ECUADOR: Alarcón deja en herencia la peor crisis en 50 años

Un año y medio después de recibir inesperadamente la presidencia de Ecuador, Fabián Alarcón entregará el próximo lunes a su sucesor Jamil Mahuad un país aún en democracia, pero hundido en la peor crisis del último medio siglo.

Alarcón, un político liberal reconocido por su habilidad negociadora, fue designado presidente interino por el parlamento en febrero de 1997, en medio de la movilización popular que determinó al mismo Congreso a destituir al entonces mandatario Abdala Bucaram, acusado de corrupción e incapacidad para gobernar.

Bucaram, un populista excéntrico, había ganado las elecciones presidenciales solo seis meses antes de su expulsión, mientras que Alarcón ocupaba la presidencia del Congreso.

La primera tarea del presidente interino fue investigar los actos de corrupción de los cuales se acusaba a Bucaram y su Partido Roldosista Ecuatoriano.

Alarcón nombró una Comisión Anticorrupción, cuya labor sacó a la luz una red tráfico de influencias y corruptela en la que estaban involucrados diputados y políticos.

Al calor de la presión popular, un quinto de los 82 miembros del Congreso fueron destituidos y algunos huyeron del país.

El propio Bucaram, exiliado en Panamá, fue sentenciado en ausencia a dos años de prisión por calumnias contra una diputada y tiene otros procesos judiciales pendientes por presunto peculado.

Pero la lucha contra la corrupción perdió credibilidad cuando se reveló la desviación de donaciones extranjeras destinadas a la población afectada por el fenómeno climático de El Niño, y el principal acusado sostuvo que el presidente conocía el asunto.

Así mismo, la Comisión Anticorrupción investigó la denuncia de manejos administrativos irregulares de Alarcón cuando era presidente del Congreso.

Según aseguraron los denunciantes, Alarcón permitió la contratación de cientos de personas que cobraban salarios en el Congreso pero no desempeñaban ninguna función real.

Tras eso, el presidente interino perdió a su principal colaborador, el ministro de Gobierno (interior), César Verduga, quien abandonó el país tras ser acusado de uso irregular de fondos reservados del Estado, cuya administración nunca pudo justificar.

El gobierno quedó seriamente cuestionado por una opinión pública desencantada ante el descrédito de dirigentes e instituciones.

En lo político, Alarcón no tuvo mejor suerte. Llevado al poder por una alianza inédita entre fuerzas de izquierda y derecha, pronto quedó solo y criticado por todos los sectores por su incapacidad para resolver la crisis económica.

El mandatario interino convocó una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución vigente, y se negó luego a permitir la entrada en vigor de la reforma dispuesta, bajo presión del Congreso, que amenazó con someterlo a juicio político.

En su breve mandato, Alarcón vio desplomarse el presupuesto fiscal por la caída de precios del petróleo, un producto al que se debe más de 40 por ciento de los ingresos del Estado.

Adicionalmente, el país sufrió el embate de El Niño, que destruyó gran parte de la infraestructura de la costa pacífica, causando la pérdida de más de 2.500 millones de dólares, entre carreteras, puentes y cultivos destrozados.

Cuando ceda la presidencia al democristiano Mahuad, Alarcón también entregará un conjunto de indicadores negativos.

En efecto, el déficit fiscal equivale a siete por ciento del producto interno bruto, la inflación llegará a 40 por ciento a fines de año, el desempleo creció de 11 a 14 por ciento, y la deuda externa subió de 12.000 a 14.000 millones de dólares.

Según las proyecciones del Banco Central, el crecimiento económico del país no alcanzará este año ni a 2,8 por ciento, la tasa de aumento de la población.

Mahuad tendrá que enfrentar una situación inédita de semiparalización del país. El Estado no ha podido pagar puntualmente a sus empleados en los últimos tres meses, y el descontento social en las provincias azotadas por el Niño es creciente.

Como si todo eso fuera poco, un terremoto de 7,1 grados en la escala abierta de Richter afectó el miércoles la provincia de Manabí, la más golpeada por El Niño. Treinta por ciento de los edificios del centro turístico de Bahía de Caráquez resultaron dañados.

Alarcón deja también de herencia a su sucesor las negociaciones de paz con Perú, un proceso que buena parte de la opinión pública reconoce como lo más importante de su interinazgo.

Bajo el liderazgo del canciller José Ayala, Ecuador avanzó hasta un punto considerado de no retorno en la negociación de un viejo conflicto de límites con Perú, que en los últimos 60 años se tradujo en tres guerras entre los dos países.

No obstante, no será Alarcón quien firme la paz. La responsabilidad recaerá sobre Mahuad, quien ha dicho que no es importante el momento de la firma, sino el contenido del tratado a convenirse. (FIN/IPS/amr/ff/ip/98

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