El ex jefe del Partido Comunista de la capital de China, Chen Xitong, está preso por apropiación indebida de 2.200 millones de dólares, pero muchos aún dudan de que su condena sea parte de la proclamada guerra contra la corrupción.
Muchos en Beijing se preguntan, más bien, cuál fue el motivo real para colocar tras las rejas a un pez gordo del partido, el de más alto nivel que es humillado de esa manera desde 1981, cuando se procesó a la famosa «banda de los cuatro» que lideró Jiang King, viuda del fundador de la China moderna, Mao Zedong.
Chen, de 68 años, es un personaje repudiado por muchos en Beijing porque ordenó la ley marcial durante las manifestaciones a favor de la democracia en 1989, que concluyeron con la masacre de cientos de activistas en la plaza de Tiananmen el 4 de junio de ese año.
El 31 de julio, un tribunal de la capital lo condenó a 16 años de cárcel por apropiarse de dinero mientras se desempeñaba como jefe del partido comunista de Beijing entre 1987 y 1995.
Este veredicto fue bien recibido por algunos ciudadanos, pero hubo otros que se enfurecieron pues consideraban necesario condenarlo a muerte, lo cual habría sido evitado por «sus amigos influyentes».
Mientras tanto, comenzaron a circular fuertes rumores sobre la verdadera causa de su condena, según los cuales habría sido la rivalidad con el presidente y jefe del partido, Jiang Zemin, y no el hecho que llevara una vida «de corrupción y decadencia».
«Escuché que cuando se supo de la corrupción de Chen, Jiang Zemin no lo quería juzgar y le ofreció un puesto en provincia, pero él no quería irse y ser degradado. Entonces Jiang lo mandó al tribunal», comentó un vendedor en una tienda que reclamó reserva sobre su identidad.
Un intelectual que también pidió anonimato consideró que «la dirigencia quería demostrar su compromiso en la lucha contra la corrupción, y Chen era la víctima ideal pues tenía demasiado poder en la capital, lo cual molestaba a Jiang».
«Además, era imposible esconder sus crímenes tras el suicidio de Wang Baosen», agregó.
Wang era el segundo de Chen y se suicidó en 1995, presumiblemente para no presentarse a juicio. Se asegura que entre ambos se apropiaron de 4,5 millones de dólares para construir dos lujosas villas en las afueras de Beijing, donde disfrutaban de la buena vida.
Los detalles del proceso de Chen son desconocidos, porque el juicio se realizó a puertas cerradas. La agencia estatal de noticias Xinhua dijo que se cumplió la ley, pues los casos relacionados con secretos de estado o intimidad individual no se abren al público.
Este hecho llevó a habitantes de la capital a convencerse de que la dirigencia procuraba ocultar detalles de la investigación sobre la más grande mafia de corrupción destapada desde el arribo de los comunistas al poder, en 1949.
«Es increíble… Robó toda esa plata y le dieron sólo 16 años cuando a otros los fusilan por unos pocos yuanes. La sacó barata porque hay otros arriba que no querían castigarlo con demasiada rudeza», comentó el taxista He Pingmin.
A pesar del escepticismo popular, los medios califican el juicio como un triunfo para el imperio de la ley en China. «Nadie tiene el derecho a pasar por encima de la ley», proclamó el Beijing Daily.
Sin embargo, para Bao Tong el juicio fue ridículo. Bao fue encarcelado y privado de sus derechos políticos y su puesto de asesor en el partido después de que Chen lo acusó de apoyar a los manifestantes prodemocráticos en 1989.
«Fui sentenciado en apenas dos horas. Sin embargo a Chen le dieron 12 días… ¿acaso no somos todos iguales ante la ley?», se lamentó Bao, quien pasó siete años en prisión.
«¿Y quieres saber porque lo hicieron en secreto? Porque no les interesa la transparencia en este caso, no quieren que la gente entienda de qué se trata. Más allá de la información de Xinhua, no tenemos ninguna posibilidad de saber que hizo en realidad Chen Xitong cuando era jefe en Beijing», dijo Bao. (FIN/IPS/tra- en/ab/js/mk/lc-mj/ip/98