BRASIL: Industria francesa del perfume piratea recursos genéticos

La industria francesa de perfumes depende hace más de un siglo de la Amazonia para la fabricación de muchos de sus productos de consumo mundial, aunque su práctica de biopiratería sea menos conocida que la de los laboratorios farmacéuticos.

William Gama, investigador en materia de cooperación internacional en ciencia y tecnología y coautor de un informe sobre el robo de recursos genéticos en el país, lanzó una denuncia en tal sentido.

El palo rosa, una madera originaria de la Amazonia y que ofrece esencias para muchos perfumes, sufre una intensa extracción de especímenes destinados al contrabando que pone en riesgo su existencia futura.

El "exportador" obtiene una paga diez veces superior a la que reciben las poblaciones ribereñas que lo recogen, y el fabricante del perfume en Francia lo multiplica por cien, según Gama.

El investigador, vinculado al Instituto Nacional de Investigación Amazónica (INPA), cree que el palo rosa merece una campaña similar a la que combate el comercio de la caoba, árbol amenazado de extinción por la extracción maderera.

"Por alguna razón, las organizaciones no gubernamentales no tienen el mismo interés" en pelear con la industria de perfumes, sospecha Gama.

Pero una organización no gubernamental francesa, Robin de Bois, amenazó el año pasado con promover un boicot al perfume más vendido del mundo, Channel Nro. 5, si la empresa que lo fabrica no dejaba claro que el palo rosa no es utilizado en su producción.

La compañía Chanel justifica su resistencia en divulgar los componentes del perfume a su necesidad de mantener en secreto una de las fórmulas más codiciadas del mundo. La empresa tiene total interés en defender el ambiente y las materias primas que usa, cuya extinción destruiría el negocio, argumentan voceros.

Otros perfumes se fabrican con el aceite extraído del palo rosa, pero Robin de Bois eligió como blanco el Chanel Nro. 5, más conocido, para denunciar los daños que esa industria provoca en los bosques tropicales.

La industria química ya produce una sustancia artificial similar a la esencia natural. Pero eso no alivia la presión extractiva, porque una sustitución cambiaría la fórmula, algo inaceptable para perfumes tradicionales y sofisticados, lamentó Milton Lima, investigador de la botánica amazónica.

El palo rosa, un árbol que alcanza 20 metros de altura como promedio, madura en 40 años y es ideal para la producción del aceite, según el experto del Museo Emilio Goeldi, de Belém, capital del Estado de Pará, en el centro-norte de Brasil.

Disperso en los bosques, es buscado por pobladores de la Amazonia que, por un proceso rústico de destilación le extraen el aceite que luego se exporta ilegalmente, no se sabe por qué vías, explica Lima.

La Amazonia ofrece gran cantidad de substancias para perfumes y cosméticos, pero es la industria que mejor aprovecha su diversidad biológica y considera la región una fuente de inmensa riqueza a ser apropiada.

La bioprospección es una actividad en gran expansión. Expediciones con variadas intenciones son enviadas a la región y envían para el exterior enormes cantidades de especímenes vegetales y animales, por vías ilegales y también legales, aunque constituyan piratería genética, según Gama.

Solo en insectos, el experto calculó que ya fueron llevados al exterior 200.000 especies, con registros. Muchos son requeridos como préstamo a centros de estudios brasileños y jamás devueltos, mientras el control sobre esas pérdidas es inexistente, añadió el investigador.

Peces ornamentales también son contrabandeados a granel. Gama mencionó el caso del acar-disco, especie llevada del río Negro, uno de los grandes afluentes del Amazonas, hacia países asiáticos que hoy dominan su demanda. Cada espécimen llega a costar 120 dólares.

El interés por las especies naturales amazónicas creció a partir de los años 70. Hoy se conocen muchos casos de plantas usadas por indígenas brasileños como remedio a varios males, cuyos principios activos fueron patentados en el exterior y proporcionan negocios millonarios a quienes los piratean.

Las empresas estadounidenses de biotecnología, que eran algunas decenas en la década del 60, son hoy unas 1.500. De cada 10 nuevos medicamentos, cuatro contienen sustancias derivadas de plantas tropicales, según los expertos.

Ante esa realidad, el Congreso brasileño discute desde 1995 un proyecto de ley que reglamenta el acceso a la biodiversidad del país y reconoce los derechos debidos a indígenas, campesinos y poblaciones forestales por el conocimiento que sirve de base a la producción de nuevos medicamentos.

Por otra parte, la Fundación Nacional del Indígena, órgano de asistencia a las poblaciones autóctonas de Brasil, trata de restringir el ingreso de investigadores a sus territorios.

Para esa medida, aún a estudio, contribuyó el escándalo de la venta a través de Internet, por parte de la empresa estadounidense Coriell Cell Repositories, de genes de indígenas caritianas y surus.

Una organización no gubernamental estuvo recogiendo sangre de esos pueblos del noroeste de la Amazonia brasileña. Quienes extraían las muestras afirmaban que se trataba de tareas de asistencia médica. (FIN/IPS/mo/mj/en/98

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