Indígenas y campesinos sin tierra de Brasil tratan de ampliar su representación en el parlamento en las elecciones nacionales y estaduales del 4 de octubre, al igual que las mujeres, que cuentan para ese fin con cuotas partidarias.
Sin un representante en el Congreso Nacional desde 1987, los indígenas intentan recuperar su voz en la Cámara de Diputados, a través de dos candidatos, uno en la región amazónica y otro en el sur del país.
Además, disputan escaños en las Asambleas Legislativas estaduales con al menos ocho candidatos, la mayoría en los estados de la Amazonia, donde se concentran los más de 300.000 indígenas brasileños.
Más organizado y movilizado políticamente, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) cuenta con siete candidatos a la Cámara de Diputados del parlamento nacional y 13 a las cámaras estaduales, comprometidos con la reforma agraria.
El MST cuenta con parlamentarios que son militantes del movimiento o lo apoyan sin condiciones desde su fundación, hace 14 años. Pero "es la primera vez que participa organizadamente en elecciones", según Gilberto Portes, uno de sus coordinadores nacionales.
Los 20 candidatos apoyados por el MST son postulados por partidos de izquierda, principalmente por el Partido de los Trabajadores (PT), en 14 de los 27 estados brasileños.
El MST decidió en estas elecciones apoyar abiertamente a Luiz Inacio Lula da Silva, candidato del PT a la Presidencia del país, oponiéndose a la reelección del presidente Fernando Henrique Cardoso, lo que llevó al gobierno a acusarlo de hacer política partidaria y abandonar sus objetivos sociales.
Con más de 50.000 familias en sus campamentos en predios ocupados o cerca de carreteras en todo el país, el MST controla también muchos de los asentamientos rurales organizados por el gobierno desde la década pasada, que beneficiaron a más de 250.000 familias.
Las mujeres esperan aumentar mucho su representación en el parlamento, hoy limitada a 7,2 por ciento, con 37 diputadas y cinco senadoras.
En estas elecciones se verán favorecidas por la cuota de 25 por ciento de los candidatos al parlamento que les debe asignar cada partido. Anteriormente, en los comicios municipales de 1996, se aplicó una cuota de 20 por ciento, lo que permitió duplicar la presencia femenina en los Concejos a cerca de 11 por ciento.
Pero la mayoría de los partidos, especialmente los conservadores, no lograron esta vez registrar un número de candidatas suficiente para cumplir la cuota. En este caso, debe presentarse con la lista incompleta, pues la ley impide que la cuota de mujeres sea ocupada por hombres.
"La cuota es artificial, todos enfrentan dificultades para cumplirla en todas partes del paós", manifestó el diputado Artur Virgilio Neto, secretario general del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), al que pertenece también el presidente Cardoso.
El ingreso de las mujeres en la política debe ocurrir en un proceso natural, según Neto, partidario de una mayor participación femenina.
La esposa del presidente, Ruth Cardoso, defendió la apliación de las cuotas como forma de romper "el bloqueo invisible a la capacidad de creación y producción de las mujeres", también marginadas en los sindicatos.
Las dificultades actuales para cumplir las cuotas femeninas no preocupa a la autora del proyecto, la diputada Martha Suplicy, candidata a gobernadora del estado de Sao Paulo por el PT. El proceso es gradual, la ley permitirá "el ascenso de la mujer en la política" con el tiempo, sostuvo.
En países donde se adoptó el sistema de cuotas, la participación femenina creció rápidamente, como en Argentina y en los países nórdicos, donde las mujeres tienen una representación de más de 35 por ciento del parlamento, arguyó Suplicy.
Para los indígenas, la lucha es más dificil. Alvaro Tucano, líder de la región del Río Negro, en el estado de Amazonas, cuenta con alguna posibilidad de suceder al legendario Mario Juruna, único indígena que ha logrado ser elegido diputado federal en 1982, para un mandato de cuatro años.
Juruna logró notoriedad a escala nacional como dirigente de los xavantes, que viven en el centrooeste de Brasil, registrando en una grabadora una negociación con autoridades, para recordar las promesas más tarde y comprobar las "mentiras de los políticos".
Elegido por Río de Janeiro, donde casi no hay indígenas, no logró regresar al parlamento y hoy vive en Brasilia, como funcionario público, enfermo de diabetes.
Ludovico Monconan, un caingangue, también intenta repetir su hazaña en el sureño estado de Paraná, postulado por el partido del presidente Cardoso. Sus posibilidades son escasas debido a la pequeña población indgena local y la falta de recursos.
En los pequeños estados amazónicos, como Acre y Roraima, líderes indígenas locales pueden ser elegidos diputados estaduales. Pero conquistarán una tribuna de pequeña repercusión para defender a sus pueblos a nivel nacional. (FIN/IPS/mo/ag/ip- pr/98