciones Unidas, formado por la Organización Mundial del Comercio para decidir los requisitos internacionales de etiquetas de advertencia en los alimentos, no llegó a un acuerdo en su última sesión en abril.
La Unión Europea, India y la mayoría de los países de Asia, junto con las organizaciones de consumidores, querían que se incluyera una etiqueta de advertencia en todos los alimentos modificados genéticamente.
Pero Estados Unidos, Canadá y la mayoría de los países de América Latina sostuvieron que las etiquetas de advertencia sólo eran necesarias en el caso de riesgo probado para la salud, o si se modifica el valor nutritivo del alimento.
"El uso de plantas manipuladas genéticamente como alimento es la causa de una creciente disputa en Europa y entre Europa y Estados Unidos", señaló Mark Matfield, de la Asociación Europea de Investigación Biológica. (FIN/IPS/tra-en/jmp/rj/aq-ml/en/98