El beneplácito de Estados Unidos ante el nuevo gobierno de Colombia, presidido por el conservador Andrés Pastrana, evidencia un nuevo matiz en las relaciones bilaterales, pero no grandes cambios en una agenda impregnada por la política antidrogas de Washington.
Incluso el apoyo estadounidense al gobierno de Pastrana para que logre una salida negociada al conflicto armado con los grupos guerrilleros de izquierda, se relaciona con la necesidad de contar con nuevos aliados en las zonas de cultivos ilícitos.
En contraste con el distanciamiento que signó las relaciones durante los cuatro años del gobierno del liberal Ernesto Samper -a quien Estados Unidos le canceló la visa de ingreso a ese país-, la cordialidad es la nueva tónica.
Sin embargo, los problemas de fondo entre ambos países se mantienen, según analistas de diverso signo, que más allá de las maneras ven una prolongación de las tensiones derivadas de la compleja guerra interna en la que se entrelazan el narcotráfico, guerrilleros, paramilitares de derecha y Fuerzas Armadas.
"La guerra al narcotráfico seguirá siendo determinante en las relaciones entre Estados Unidos y Colombia, aunque cambien algunas estrategias", dijo a IPS Mariana Escobar, del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Bogotá, la principal del país.
Escobar, secretaria ejecutiva de la Comisión de Análisis de las Relaciones Colombia-Estados Unidos que emitió un primer informe en 1997, cree que además del narcotráfico la agenda bilateral contemplará un "nuevo marco jurídico para la inversión estadounidense".
Luis Carlos Valencia, de la privada Universidad de los Andes, añadió otro tema: las condiciones de exploración y explotación de los recursos energéticos.
"Las relaciones van a seguir caracterizadas por la tensión y el conflicto derivado del condicionamiento de la ayuda militar, las exigencias políticas y de derechos humanos para que las políticas del gobierno Pastrana tiendan a coincidir con las estrategias norteamericanas", dijo Valencia.
Escobar considera crucial el tema de la extradición de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali, detenidos actualmente en la cárcel La Picota de Bogotá.
Valencia coincide con esta opinión, pero piensa que "el crecimiento y la consolidación de las organizaciones guerrilleras es fundamental en relación con el control de zonas económicas estratégicas" como la región bananera de Urabá, en la frontera con Panamá.
En Urabá se libraron en la última semana duros combates entre unos 1.000 guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y tropas de la brigada XVII del ejército, que pretendían el rescate de nueve soldados retenidos por los insurgentes.
Aunque el ejército reconoció oficialmente 36 bajas, otras fuentes estiman el saldo de muertos en 80 y unos 20 nuevos soldados capturados por las FARC, que también tuvo un alto número de muertos.
Valencia no descarta una mayor intervencion estadounidense, expresada en "aprovisionamiento de armamento, asesoría técnica, entrenamiento, y hasta conducción de operaciones militares".
En esa dirección apuntaría un reciente comentario del mayor retirado Andy Messing Jr, director de la Fundación del Consejo Nacional de Defensa de Estados Unidos, en el diario The Miami Herald, reproducido por El Tiempo de Bogotá.
"Estados Unidos tiene un intrínseco interés en ayudar a Colombia a entrar en las negociaciones de paz en una posición relativamente fuerte, y no en su actual estado de debilidad", afirma Messing.
El ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda -ex canciller y gestor del Acuerdo de Contadora para América Central-, habla de "reingeniería" en el ejército colombiano, para modificar la actual proporción de un soldado en combate por ocho en administración y logística.
Lloreda intenta que la guerra sea "limpia", y para eso, fomenta una cultura de derechos humanos en las Fuerzas Armadas.
En el útimo periodo de gobierno, la situación de los derechos humanos se convirtió en condicionante de la ayuda militar de Washington a Colombia, al punto que determinó la reforma de la cuestionada Brigada XX de Inteligencia del ejército, señalada por el ex embajador estadounidense Myles Frechette como foco de irregularidades.
También en la diplomacia se notan cambios. Al protagonismo que caracterizó la gestión de Frechette, embajador hasta noviembre de 1997, le sucede el bajo perfil de Curtis Kamman, ex embajador en Bolivia.
"Vamos atener una relación excelente con este gobierno", declaró Kamman el 25 de junio, una vez conocido el triunfo electoral de Pastrana, a quien entregó un mensaje de felicitación del presidente estadoudinense Bill Clinton.
"Yo espero trabajar muy de cerca con usted en los próximos meses para abordar los temas comunes que nos preocupan", dijo Clinton en su mensaje.
La enumeración de los temas por parte de Clinton sirve de borrador de la agenda bilateral: preservar el estado de derecho, garantizar el respeto a los derechos humanos, controlar la producción y tráfico de narcóticos y poner fin al conflicto armado.
Simultáneamente, el portavoz del Departamento de Estado, James Rubin, declaraba a la prensa en Washington las expectativas de la administración de Clinton ante el nuevo gobierno colombiano:
Pastrana y su gobierno "conocen muy bien los desafíos que enfrentan, entre ellos la necesidad de crear un proceso de paz sólido y viable, y terminar con la violencia y con la producción y tráfico de narcóticos", dijo entonces Rubin.
Pastrana se entrevistó con Clinton el 3 de este mes, cuatro días antes de jurar la presidencia. "Más que una lucha antidrogas, nosotros queremos cooperación para lograr la paz, dijo Pastrana, al explicar el propósito de la entrevista.
"Solicitaremos al gobierno norteamericano respaldo claro y directo, porque si logramos hacer la paz en Colombia , vamos a ganar también la guerra para derrotar al narcotráfico", afirmó.
Según Armando Benedetti, ministro de Comuniciones de la administración anterior, la infiltración de dinero del narcotráfico en la campaña que condujo a Samper a la presidencia en 1994 no es la única causa del deterioro de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos.
"Puede que los ánimos no estén crispados como durante los últimos cuatro años. Pero no nos engañemos: el infierno siempre estará a la vuelta de una esquina", escribió Benedetti en el diario El Tiempo. (FIN/IPS/mig/ag-ff/ip/98