La dependencia del capital externo se convirtió en un gran obstáculo al crecimiento económico de Brasil, ante la intranquilidad financiera mundial que se hizo permanente.
Las reservas internacionales del país nunca estuvieron tan altas como este año, cubriendo el equivalente a 15 meses de importaciones. Las autoridades muestran esto como garantía de solidez económica, pero revelan nerviosismo ante cualquier movimiento de fuga.
En agosto, se retiraron de Brasil unos 7.000 millones de dólares a causa de la crisis asiática y rusa, según estimaciones de expertos del mercado financiero. Parte de esos egresos era esperada por el vencimiento de créditos en un mecanismo creado para financiar la agricultura.
No obstante, las reservas están "por encima de 69.000 millones de dólares", contra 70.210 millones al final de julio, aseguró Altamir Lopes, jefe del Departamento Económico del Banco Central.
Esto se explica por el gran ingreso de inversiones directas, generadas por privatizaciones y la adquisición de empresas y bancos nacionales por grupos extranjeros.
Aún así, el Banco Central reaccionó al "viernes negro", en el que se fugaron cerca de 2.000 millones de dólares, adoptando el lunes tres medidas para mantener el nivel de reservas cambiarias.
Permitió el ingreso anticipado de recursos para adquisición de empresas estatales o concesiones, redujo de dos años a uno el plazo mínimo para nuevas captaciones en el exterior y liberó totalmente para otras inversiones los créditos obtenidos por el mecanismo de financiación a la agricultura.
Si bien el presidente del Banco Central, Gustavo Franco, afirmó que las "reservas son para utilizarse", la experiencia muestra al país prisionero de la necesidad de sumas cada día mayores, en un intento aparentemente inútil de tapar debilidades.
Brasil tenía sólo 9.405 millones de dólares en reservas al final de 1991, pero la gran acumulación posterior las elevó a más de 60.000 millones en octubre pasado.
Esto no impidió que la crisis desatada por Hong Kong provocara una fuga de 10.000 millones de dólares y un estancamiento económico en Brasil durante el primer semestre de este año, con el consecuente aumento del desempleo abierto de 4,8 por ciento en diciembre al actual 7,9 por ciento.
Ahora se observa que la economía tambalea ante la crisis rusa, pese a las mayores reservas, que tienen un alto costo para el país, ya que obtienen remuneraciones muy inferiores a las altas tasas de interés que el gobierno brasileño paga por su deuda.
Los altos intereses internos impiden un crecimiento económico mayor del uno o 1,5 por ciento esperado para este año, pero son indispensables para atraer el capital externo.
Sólo un crecimiento de al menos 4,5 por ciento permitiría a Brasil comenzar a reducir su pobreza y la enorme desigualdad social, según estimaciones del Banco Mundial.
Pero las turbulencias financieras internacionales, una forma de socializar pérdidas a escala mundial, ponen en conflicto los distintos objetivos que debe perseguir la economía brasileña.
Para reducir la dependencia del capital extranjero, el país tiene que reducir su déficit comercial, que alcanzó 8.366 millones de dólares el año pasado y este ya acumula cerca de 3.000 millones.
El gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso tiene como meta duplicar las exportaciones brasileñas hasta el 2002, llevándolas a 100.000 millones de dólares, a través de un esfuerzo que incluye créditos preferenciales y movilización de pequeñas empresas.
Pero el aumento de exportaciones este año, de tres por ciento hasta julio, sólo se obtuvo a costa del estancamiento económico. El crecimiento de uno por ciento del producto interno bruto provoca una reducción de dos por ciento en las exportaciones, según el diputado Delfim Netto, ex ministro de Hacienda.
Una devaluación podría abrir una salida, pero existe consenso sobre su inviabilidad, en medio de la actual intranquilidad, además de provocar una crisis en el Mercado Comn del Sur, al golpear duramente a Argentina, enfrentada a un déficit comercial proporcionalmente más elevado.
La contención de las importaciones, por barreras arancelarias y, "en el límite", la prohibición de productos superfluos, es la propuesta de Guido Mantega, principal asesor económico del candidato opositor a la presidencia Luiz Inacio Lula da Silva.
Pero esta idea, condenada por la mayoría de los economistas, que la consideran un retroceso en la apertura del mercado brasileño, se vería impedida de implementarse por la probable reelección de Cardoso, quien aparece en primer lugar en las encuestas. (FIN/IPS/mo/ag/if/98