El gobierno de Ruanda aseguró haber dado muerte a otro de los líderes de las fuerzas hutus insurgentes, sólo dos semanas después de eliminar al comandante rebelde de la zona septentrional de este país africano, Leonard Nkundiye.
El cadáver del teniente coronel Frodwald Mugemanyi fue puesto en exhibición en Nyaratovu, unos 80 kilómetros al norte de Kigali, mientras los altos mandos locales explicaban a la televisión estatal que eliminaron al "comandante austral" de los interahamwes, o guerrilleros hutus.
Mugemanyi habría muerto la noche del lunes pasado en combates con el ejército, en la región de Nyaratovu. El gobierno informó que unos 60 insurgentes murieron en una operación realizada con el apoyo de la población local.
La información agregó que Mugemanyi había podido escapar del reciente operativo contrainsurgente realizado en Giciye, en el noroeste del país, que mató a Nkundiye.
Mugemanyi se graduó en medicina en la Universidad Libre, de Bruselas, y trabajó como cirujano en el hospital militar de la región de Kanombe, en Kigali.
El comandante nació en el sur, en Gikongoro, a diferencia de Nkundiye y otros extremistas hutus que participaron en el genocidio que en 1994 costó la vida a casi un millón de personas, en su mayoría tutsis.
La muerte de Mugemanyi se anunció unos días después de que los interahamwes atacaran Rushashi, 50 kilómetros al norte de Kigali. Los rebeldes atacaron tres sectores de la localidad la noche del viernes, mataron a 104 personas y quemaron viviendas.
Una delegación del gobierno visitó el sitio de la masacre el lunes y el ministro del Interior, Abdul Karim Haberimana, habló ante la población local.
Sobrevivientes dijeron que los matadores vinieron de Nyaratovu y se trasladaron hacia el sudoeste por las colinas, hasta llegar a la prefectura de Kigali Rural. Testigos indicaron que un grupo de hombres uniformados llegaron a Rushashi la tarde del viernes y convocaron a la población a una reunión.
Pero luego se supo que los uniformados eran guerrilleros, ya que otros insurgentes llegaron vestidos de civil, con machetes y palos, y comenzaron a elegir a sus víctimas.
La población local detuvo a seis sospechosos después del ataque y los presentó a Haberimana. A solicitud del ministro, los sospechosos brindaron su propia versión de la masacre. Un hombre dijo que su hijo, conocido colaborador de la guerrilla, le advirtió sobre el ataque y le pidió que huyera.
Pero las versiones de los detenidos fueron recibidas con sorna, y los sobrevivientes los acusaron de ser informantes que condujeron a los interahamwes a Rushashi y partieron del lugar durante el ataque.
Empleando un altavoz, Haberimana dijo al público que era necesario romper toda relación con los guerrilleros, conocidos como "infiltradores", y exhortó a mejorar la seguridad mediante patrullas diurnas y nocturnas.
"Estas personas les hicieron perder amigos y familiares. Si quieren una vida tranquila, no deberían ocultar a esta gente", advirtió. La tensión reinaba en Rushashi, aunque el ejército aseguró que la situación era tranquila.
En cierto momento, el encuentro con el ministro pareció concluir cuando la gente comenzó a irse, alarmada por movimientos en una colina cercana. Surgieron rumores sobre otro ataque de los interahamwes y se entregaron armas a la delegación del gobierno.
Aldeanos que vinieron de las colinas dijeron que un grupo de hombres armados, algunos uniformados, los amenazaron y huyeron con vacas y cabras. Había humo en las colinas y surgieron versiones sin confirmar sobre la quema de más viviendas.
Haberimana se manifestó confiado de que la rebelión de los interahamwes se está quedando sin fuerza. "Los problemas de Ruanda son complejos. No se pueden resolver en uno o dos días. Los atacantes son asesinos y bandidos notorios que no saben hacer otra cosa", declaró al final de la reunión en Rushasha.
"En unos meses terminaremos con este problema. Pero nunca habrá una solución total porque algunos guerrilleros seguirán ocultos en los bosques, porque no pueden vivir en sociedad", agregó. (FIN/IPS/tra-en/cs/pm/ip hd/aq/98