Unas 60 familias guatemaltecas asentadas en México emprendieron esta semana el regreso a su país en lo que se considera la última repatriación masiva de refugiados desde 1992, cuando comenzó ese proceso.
A bordo de autobuses, los campesinos que huyeron de la violencia política de Guatemala en los años 80, empezaron el viaje de retorno, mientras otros 20.000 guatemaltecos resolvieron quedarse en México, donde obtuvieron derecho de residencia.
"Es el último bloque de repatriación masiva", confirmó Felipe Sánchez, delegado de la Comisión Mexicana de Ayuda para Refugiados.
Confiados en las promesas de tierra y créditos del presidente Alvaro Arzú, los refugiados dejaron el país en que la mayoría de sus hijos crecieron, estudiaron y se alimentaron con apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refuagiados (ACNUR).
Los "chapines", como se llama a los guatemaltecos en México, partieron de campamentos en el estado de Campeche, en la península de Yucatán. Se calcula que llegarán el sábado a su destino, pues se han previsto varias paradas.
El ACNUR y el gobierno de México invirtieron en los últimos años más de 100 millones de dólares en los refugiados guatemaltecos, que recibieron tierras y asistencia para proyectos de desarrollo.
Tras la firma de la paz entre el gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, a fines de 1996, el ACNUR, México y la administración de Arzú planearon poner fin al problema de los refugiados.
Así, se realizaron las últimas repatriaciones, se suspendió el financiamiento de la mayoría de los campamentos, y el gobierno mexicano ofreció residencia a varios guatemaltecos.
Alrededor de 20.000 de los 45.000 guatemaltecos refugiados que había en 1985 decidieron permanecer en México. Un gran porcentaje son niños y jóvenes nacidos en este país.
El retorno de refugiados se inició en forma programada en 1992. Ese año regresaron a Guatemala 1.700 personas, y en 1995, los repatriados fueron 9.500, la mayor cantidad en un solo año.
La premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, de nacionalidad guatemalteca, visitó la semana última campamentos de refugiados en México para explicar a sus compatriotas que las donaciones del gobierno mexicano y de la ACNUR han terminado y es el momento de pedir créditos y de subsistir sin la ayuda con que contaban.
"Vamos a ser personas normales y a dejarnos de recibir donaciones o regalos de la comunidad internacional. Ahora vamos a vivir de nuestro trabajo digno", dijo Menchú, quien también estuvo refugiada en México, en los años 80.
Desde 1954, cuando una fuerza rebelde organizada por Estados Unidos derrocó al presidente constitucional Jacobo Arbenz, Guatemala vivió largos períodos de enfrentamiento armado.
La violencia se cobró 150.000 vidas, hubo 40.000 secuestrados o desaparecidas y más de 200.000 niños quedaron huérfanos. También se contaron un millón de desplazados internos, más de 100.000 exiliados y refugiados en países vecinos y unas 440 poblaciones destruidas.
México, al recibir a miles de refugiados guatemaltecos, cumplió con una obligación humanitaria propia de un Estado moderno, destacó Michel Gabaudan, representante del ACNUR.
La ayuda tuvo buen destino y ahora los guatemaltecos aportan 12 por ciento de la producción agrícola del estado de Campeche, dijo Gabaudan.
Los guatemaltecos que viven en condiciones más difíciles son los que se asentaron en Chiapas, uno de los estados más pobres y violentos de México y zona de asentamiento del insurgente Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Cuando la guerrilla apareció en escena en enero de 1994 tomando caminos y poblados de Chiapas, las autoridades afirmaron que se trataba de un movimiento "infiltrado por guatemaltecos", pero con el paso de los años, esa denuncia fue descartada.
Hoy, los guatemaltecos residen en los estado de Campeche, Chiapas y Quintana Roo, todos ubicados en la península de Yucatán. (FIN/IPS/dc/ff/pr/98
